“Nada que se diga o no se diga de Shakira podrá ya cambiar su rumbo de artista grande e imparable”. La esquela, escrita por Gabriel García Márquez en 2001, es ahora una profecía cumplida. Una estimación que resultó exacta.
Shakira
Gabriel García Márquez sobre Shakira. Archivo de la colección del Harry Ransom Center de la Universidad de Texas
Gabriel Garcia Marquez, 2001
Imparable, como un fenómeno de la naturaleza moldeado por la obsesión del detalle y los vaivenes de la industria musical, Shakira Isabel Mebarak Ripoll se convirtió en una de las voces más grandes de la música en español. Pero para entonces, cuando el escritor colombiano conoció por primera vez a la muchacha de Barranquilla, ella tenía 22 años y estaba a punto de dar un paso hacia el mercado angloparlante que cambiaría su carrera para siempre.
“La música de Shakira tiene una impronta personal que no se parece a la de nadie, y nadie la canta ni la baila como ella a ninguna edad con una sensualidad inocente que parece inventada por ella. Se dice fácil: ‘si no canto me muero’. Pero en Shakira es cierto: si no canta no vive”, escribió el Premio Nobel en un perfil para la revista Cambio.
Es quizás por esa cualidad vital de la música en su vida que Shakira comenzó a cantar aun siendo una niña. Escribió su primer poema a los cuatro años, compuso su primera canción a los ocho y los primeros discos estudio, Magia (1991) y Peligro (1993), fueron el comienzo adolescente de una carrera en la música, pero lo que vino después fue el inicio de un camino más maduro y sostenido durante 30 años.
Con 12 álbumes de estudio, cinco álbumes en vivo y dos recopilaciones de su carrera, acumula más de 95 millones de discos vendidos en sus tres décadas. Con una reconocida versatilidad vocal, un interés constante en explorar y mezclar géneros musicales y una presencia en el escenario que pocos logran igualar.
La artista, que entiende que la composición o el arte de escribir canciones "pertenece al mundo de los sueños", se transformó a lo largo de su carrera en un ícono de la música latina con una lista de canciones mutables y acompasadas a su crecimiento personal que incorporaron sonidos e imágenes del continente para exportar al mundo.
Desde la crítica a la corrupción de Dónde están los ladrones, la historia de Braulio y Dana y un aborto adolescente en Se quiere, se mata o Ciega, sordomuda como un relato sincero ante el enamoramiento juvenil hasta la celebración mundialista de Waka Waka o el reclamo de las condiciones de trabajo de los migrantes en El jefe.
Los sonidos andinos que la impulsaron al mercado angloparlante en Suerte (Whenever, wherever), los 15 minutos en el Parque Tayrona en los que escribió el auto-retrato que es Inevitable, el impulso de incorporar las voces de sus hijos en una canción como Acróstico o las decenas de colaboraciones con artistas latinoamericanos.
"Este ha sido siempre mi mandato desde que comencé mi carrera: quería mostrarle al mundo quiénes somos los colombianos, quiénes somos los latinos. Quería que combatieran tantos prejuicios que hemos enfrentado a lo largo de los años, y este momento juntos es una celebración de quiénes somos, de lo lejos que hemos llegado", contó en una entrevista con The Rolling Stone antes del comienzo de la porción norteamericana de la gira.
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El espectáculo termina con Shakira actuando bajo una estatua gigante de una loba a la que bautizó como Isabel.
Getty Images
Shakira vuelve como la loba que reagrupa a su manada. Una imagen que adoptó hacia finales de la década pasada y con la que aún se siente identificada.
“She Wolf (La Loba) se convierte en esa canción en la que encuentro un arquetipo, el arquetipo de la mujer salvaje, con el que resueno y me siento identificada en ese momento. Un momento en el que estoy descubriéndome a nivel personal”, dijo recientemente en una entrevista para la revista GQ. “Empiezo a descubrir que hay un ser primario, un ser imperfecto, que merece también ser reconocido. Es un tributo a eso. Y a la mujer empedrada, dueña de sí misma. La mujer pasional”.
Ese arquetipo animal se ha convertido en un sello de identidad para Shakira, que parece cobrar más protagonismo ahora en medio de la gira más grande de su carrera. Las mujeres ya no lloran, el recorrido internacional que nació de su último trabajo discográfico pero se desarrolla como un repaso de todas sus épocas, es un encuentro con el presente y el pasado. Madres, hijas, abuelas. Padres, hijos, nietos.
Una vez más, la música de una de las artistas pop más exitosas de habla hispana atraviesa tierras y generaciones. Hasta llegar a Uruguay.
Desde el norte hasta el polo sur
Después de años en los que su vida romántica se convirtió, nuevamente, en el tema de una telenovela que prometía engaño, despecho, episodios judiciales y hasta una investigación por fraude fiscal, decidió tomar el dolor y hacer con ellos lo que mejor sabe: canciones.
Después de años de colaboraciones y sencillos volvió al estudio para grabar un disco. Las mujeres ya no lloran es el más reciente álbum de la artista, en el que convirtió su experiencia personal en una vivencia compartida con sus fanáticos y una máquina de facturación. Con 16 canciones en las que pasan por el electro pop, la balada, la musica regional mexicana y el reguetón para procesar los altibajos de su vida actual. Y salió de gira.
La loba volvió a liderar a su manada global. El tour de Las mueres ya no lloran se ha posicionado como la artista latina en el primer lugar del ranking de Billboard Boxscore para el primer semestre, recaudando 130 millones de dólares hasta ahora, y segunda en el ranking global detrás de la banda británica Coldplay. La revista especializada estima que la colombiana cerrará el año como una de las artistas con giras internacionales más exitosas en el mundo.
Es fácil entender que este sea el tour más grande de la carrera de Shakira desde el primer momento del espectáculo. Desde el imponente despliegue técnico en el que se sostienen las más de dos horas de música hasta el interés por cada detalle de la experiencia musical.
Pero sin dudas lo más atrapante es esa cualidad intransferible de la artista cuando queda sola sobre el escenario. La atracción hipnótica de su danza y su presencia en escena con apenas los pies descalzos. Shakira es todo lo que esperan que sea: la rockera, la estrella pop, la intérprete de baladas.
Es, para muchos de quienes asistan al concierto, la materialización de una ilusión con un repertorio que atraviesa sus treinta años de carrera artística, en el que encuentra las canciones que marcaron todas sus épocas. Un set list que no se ha apartado demasiado del primer show que abrió la gira en Brasil, con la aparición esporádica de canciones como Underneath your clothes, Ciega, Sordomuda, Si te vas o El Jefe.
Las nuevas fechas de la gira llevan ahora como subtítulo Estoy aquí, en referencia a la primera canción de su álbum debut, Pies descalzos y este guiño de la artista despertó la curiosidad del público sobre posibles modificaciones en el repertorio del show.
Suerte que en el sur hayas nacido, y que burlemos las distancias
No conocía su rostro pero no dejaba de escuchar su voz. Leticia Ortiz tenía 12 años cuando la escuchó por primera vez y se encontró poniendo un el casete junto a la radio para grabar dos temas de esa mujer que la había cautivado con su manera de cantar y las letras de sus canciones.
“Un día caminando por Ocho de Octubre vi una revista de la época que la tenía en la tapa. Ahí le puse rostro y la compré porque quería saber todo sobre ella”, recuerda en diálogo con El Observador.
Poco tiempo después pasó a formar parte del primer club de fans de Shakira en Uruguay, Pies descalzos, que comenzó a funcionar en abril de 1999. Entonces se trataba de conocer gente con los mismos intereses con quien hablar durante horas sobre aquella muchacha colombiana. Hoy en día, dice, son un grupo de amigos de hace más de 20 años y una comunidad virtual más grande que nunca.
Y los uruguayos, que bien sabemos de ver cómo los artistas pasan cerca pero no llegan al patio de casa, la buscan a dónde vaya. Leticia la siguió en diferentes instancias de su carrera, desde el show que dio an Punta del Este en 2007 en el marco del Fijación Oral Tour y años más tarde cuando regresó con su disco Sale el Sol. Fue a Buenos Aires y a Santiago de Chile para poder verla cuando creía que no llegaría a Uruguay. En más de una oportunidad la pudieron conocer y conectar esa historia compartida.
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La última vez que Shakira cantó en Uruguay lo hizo en Punta del Este, pero ya pasaron 25 años desde su única presentación en Montevideo en el Velódromo municipal.
De pronto, la revancha.
“No quería irme con mi gira hacia Europa y Asia sin antes permitirme un último paso por América Latina. Necesitaba encontrarme con todos esos fans con los que no pude coincidir”, escribió en sus redes sociales al anunciar nuevos conciertos en Latinoamérica. “Hice ese espacio, ese hueco entre Estados Unidos y Europa–Asia, para vivir esta gira de celebración y despedida con mi gente latina”. Entre los destinos apareció la bandera uruguaya.
“Fue una locura”, dice Mar Payseé, fanática de Shakira y vocalista de Antología, banda uruguaya tributo a la cantante colombiana. Las redes sociales empezaron a moverse a una velocidad inusitada. Lo mismo sucedió en el entorno del club de fans, con fanáticos uruguayos de diferentes rincones del país en alerta y organizando desde ya la procesión a la capital para ver a la artista en el Estadio Centenario.
En Las Piedras, en 1997, una niña le entregó a otra un casette en un recreo escolar: Escuchá esto, le dijo. “Las letras eran diferentes a todo lo que escuchaba de niña, porque Shakira usaba esas imágenes tan potentes que se quedaban grabadas. Era hasta un juego ver cuánto podíamos memorizar de esas letras imposibles, que en un momento eran parte de nuestro ADN", recuerda Payseé. "Son vivencias que atraviesan la infancia, la adolescencia, y creo que hasta el día de hoy nos pasa también que cuando hacemos el tributo. La gente a veces dice ‘no me acordaba que me acordaba de tantas canciones de Shakira’", señala.
La primera canción que aprendió a tocar en la guitarra fue Estoy Aquí, cuando su padre le enseñó sus primeros acordes. Esa conexión con su música se convirtió hoy en una banda tributo –de la que también forman parte Eugin Cöre y El hijo de Perla en la guitarra, Maite Burgueño en el teclado, Mateo Ojeda en la percusión y Juanchi Waller en el bajo– que una vez al mes pone a la gente a cantar a los gritos sus canciones.
Pero, ¿qué es lo que hacer a Shakira, Shakira? Para Payseé se trata de una cantante pop que tiene una “esencia artística muy propia” y parte del éxito se debe a que se involucra “en cada detalle de las cosas que produce”. “De la música que lanza, de los videos, de los conciertos, entonces hay una impronta de artista integral que creo que esto también es lo que ha hecho que trascienda”.
Ortiz habla de la versatilidad de su carrera. “Shakira ha sabido ir cambiando. A algunos les gustará más, a otros les gustará menos el cambio que tuvo. Yo soy muy fan, amo a todas las Shakiras, pero la Shakira rockera es mi favorita. Sin embargo, creo que esa adaptación que ha tenido a tantos géneros musicales como reguetón, salsa, merengue, siempre lo hizo con el sello que la distingue. Eso fue lo que ha hecho que siga siendo tan famosa y tan querida”.
La cantante del tributo a la colombiana también apunta a esa capacidad de transformación. “Ella se ha ido reinventando en cada disco, con toda una impronta que va mucho más allá de las canciones. Tiene algo hipnótico y algo súper natural, y si bien es una artista súper internacional parece que todas esas maquinaciones de la industria no la hubieran alterado. Se ve y se siente muy natural hasta en sus últimas canciones. Me parece que eso es el punto clave que hace que tanta gente la ame y que nos hace sentir tantas cosas cuando la vemos. Desde los 90 hasta hoy”.