En Estados Unidos, el acceso a la educación superior se convirtió en sinónimo de deuda para muchos. Mientras 43 millones de personas luchan con un pasivo que asciende a 1,7 billones de dólares, esta carga recae con especial intensidad sobre la Generación X. Los más de seis millones de deudores de entre 50 y 61 años cargan con el saldo promedio más alto de todos los grupos de edad, situación que llevó a que esta generación reevalúe el valor de la educación superior y enfrente grandes incertidumbres sobre su futuro y la posibilidad de una jubilación segura.
Los hombres y mujeres de entre 50 y 60 años avanzan hacia la jubilación con una carga de deuda estudiantil insoportable. Con un saldo promedio de 47.857 dólares, los deudores de esta generación ostentan el promedio más alto, según datos de la Ayuda Federal para Estudiantes. A raíz de esta situación, muchos desarrollaron un profundo escepticismo hacia la educación superior y su elevado costo. Según el Pew Research Center, un estudiante en Estados Unidos invierte anualmente entre 10.000 y 70.000 dólares en sus estudios.
Las políticas cambiantes, la información contradictoria de las empresas administradoras y los atrasos del sistema crearon un laberinto del que muchos no pueden escapar. Es común ver préstamos que se extienden por más de 30 años, deudas que se triplican por los intereses y se convierten en un ancla que impide cualquier otra inversión.
Esta frustración se intensificó este año, cuando los reembolsos de los préstamos, suspendidos desde la pandemia del covid-19, se reanudaron, debilitando el presupuesto de millones de hogares y limitando su acceso a otros créditos.
Protestas afuera de la Corte Suprema en Washington por los prestamos estudiantiles en 2023. AP
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Una historia de endeudamiento
El peso de la deuda estudiantil que agobia a la Generación X no es casualidad. Los miembros de esta cohorte, nacidos a partir de 1965, crecieron en un momento en que la Ley de Educación Superior había abierto el acceso a los préstamos federales. La generación anterior, los baby boomers, no tuvieron el mismo acceso, y los millennials, nacidos después, tuvieron una mayor consciencia del peso que la deuda podía tener. Sin embargo, para la generación que alcanzó la edad universitaria a finales de los 80, la educación superior se presentaba como una necesidad absoluta para el progreso y una puerta de entrada a la movilidad social.
Durante esa época, los préstamos federales pasaron de ser una herramienta exclusiva para familias de bajos ingresos a convertirse en la principal forma de financiamiento educativo. Esta transición fue acelerada por dos cambios cruciales en la década de 1990: la introducción de los préstamos directos a estudiantes por parte del gobierno, lo que marcó un cambio con respecto a los respaldados por el gobierno de bancos privados, y la aparición de los préstamos no subsidiados. A diferencia de los préstamos subsidiados, en los que el gobierno cubría los intereses mientras el estudiante se encontraba en la universidad, los préstamos no subsidiados estaban disponibles para todos, pero el que lo tomaba era responsable de pagar los intereses acumulados desde el primer día.
Estos cambios facilitaron un mayor endeudamiento, lo que, junto al aumento en el costo de las universidades, contribuyó significativamente a la escalada de la deuda estudiantil. Según el American Council on Education, entre 1990 y 2000 la deuda estudiantil se duplicó, sentando las bases de una crisis que se prolongaría por décadas.
Estudiantes caminan en el campus de la Universidad de Pensilvania en Indiana, el 21 de octubre de 2020. AP
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Un freno al consumo y crecimiento
El impacto de la deuda masiva va más allá de las finanzas individuales y afecta la economía nacional. Según Morgan Stanley, los miles de millones de dólares destinados mensualmente al pago de préstamos estudiantiles podrían reducir el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) de Estados Unidos en 0,1 puntos. Esta situación representa un freno directo al consumo y la inversión.
A medida que acumulan décadas de vida adulta, la Generación X adquirió otros tipos de deuda, lo que a menudo hace que el pago de los préstamos estudiantiles pase a un segundo plano, detrás de las tarjetas de crédito y los préstamos personales o para los autos. Un análisis de LendingTree reveló que esta generación tiene una deuda promedio sin hipoteca de 26.207 dólares, la más alta en comparación con cualquier otra cohorte. Además, el año pasado, tuvo la deuda promedio más alta en tarjetas de crédito, con 9.557 dólares, según Experian, una compañía tecnológica especializada en gestión del riesgo de crédito, fraude, herramientas y motores de decisión.
Joe Biden cancelaciones de la deuda estudiantil. AP
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La alta carga de la deuda estudiantil afecta, además, la capacidad de los deudores para adquirir otros créditos, como hipotecas o préstamos para negocios, limitando su potencial de crecimiento económico. Los impagos se multiplican: aproximadamente 5 de los 44,7 millones de los que tomaron préstamos están con un atraso de más de 90 días, según datos de la Ayuda Federal para Estudiantes. Además, los informes de la Reserva Federal de Nueva York indican que los de 50 años o más tienen más probabilidades que otros grupos de edad de estar seriamente en mora con sus préstamos, lo que afecta gravemente sus puntajes de crédito.
Esta situación también dificultó que la Generación X ahorre para la jubilación, ya que sus presupuestos son consumidos por los pagos de deudas y otras responsabilidades financieras crecientes. En un análisis del Instituto Nacional de Seguridad de la Jubilación, se encontró que, si bien los graduados universitarios de la Generación X tienen ingresos más altos, aquellos con deuda estudiantil tienen un patrimonio neto general más bajo que sus pares sin deuda.
Respuestas políticas insuficientes y un futuro incierto
Las respuestas políticas a la crisis de la deuda estudiantil fueron inconsistentes. La administración de Joe Biden implementó una pausa en los pagos durante la pandemia e intentó en 2023, a través de su plan SAVE, reducir la carga financiera de los deudores, pero la medida fue bloqueada por la Corte Suprema.
Trump firma orden ejecutiva. EFE.avif
Por su parte, la administración de Donald Trump adoptó una postura más estricta. Su Departamento de Educación amenazó con confiscar salarios a millones de deudores que no realizaron pagos desde la pausa de la pandemia. Una nueva ley de impuestos y gastos, firmada en julio, restringe algunos planes de préstamo y pago, lo que representa un retroceso en los préstamos estudiantiles federales.
"Pagar los préstamos estudiantiles federales no es un balón político, es la ley. La administración Trump está proporcionando a los deudores claridad y consistencia", dijo un portavoz del Departamento de Educación al Wall Street Journal. Citando los altos niveles de impago y morosidad, el departamento anunció a principios de septiembre una nueva iniciativa para educar a los deudores sobre los beneficios y riesgos de los préstamos federales.
El aumento de la deuda, la inestabilidad económica y la incertidumbre política llevaron a una profunda revaluación del valor de la educación superior, con un creciente número de jóvenes cuestionando la rentabilidad de un título universitario.