Desde junio hasta septiembre, miles de pueblos y ciudades se transforman en escenarios de reuniones masivas. Es una excusa para comer, tomar y pasarla bien.
La tradición festiva se remonta a tiempos remotos cuando las comunidades celebraban buenas cosechas, rendían culto a sus patronos o simplemente aprovechaban el calor para salir de procesión, cantar y disfrutar.
Muchas de esas fiestas se mantuvieron, otras sumaron nuevas ideas, y hoy cualquier excusa vale para montar una celebración.
Hay fiestas dedicadas a lo que sea. A la música, al vino, al queso, a los tomates, a los caballos, al fuego, al mar y hasta al barro. Algunas duran un día y otras que se estiran por semanas. No hay región sin su cita imprescindible, ni calendario que no desborde en celebraciones. Por más chico que sea el pueblo, no es tal si no tiene su verbena.
La tomatina de Valencia, fiesta y gastronomía garantizadas.
Fiestas de Galia a Andalucía, y a San Fermín
La gastronomía como es obvio, es un pilar esencial de esos encuentros. Repasemos sólo algunos.
En Galicia, la Festa do Pulpo de O Carballiño reúne multitudes alrededor de una receta tan sencilla, como sabrosa y perfecta. Se acompaña de vino Ribeiro y de remate una queimada, un destilado tradicional gallego, hecho con aguardiente, azúcar, cáscaras de limón y naranja.
En Andalucía, El Rocío convoca una peregrinación flamenca donde más de un millón de personas disfrutan de la fe y el cante, un canto andaluz de origen gitano que los aúna. Así pasan las horas de travesía matizados con comidas y bebidas para atiborrar hasta al más valiente.
Los platos más típicos incluyen el arroz campero, migas, guisos, tortillas, empanadas, embutidos, quesos, y por supuesto, el salmorejo y gazpacho como sopas frías.
En cuanto a las bebidas, el rebujito (manzanilla con gaseosa) es muy popular, junto con vino, cerveza, y refrescos. Aunque es cierto, ¡a veces también toman agua!
En el País Vasco, la Semana Grande de Bilbao se extiende por 9 días. La ciudad se transforma en un espectáculo continuo donde asisten más de un millón y medio de personas. En todas partes la comida y la bebida están disponibles a toda hora.
Se puede disfrutar de una gran variedad de comida y bebida típica de la región. Destacan platos como el bacalao al pil pil, el marmitako - un guiso de atún o bonito con papas y pimientos- , el txangurro - centolla - gratinado, pintxos, rabas, y los típicos bocadillos de las casi 40 txosnas - casetas montadas por diferentes comparsas y organizaciones -, ubicadas en el recinto festivo. Para beber, el txakoli, el vino blanco local, es la bebida estrella.
Y no podemos seguir este recorrido sin referirnos a San Fermín, en Pamplona.
La fiesta que se celebra cada julio es mucho más que encierros: es una explosión de disfrute. Cada mes, más de un millón de personas celebran durante nueve días inmersos en música, peñas, bailes y brindis colectivos.
Se come bien y mucho. Desde estofado de toro, chistorra, pintxos de autor hasta bocadillos de los más variados. Para beber, vino navarro, cerveza, kalimotxo -una mezcla de vino tinto y refresco de cola -, litros de sangría y más cerveza.
Todo al ritmo de las charangas, pequeños grupos musicales compuestos por instrumentos de viento y percusión con el blanco y rojo como uniforme universal. Una fiesta que no se detiene y se celebra llevando al límite a todos los sentidos.
Lo que está clarísimo es que no se concibe celebración sin la fuerte incidencia de la industria de la restauración.
¿Qué sería de las fiestas en España sin su gastronomía? La comida y la bebida son parte esencial del festejo. El alma de cada región y la cocina tradicional se lucen y exhiben como patrimonio vivo.
Empanadas gallegas, sardinas asadas, morcillas, gazpachos, fideuas, quesos, vinos, cervezas artesanas o dulces de convento. Todo a disposición para mantener el ritual perenne y el cuerpo contento.
La popular fiesta del barro en Lugo.
El dilema, ¿Y si hay que elegir una fiesta?
¿Preferís la adrenalina del encierro de San Fermín o la calma ardiente de las hogueras de San Juan?
¿El jolgorio sevillano o la mística asturiana? ¿La verbena de un pueblo perdido o una romería en la sierra?
El verano español es una invitación constante: a viajar, a compartir, a emocionarse, a bailar sin miedo, a comer rico y a tomar mucho.
Pero si pensás que ya lo viste todo, esperá a conocer las más originales...estas son solo algunas.
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En Haro (La Rioja), cada 29 de junio, cientos de personas se lanzan litros de vino entre sí. Lo llaman la Batalla del Vino. Terminan empapados, morados y felices.
En Buñol (Valencia), la Tomatina convierte las calles en un campo de guerra... de tomates. Una hora de locura que acaba en ducha y tapeo.
En Vilalba (Lugo), la Fiesta del Barro es literalmente eso: zambullirse en barro como si el verano necesitara también su chapoteo tribal. El final, el de siempre, a deambular por los bares.
En Catoira (Galicia), desembarcan vikingos en barcos de madera y se enfrentan en una recreación entre graciosa y épica. Nadie sabe muy bien cómo empezó, aunque tampoco importa demasiado.
En definitiva, las fiestas populares en España son una celebración de todos y para todos, un espejo de su diversidad y un canto a la alegría de vivir que demuestra este pueblo cada vez que puede, y puede casi siempre.
Pero ya basta, tengo que armar mi itinerario que el verano ya dijo presente! ¡Brindamos en algún festejo!.
Los vikingo de Catoira, en Galicia.