Entre octubre y noviembre del año pasado, el Grupo Larrarte comenzó a ser noticia por presentar atrasos en los pagos a inversores. El negocio que proponía la empresa, a cargo del veinteañero Jairo Larrarte, era sencillo: una persona ingresaba con un monto mínimo y ellos le prometían el reembolso de la inversión con un interés cercano al 10%.
Cuando surgieron las denuncias contra Larrarte, hubo algunos abogados –como Camilo Silvera– que argumentaron que la estafa se daba desde el momento en que se le prometía a los inversores intereses de alrededor 10 o 15%. El penalista aseguró por ese entonces que el negocio ganadero no dejaba al productor una ganancia superior a 5%.
¿Cómo funcionan estas empresas? El inversor, que generalmente ingresa al negocio con cifras superiores a los US$ 100.000 o incluso con US$ 1 millón, firma un contrato con la empresa en la que se establecen algunas pautas.
Una de ellas es que el privado, es decir la compañía, se compromete a comprar determinadas cabezas de ganado y ponerlas a nombre de la persona que depositó el dinero.
Una vez que los animales son comprados, la empresa los engorda y los comercializa a un mejor precio del que los adquirió y de ahí se desprende la ganancia, a la que se le suman los intereses.
La compensación surge porque los empresarios aseguraban que tienen un contexto de producción favorable para generar rentabilidad sobre el capital.
¿Con cuánta plata se ingresa? El valor para ingresar como inversor varía dependiendo de la compañía. En el caso de Larrarte iba desde los US$ 50.000 a los US$ 100.000, mientras que Conexión Ganadera en el último tiempo exigía un monto que rondaba los US$ 200.000, aunque muchos inversores que actualmente son damnificados entraron al negocio con menos dinero. Algunos porque conocían a los directivos de la empresa y otros porque depositaron el dinero hace muchos años.
Sin embargo, fuentes vinculadas al sector dijeron a El Observador que el monto nunca era exacto, sino que muchas veces se podía negociar dependiendo de los objetivos del inversor (hay inversores que pusieron US$ 20 mil).
“Había gente que ponía poca plata pero en la medida que iba ganando reinvertía. Entonces, si lo sumás en los años, pusieron miles de dólares”, agregó otra de las fuentes.
¿Cómo se sabía si el ganado había sido comprado? Cuando alguien adquiere ganado se debe documentar a través de las guías de ganado. Esto es asemejable a los títulos de un auto o una casa, que acreditan que el bien está a nombre de determinada persona.
En este caso, además de la guía, se debe emitir un número de registro único en el Ministerio de Ganadería que se le adjudica a una razón social. Este proceso, conocido como Dicose, es para aquellos que solamente poseen ganado y no explotan tierra.
En la causa del Grupo Larrarte, los abogados que defienden inversores aseguran que hubo varias guías que no eran originales y que tampoco fueron firmadas por sus clientes.
La otra forma de constatar que el ganado existe es yendo al lugar donde esté. En Conexión Ganadera esto se dio al comienzo de la operativa, pero luego la práctica se fue diluyendo y en los últimos años no era una costumbre.
¿Cuál es el perfil del inversor? Quizá por el rubro, hay quienes se imaginan que los inversores son personas con cocimientos de campo. Sin embargo, la realidad marca que la mayoría de los damnificados son personas que viven en la ciudad y que buscaron invertir sus ahorros en un lugar que creían seguro.
A diferencia de Grupo Larrarte, Conexión Ganadera tenía dos caras visibles y conocidas: Gustavo Basso y Pablo Carrasco. El primero, quien falleció en un siniestro de tránsito en ruta 5 en noviembre pasado, era un conocido empresario rural que tenía un escritorio y operaba en la zona de Florida.
Carrasco, por su parte, también es un corporativo de alto perfil que durante muchos años dio charlas, escribió columnas de opinión en varios medios de comunicación y aseguró que su empresa era confiable cuando ocurrió el descalabro del Grupo Larrarte.
El “descreimiento del uruguayo” fue uno de los principales obstáculos que debió sortear su emprendimiento , según Pablo Carrasco
El “descreimiento del uruguayo” fue uno de los principales obstáculos que debió sortear su emprendimiento , según Pablo Carrasco
¿Hubo un click? Para tener ganado, hay que tener un lugar donde los animales crezcan y engorden. En el caso de Grupo Larrarte aseguraba que tenía campos propios y arrendados, al igual que Conexión Ganadera.
No hubo un momento exacto en el que los problemas financieros de las empresas comenzaran a traducirse en atrasos en el pago a inversores. Sin embargo, sí hubo luces amarillas: el aumento del precio del ganado, el incremento del costo de la hectárea y todos los gastos asociados a la producción que van en aumento debido al atraso cambiario. Por ejemplo, en el caso Larrarte, la empresa dejó en un momento de comprar ganado a pesar de que seguía recibiendo dinero de clientes que creían estar comprándolo.
Ahí es cuando aparece la figura de la “bicicleta financiera”, es decir, intentar pagar los intereses prometidos a los inversores con dinero de otros inversores. El problema es que se genera un desfasaje: hay más egresos que ingresos y los fondos empiezan a escasear.
¿Y ahora? Conforme al paso de las semanas y luego de que Conexión Ganadera declaró un pasivo negativo de US$ 250 millones, las denuncias en los escritorios de la Fiscalía contra Carrasco comenzaron a acumularse, tal y como pasó hace unos meses con Larrarte o República Ganadera.
Es de esperar que la compañía pida ingresar a concurso de acreedores, mientras que los abogados de los damnificados buscarán confiscar bienes de los empresarios con el fin de saldar las deudas.
El comunicado del Banco Central
La semana pasada, el Banco Central del Uruguay (BCU) emitió un comunicado luego de que se conociera la situación de Conexión Ganadera y de que dirigentes políticos cuestionaran a la institución por su accionar.
“A partir de la publicad de la oferta de este giro, y en el marco regulatorio que conduce la supervisión del Banco Central, la Superintendencia de Servicios Financieros ha realizado supervisiones a efectos de verificar que las inversiones fueran efectivamente un contrato ganadero y no un depósito, préstamo individual, fondo de inversión u oferta pública de valores sin el debido registro del valor y su emisor”, agrega el texto.
El BCU asegura que las 11 actuaciones implicaron que “las empresas debieron presentar toda su información societaria y contable, listados de clientes, copias de contratos tipo y además, información completa de una muestra de clientes y sus contratos efectivamente firmados”.
“Analizada la información –en los casos que se entendió que la documentación proporcionada no aseguraba que se estaba ante una inversión en ganado, sino que se asimilaba a un llamamiento general e impersonal para la realización de una inversión financiera– se instruyó a las empresas a que se abstuvieran de realizar publicidad llamando a inversores”, expresa el comunicado.