Argentina se posiciona como uno de los destinos más atractivos para la minería del cobre a nivel global. Con proyectos que suman USD 54.000 millones en inversiones, el país podría transformarse en un productor clave de este mineral estratégico, fundamental para la transición energética mundial. La combinación de reservas geológicas excepcionales, un marco regulatorio renovado a través del Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones (RIGI) y la creciente demanda internacional ubicaron a Argentina en el radar de las principales compañías mineras del planeta.
Chile construyó su desarrollo económico en buena medida a partir de la explotación de su cobre, convirtiéndose en el líder mundial con una producción de 5,5 millones de toneladas anuales. Argentina tiene ahora la oportunidad de replicar ese camino: con 75,42 millones de toneladas de cobre en recursos identificables, según el catálogo oficial de la Secretaría de Minería, y proyectos que podrían producir más de 1 millón de toneladas por año hacia 2035, el país se encamina a cubrir el 10% del déficit global proyectado. Esa cifra representaría alcanzar el 5% de la producción mundial en menos de una década, posicionándose como un actor relevante en un mercado en expansión.
La provincia de San Juan concentra buena parte de esta apuesta. Allí, proyectos como Los Azules, Josemaría y Filo del Sol se encuentran en etapas avanzadas de desarrollo. A ellos se suman El Pachón y MARA en Catamarca, y Taca Taca en Salta, conformando un portafolio que transformaría el mapa productivo del país. Los siete proyectos en estado avanzado podrían aportar hasta 2 millones de toneladas de cobre en los próximos 7 a 10 años, según estimaciones de la industria.
La geología que lo hace posible
El potencial cuprífero argentino tiene origen en procesos geológicos que se remontan a millones de años. La subducción de la placa de Nazca bajo la placa Sudamericana, el mismo fenómeno que levantó la Cordillera de los Andes, generó las condiciones ideales para la formación de yacimientos de cobre tipo porfírico. Estos sistemas se originaron cuando el magma intrusivo liberó fluidos hidrotermales cargados de cobre, oro y plata, que se concentraron en fracturas de la roca circundante.
En el caso de Josemaría, ubicado en el departamento Iglesia de San Juan, la mineralización se produjo durante el Mioceno (hace aproximadamente 25 millones de años) y quedó alojada en rocas volcánicas y plutónicas del Pérmico-Triásico. El depósito combina cobre y oro en zonas de alteración hidrotermal, con presencia de anhedrita, magnetita, pirita y cuarzo. Según un estudio publicado en la revista científica Economic Geology, se trata de un sistema porfírico con dimensiones de al menos 900 metros en dirección norte-sur y 600 metros en dirección este-oeste, con una profundidad de 600 a 700 metros.
Filo del Sol, en la frontera con Chile, presenta características aún más complejas. Este yacimiento muestra una transición completa entre un ambiente epitermal de alta sulfuración y un sistema porfírico, con mineralización que abarca 10 kilómetros cuadrados. La combinación de procesos geológicos en este sitio generó zonas de alta ley de cobre, plata y oro, tanto en óxidos superficiales como en sulfuros primarios en profundidad.
El distrito Vicuña, que integra Filo del Sol y Josemaría bajo una asociación entre Lundin Mining Corporation y BHP, concentra 13 millones de toneladas de cobre en recursos medidos e indicados, 32 millones de onzas de oro y 659 millones de onzas de plata. Jack Lundin, presidente y CEO de Lundin Mining, señaló que el distrito "resalta el potencial para uno de los proyectos de cobre a cielo abierto sin desarrollar de mayor ley del mundo". A estos recursos se suman 25 millones de toneladas de cobre en recursos inferidos, lo que posiciona al distrito entre los diez mayores yacimientos de cobre del planeta.
Los proyectos que cambiarán el mapa
El primero en obtener luz verde bajo el RIGI fue Los Azules, el octavo proyecto aprobado por el gobierno nacional y el primero dedicado al cobre. La inversión prevista alcanza los USD 2.700 millones, según anunció el ministro de Economía, Luis Caputo. El yacimiento, operado por Andes Corporación Minera —filial de la canadiense McEwen Copper—, producirá 160.000 toneladas de cobre fino al año durante una vida útil estimada de 30 años. La construcción comenzará en 2026 y la producción en 2029, generando 3.500 empleos directos e indirectos. Las exportaciones proyectadas ascienden a USD 1.100 millones anuales.
Josemaría requiere una inversión de USD 5.000 millones para su fase de construcción, que durará tres años y demandará 6.000 empleos directos y 35.000 indirectos. Con una vida útil de 19 años, el proyecto producirá 131.000 toneladas de cobre, 224.000 onzas de oro y 1.048.000 onzas de plata por año. La compañía extendió la estimación de vida útil del yacimiento a 25 años y se encuentra en etapa de preconstrucción.
En Salta, Taca Taca se perfila como uno de los proyectos más ambiciosos. Con un CAPEX de USD 3.582 millones, el yacimiento operado por First Quantum Minerals producirá 227.000 toneladas de cobre al año durante los primeros seis años, además de 106.300 onzas de oro y 2.205 toneladas de molibdeno. La vida útil proyectada supera los 32 años.
Filo del Sol tiene una inversión estimada de USD 1.266 millones y producirá 67.000 toneladas de cobre, 159.000 onzas de oro y 8.650.000 onzas de plata por año, durante 14 años. La mineralización oxidada se tratará mediante lixiviación en pilas para producir cátodos de cobre y doré de oro y plata, mientras que los sulfuros se procesarán por molienda y flotación.
La minera suiza Glencore completó el panorama con el anuncio de una inversión de hasta USD 20.000 millones en dos proyectos: USD 4.000 millones para MARA (Agua Rica) y USD 9.500 millones para la fase inicial de El Pachón, que podría alcanzar los USD 15.000 millones en su ciclo completo. Martín Pérez de Solay, CEO de Glencore Argentina, explicó que estos proyectos comenzarían a producir en 2031 y 2034, respectivamente.
El desafío de la infraestructura
A pesar del entusiasmo que generó el RIGI y las cifras récord de inversión, un informe de Deloitte advirtió que la falta de infraestructura básica podría ponerle un techo al boom minero argentino. Según la consultora, la carencia de rutas adecuadas, energía confiable y transporte ferroviario suficiente amenaza con limitar el desarrollo del sector.
Mientras que en Chile el ferrocarril constituye la columna vertebral del transporte de carga pesada, en Argentina la mayor parte de la producción debe movilizarse en camiones. Esto encarece los fletes y aumenta la vulnerabilidad frente a condiciones climáticas adversas. La mayoría de los proyectos se encuentran en zonas cordilleranas alejadas de la red de alta tensión, lo que obliga a montar soluciones parciales con generadores o extensiones limitadas.
Los Azules funcionará con energía 100% renovable, según informó McEwen Copper, mientras que Glencore anunció inversión en infraestructura complementaria, como nuevos puentes en San Juan para facilitar el acceso a El Pachón. Sin embargo, Deloitte advirtió que sin un plan nacional de obras estratégicas, muchos capitales podrían desviarse hacia destinos más preparados.
Una oportunidad en expansión
El contexto internacional favorece a Argentina. La demanda mundial de cobre podría superar los 35 millones de toneladas anuales hacia 2035, generando un déficit cercano a los 5 millones de toneladas, aproximadamente el 20% del mercado. El cobre es fundamental para la fabricación de vehículos eléctricos, paneles solares y turbinas eólicas. Un auto eléctrico requiere cuatro veces más cobre que un vehículo convencional.
Los precios alcanzaron máximos históricos de USD 11.000 por tonelada en 2023 y las proyecciones apuntan a USD 12.000 para 2025. Las exportaciones argentinas podrían alcanzar USD 3.030 millones en 2029 y un pico de USD 11.742 millones en 2033, consolidando al país como un proveedor relevante en un mercado estratégico para la transición energética global.