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¿Cuáles son los barrios que prefieren los inmigrantes para alquilar en Montevideo?

La llegada de extranjeros en los últimos años estuvo impulsada por una oleada latinoamericana, que se vuelca al arrendamiento como solución habitacional
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16 de abril de 2017 a las 05:00

Si la inmigración temprana de Uruguay, entre fines del siglo XIX y principios del XX, estuvo marcada fuertemente por la llegada de españoles e italianos, la nueva oleada migratoria se mueve a ritmo latinoamericano.

En la última década, el número de inmigrantes de países de la región no limítrofes (es decir, sin considerar a Argentina y Brasil) creció de forma sostenida, con algunos emisores de notable incidencia. Según destaca un informe del Mides, titulado Caracterización de las nuevas corrientes migratorias en Uruguay, los orígenes de inmigrantes que menos aumentaron entre el 2000 y 2014, como Perú, Chile o Colombia, duplicaron o triplicaron el número de ciudadanos a los que se les concedió residencia en el país, mientras que los que más sobresalieron, República Dominicana y Venezuela, incrementaron 10 veces su caudal migratorio.

Tomando como referencias distintas fuentes administrativas, como los números de residencias concedidas, número de cédulas de identidad entregadas, el censo de 2011 y la Encuesta Continua de Hogares, el informe construye un mapeo general de las características demográficas de la inmigración reciente y, entre otros asuntos, analiza el acceso a la vivienda de esas poblaciones.

Por zonas

De acuerdo a datos del censo 2011, el 64,5% de los inmigrantes provenientes en los últimos 10 años de países latinoamericanos, con excepción de Argentina y Brasil, reside en Montevideo, mayoritariamente en Pocitos.

Mientras que en el total del país la tasa bruta de inmigrantes de esos orígenes es de 114,7 cada 100 mil habitantes, en Montevideo la cifra supera los 178. En Maldonado la tasa es de 116,6 cada 100 mil, en Canelones 106 cada 100 mil y en Colonia 88 cada 100 mil.

Al desagregar por barrios, Carrasco, Ciudad Vieja y Punta Carretas concentran, dentro de Montevideo, el 37% del total de inmigrantes recientes provenientes de países latinoamericanos no limítrofes. Según el informe, los inmigrantes recientes de países latinoamericanos se instalan principalmente en Pocitos, salvo por los peruanos, que se concentran en Ciudad Vieja y el Centro.

Sin embargo, parte de las estadísticas que recoge el informe pueden ser un tanto engañosas, dijo a El Observador la abogada Valeria España, referente de grupos migratorios en Uruguay. En algunos casos, explicó, la residencia puede ser el lugar de trabajo, ya que hay muchas empleadas domésticas en régimen “con cama”, es decir, que duermen en casa de sus patrones.

De hecho, el informe señala que la proporción de inmigrantes recientes de orígenes latinoamericanos en relación de dependencia respecto a su vivienda (de las cuales, el régimen “con cama” es una) cuadriplica a la población nativa. Ese fenómeno no tiene tanto que ver con el estatus de inmigrante como sí con el tiempo que lleva una persona en el país.

En cuanto a la segregación residencial, que mide la concentración de inmigrantes en un determinado barrio, se advierte una tendencia a congregarse los de igual nacionalidad en una misma zona, algo que de por sí no tiene un efecto negativo. Es más, según describe el informe, en muchos casos la concentración en un mismo barrio genera redes comunitarias que facilitan el acceso al empleo.

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Inquilinos

Comparando la modalidad de vivienda de los uruguayos nativos con la del grupo de inmigrantes latinoamericanos recientes, se constata un predominio del alquiler en este último, en detrimento de la propiedad.

Más de la mitad (52%) de los inmigrantes regionales recientes alquilan una vivienda, una cifra que se reduce a la mitad (26,2%) en el caso de aquellos de igual origen que llegaron al país hace más de 10 años.

Es que la antigüedad es un factor preponderante en la modalidad de vivienda elegida. Mientras que la proporción de uruguayos nativos propietarios (60,6%) es el doble que en el caso de los inmigrantes recientes de América Latina (30,2%), la brecha se acorta cuando se analiza la situación de los inmigrantes con más años en el país. De ese grupo, 55,7% es propietario de una vivienda.

Según el consultor inmobiliario, Julio Villamide, el aumento de extranjeros en el mercado de alquileres “es notorio”, aunque asegura que es difícil definir características comunes porque no se trata de un grupo homogéneo. De todas formas, señala que existe una tendencia a venir de forma salteada y juntarse con otras personas para alquilar. España acotó que el proceso migratorio generalmente es así, en tandas y de forma escalonada. “De esa forma se busca que cuando llegue el resto de la familia, ya estén solucionados los temas que tienen que ver con las necesidades básicas”.

En cuanto a la heterogeneidad de los inmigrantes latinoamericanos, Villamide señaló que los venezolanos que vienen al país son clase media alta, mientras que otras poblaciones que han crecido aceleradamente, como la peruana o la dominicana, son de más bajos recursos.

Caso aparte

El mapa cambia bastante si se atiende exclusivamente a la población peruana y dominicana, que además son de las que más crecieron desde el último censo –el número de dominicanos, por ejemplo, se duplicó desde 2011–. Por eso el informe del Mides dedica un capítulo aparte a ese grupo, y señala mayores dificultades para el acceso a derechos básicos como la vivienda.

Distintas organizaciones sociales destacaron las malas condiciones en las pensiones y observaron falencias en el control que hace la Intendencia de Montevideo.

Al llegar al país, muchos inmigrantes acuden a la pensión como primer lugar de hospedaje, aunque eso signifique tener que convivir con el hacinamiento y la mugre. Entre los testimonios recogidos por el informe, uno destaca que “los dominicanos están absolutamente expuestos en las pensiones pagando precios irrisorios por media cama”. España contó que por un cuarto les pueden pedir hasta $ 8.000 mensuales, y lo tienen que compartir con otras 10 personas.

La pensión aparece como principal opción para aquellos que no pueden acceder a un alquiler. “La mayoría viene a trabajar y a mandar remesas, y los alquileres son muy caros”, relató un peruano que tiene 45 años y está hace siete en Uruguay. Además de los costos, otro de los obstáculos que enfrentan los inmigrantes es la obligación de presentar una garantía. “Es complicado porque no tienen propiedades en Uruguay”, comentó Villamide.

Según España, los dueños de las pensiones “se aprovechan de los inmigrantes recién llegados, porque saben que no tienen otra alternativa de vivienda”. Sin embargo, los inmigrantes identifican otras alternativas. Una de ellas es la relación de dependencia, ejemplificada en el caso de muchas mujeres que deciden emplearse en el sector doméstico y dormir en casa de sus patrones. De esa forma, señalan las propias mujeres, se despejan los problemas del costo de la vivienda y se puede enviar todo el dinero a la familia en el país de origen.

$ 8 mil mensuales es lo que cobran alguna pensiones, a los inmigrantes dominicanos, por una pieza precaria compartida.

“Siempre tuvimos la noción de que trabajar en casa de familia era lo que más convenía, porque trabajamos con cama y la plata casi nos sale limpia”, cuenta en el informe una peruana de 31 años. Tanto es así que, en invierno, algunas trabajadoras prefieren no tomar día libre para no tener que buscar una pensión.

Cuestión de tiempo

El informe concluye que el pasar de los años conlleva a una mejora generalizada de las condiciones de vida, aunque advierte que hay problemas que no se solucionan.

Para España, el tiempo como remedio no es suficiente y por eso llama a intensificar las políticas públicas de migración. “Hay una institucionalidad que no está funcionando y condiciones básicas de vida están siendo incumplidas”, afirmó.


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