19 de julio 2025 - 15:24hs

Por Gala Díaz Langou (Directora Ejecutiva de CIPPEC Argentina)

La confianza se erosiona de forma silenciosa.

Y cuando eso sucede, no solo tambalean los gobiernos o las instituciones: también se resquebraja la posibilidad de cooperar. Eso quedó claro en la Cuarta Conferencia Internacional para el Financiamiento del Desarrollo, organizada por las Naciones Unidas en Sevilla, de la que participé.

Se trata de una Conferencia que se realiza cada 10 años. Claramente, esta edición se dio en un contexto bastante distinto a las anteriores, en el que coexisten crisis en distintas dimensiones.

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Lo que se conoce como “policrisis” tiene un hilo conductor muy claro: la crisis de la desafiliación.

La afiliación es un concepto desarrollado por el sociólogo francés Robert Castel que hace referencia al vínculo que podemos tener las personas, individualmente, con las instituciones: cómo nos relacionamos con la familia, con las religiones, con la escuela, con el trabajo y, por supuesto también, con los partidos políticos o las instituciones democráticas.

Lo que creo que marca la diferencia de este momento histórico es una fuerte crisis de la afiliación de los individuos con todas estas organizaciones.

La familia en Argentina y en España

Lo vemos muy patentemente en el vínculo con las instituciones democráticas: solo la mitad de las personas en el mundo confía en sus gobiernos.

En América Latina, ese número cae al 28% y en Argentina, al 17%. Esto se refleja en la baja participación electoral que ha registrado el país durante este año.

Pero es algo que trasciende este vínculo, también lo vemos en la baja de la afiliación religiosa, en los barrios cerrados y en la reducción de espacios públicos, en la disminución en la participación sindical y en el ausentismo y abandono escolar.

Más preocupantemente, lo vemos también en lo que Castel identificaba como el “último bastión de la afiliación”: las familias.

En los últimos 40 años, las configuraciones familiares han cambiado de manera muy significativa.

En Argentina, desde mediados de los años 80 se duplicaron la cantidad de hogares unipersonales y hoy representan 25% del total.

En España, se espera que en 2039 un tercio de los hogares sean unipersonales (lo que representará a 7,7 millones de hogares).

Este cataclismo que está ocurriendo de una manera bastante invisible está también afectando al orden multilateral.

Si las personas se distancian de sus gobiernos, y los gobiernos entre sí, ¿quién sostiene el entramado de cooperación internacional?

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La desafiliación también es geopolítica.

Estados Unidos está volcándose hacia lo doméstico, mientras que Europa busca reducir los riesgos que enfrenta.

Son síntomas de un cambio mucho más sistémico: estamos pasando de un régimen hegemónico (que se conoció como la pax americana) a un régimen multipolar.

Y si bien los conflictos bélicos nunca cesaron del todo, el riesgo que hoy representan es trascendentalmente mayor.

Por este contexto, la Conferencia de Sevilla fue distinta. Pero, sorpresivamente, no pareció impactar mucho en las dinámicas internas de los diversos plenarios, mesas redondas y eventos paralelos.

Se discutió sobre la crisis de la deuda, cooperación impositiva, arquitectura financiera e instrumentos concretos para potenciar el financiamiento al desarrollo, pero se siguió hablando mucho de “ayuda” y “asistencia”.

De a momentos, parecía una Conferencia que podría haber ocurrido antes de la pandemia.

En algunas sesiones sí, se abordó el cambio de contexto que estamos transitando, pero con un énfasis en la necesidad de “nuevas narrativas”.

Esto es algo que no deja de sorprenderme: un cambio en el relato, no es sustancial, es discursivo. Parece eludirse el hecho de que lo que necesitamos, en realidad, es un nuevo modelo, un nuevo sistema que priorice el desarrollo en este nuevo contexto.

Claramente, Sevilla fue un caso paradigmático de los desafíos que estamos enfrentando y que en particular atraviesa la gobernanza multilateral. La ausencia de Estados Unidos y China en las principales discusiones fue ilustrativa.

Este mundo marcado por la fuerte desafiliación pone en juego la posibilidad de generar y preservar el bien común y cuestiona la misma esencia de nuestro contrato social. Porque solamente podremos alcanzar el bienestar humano y planetario haciendo frente a esta crisis.

La cooperación solo es posible si hay vínculos que la hagan posible.

Y hoy, más que nunca, esos vínculos están en disputa. Construir confianza ya no es una opción: es la única estrategia posible.

* CIPPEC Argentina es el Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento.

Temas:

desafiliación multilateralismo ONU Sevilla desarrollo

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