Todo está cambiando muy rápidamente. A mediados de enero, el euro se asomaba a la paridad y se negociaba a 1,014 por dólar. El miércoles cerró a 1,14 para redondear una suba del 10% en el año.
La era Trump y su impacto en Europa le inyectó una dosis de esteroides.
La moneda, con su mayor rally en 15 años y su nivel más alto en tres años, le debe este momento a la desconcertante pero corrosiva crisis de confianza en el dólar. El euro se ha convertido hoy en una moneda refugio.
Los inversores apuestan a que alcanzará 1,20 por dólar en un plazo de 3-6 meses.
Así surge del mercado de opciones, donde los grandes fondos están haciendo contratos a futuro que asumen que al euro todavía le queda combustible y seguirá apreciándose.
Los analistas son algo más comedidos y creen que no hay mucho más recorrido: 1,15 promedio a fin de año, según una encuesta de Bloomberg, aún cuando el Banco Central Europeo (BCE) va por su séptimo recorte y el mercado espera otro en junio.
Y probablemente uno más hacia fin de año, lo que dejaría la tasa por debajo del 2% (la baja del jueves dio pie a un descenso de 0,45% a 1,134).
El estímulo fiscal en Alemania traccionó inversores
Deutsche Bank fue uno de los que salió a advertir sobre esta crisis del dólar, que según la lógica del mercado, debería ser la guarida de inversor en estos tiempos de aversión al riesgo, es decir, de búsqueda de activos seguros que dejen dormir tranquilo.
Pero los inversores están cada vez más convencidos de que las políticas erráticas del presidente de EE.UU., Donald Trump, terminarán perjudicando a la economía.
Por eso, apunta el banco, hay un proceso de desinversión en la divisa estadounidense que se está acelerando.
Para el euro, a su vez, el dato bisagra que ayudó a cambiar la tendencia fue el giro histórico de Alemania.
El mercado vio en la flexibilización de su corset fiscal que habilita un mayor gasto un contrapeso del impacto de una eventual desaceleración global por la guerra de tarifas.
“Ésta es una oportunidad que se da una vez en una década para el euro”, dice Meera Chandan, co-jefa global de estrategia cambiaria de JPMorgan.
“Una vez que el mayor gasto alemán empiece a verse en los números, que será la segunda parte de esta historia, vamos a tener potencialmente un período en que Europa va a crecer más que EE.UU.”.
Un euro demasiado fuerte desinfla la economía
Ahora, la fortaleza del euro también acarrea sus riesgos.
Es cierto que un euro muy débil en este momento de tarifas sanguinarias (más allá de la tregua de los aranceles recíprocos y de lo que se logre negociar en estos tres meses), sería perjudicial ya que incrementaría aún más el costo de las importaciones para Europa.
Un euro fuerte contrarresta ese impacto. Y tiene el beneficio el contener la presiones inflacionarias.
Pero el problema es que las tarifas de “reparación histórica” de Trump ya frenan la economía y desaceleran la inflación.
De modo que un euro recargado con efecto desinflacionario en un contexto de tarifas que enfriarán los precios no son la mejor combinación.
Dice el Deutsche Bank: “Como si las tarifas no fueran suficiente, lo último que quiere el BCE es un shock externo desinflacionario derivado de la falta de confianza en el dólar que aprecie en forma aguda al euro”.
En marzo, la inflación de la zona euro fue de 2,2%. Según Bloomberg, los analistas ya estiman que bajaría a 1,5% para el año que viene.
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La tasa puede caer hasta 1,75% este año
En el mercado entienden que Christine Lagarde, la cabeza del Banco Central Europeo, hoy está supeditada al capricho de Donald Trump y sus decisiones.
La gran cuestión en el manejo de la política monetaria es si Lagarde lleva la tasa (hoy en 2,25%) a 1,75% este año, lo que implica abandonar “territorio neutral” para entrar en zona de estímulo activo de la economía (por debajo de 2%).
Esta baja de rendimientos pondrá a prueba la resiliencia del euro, que también estará condicionado por el diferencial de tasas con EE.UU. (las decisiones de la presionada y vapuleada Reserva Federal bajo la administración Trump) y que no sólo se mueve al ritmo de variables monetarias.
En todo caso, algunos ya miran más allá, y piensan que en el mediano plazo, cuando el estímulo fiscal alemán empiece a generar presiones inflacionarias, quizás sea tiempo de pensar en una suba de tasas en Europa.
Pero suena demasiado lejos.
Vaya a saber qué es del mundo en el mediano plazo. Mañana Trump quizás haga un anuncio.