El discurso de Javier Milei en la Asamblea General de las Naciones Unidas no fue el típico mensaje diplomático. Desde el primer momento, asumió el papel del "aguafiestas", con una declaración de intenciones clara: “Yo no soy un político”, aseguró al comenzar su intervención en la ONU. Este rechazo a las formas tradicionales de la política marcó el tono de todo su discurso, en el que se presentó como un economista libertario que llegó al poder casi de casualidad, por una carambola de la historia, como él mismo lo expresó alguna vez.
Desde allí, no hubo sorpresas. Milei fue directo y atacó con fuerza dos pilares de la ONU: la Agenda 2030 y el Pacto del Futuro. Ambos son iniciativas que abogan por la coordinación global para enfrentar los grandes problemas del mundo, desde el cambio climático hasta la pobreza y la desigualdad de género. Sin embargo, para Milei, esas soluciones representan una forma de “socialismo colectivista” que atenta contra la soberanía de los Estados-nación. Y en algunos casos ni siquiera existen como problemas reales. En su visión, Argentina no puede seguir en esa línea.
Argentina fue uno de los pocos países que se desmarcó del consenso mayoritario en la ONU. La gran mayoría de los 193 países miembros aprobó el Pacto del Futuro, mientras Milei hizo todo lo contrario, dejando a la Argentina en un grupo minoritario de países. Esta decisión de aislarse no es casualidad. El presidente argentino podría haber adoptado una postura más neutral, acompañando estas iniciativas bajo la premisa de que, en la práctica, muchas de estas recomendaciones no se aplican con rigor. Pero Milei optó por una jugada distinta: marcar su oposición de manera clara y contundente.
En este contexto, su actitud también refleja su ambición de convertirse en un referente global para la nueva derecha, algo que ya se ha visto en otras intervenciones internacionales. Como quedó claro en este discurso, Milei está construyendo una narrativa en línea con la derecha global, esa “internacional trumpista” que busca generar agenda y posicionar ideas más allá de las fronteras nacionales y darle batalla a la cultura woke. Esa cruzada cultural representa su punto de mayor cercanía con Donald Trump y se coronó con su omnipresencia en redes y medios, incluyendo la tapa del The Wall Street Journal.
El rechazo al multilateralismo
Para Milei, el multilateralismo no es la solución. De hecho, lo ve como parte del problema. Criticó duramente la idea de que los problemas globales, como la pobreza o el cambio climático, se resuelvan mediante soluciones coordinadas entre países. Según él, estas iniciativas no solo son ineficaces, sino que también tienen un trasfondo ideológico que amenaza las libertades individuales. Este tipo de crítica no es nueva en los discursos de la derecha global, pero Milei la llevó un paso más allá al desmarcar a Argentina de estos compromisos.
Si bien esta jugada puede fortalecer su imagen como un líder de la derecha internacional, plantea preguntas sobre su impacto en los problemas locales de Argentina. En este sentido, es importante distinguir entre lo que llamo “las dos agendas de Milei”: por un lado, su agenda personal, que lo proyecta en el escenario global junto a figuras como Elon Musk o Donald Trump; por el otro, la agenda local, que está cargada de problemas urgentes y complejos que requieren soluciones inmediatas en Argentina. Estas dos agendas pueden parecer desconectadas, pero en la mente de Milei están profundamente relacionadas. El tiempo dirá si los resultados confirman esta conexión.
No podemos ignorar el hecho de que la Argentina enfrenta una crisis económica que precede largamente a Milei. En este escenario, la paciencia social será clave para evaluar si estas apuestas en el terreno internacional se traducen en soluciones concretas para los problemas domésticos. En el ámbito económico, muchos inversores y empresarios están observando con cautela. Si bien entienden que Milei está implementando políticas necesarias, también quieren ver cómo maneja la gobernabilidad y las tensiones sociales en el futuro.
El abandono de la neutralidad histórica: un giro en la política exterior argentina
Uno de los puntos más relevantes de su discurso fue el anuncio de que Argentina abandonará su neutralidad histórica en el escenario internacional. Milei afirmó que el país estará “a la vanguardia de la lucha en defensa de la libertad”. Esta declaración, aunque potente, deja muchas preguntas abiertas. ¿Qué significa, en términos concretos, este cambio de postura? Para Milei, esta ruptura con la neutralidad podría tener implicancias inmediatas en conflictos como el del Medio Oriente, donde ya ha mostrado un claro alineamiento con Israel, y en la guerra entre Rusia y Ucrania, donde también se ha posicionado en favor de Ucrania y en contra de Vladimir Putin.
Este cambio es significativo, especialmente si consideramos que Trump, uno de sus aliados ideológicos, ha sido ambiguo en su postura sobre Putin. Mientras Trump coquetea con la idea de reducir el apoyo a Ucrania, muestra desinterés por la OTAN y ha sido reacio a condenar abiertamente a Putin, Milei ha mostrado una posición más clara. Este contraste podría tener implicancias importantes si Trump regresa al poder en las elecciones de noviembre.
El giro en la política exterior de Argentina también tiene una dimensión simbólica. Al anunciar que el país abandonará su neutralidad, Milei se desmarca de una tradición diplomática de décadas. Esta decisión refuerza su imagen como un líder que no tiene miedo de romper con las convenciones y de tomar posiciones firmes en la arena internacional.