Gabriel Pereyra

Gabriel Pereyra

Zikitipiú

¿Hay libertad de prensa en Uruguay?

La respuesta a esta pregunta seguramente tendrá tantos matices como periodistas o medios hay
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03 de mayo de 2013 a las 00:00

En momentos en que se celebra el día de la libertad de prensa, la comidilla local es la censura que sufrió el periodista Miguel Nogueira, quien fue sacado del aire mientras era entrevistado en un programa de canal 4. Algunos dicen que llamaron del gobierno porque estaba cuestionando a canal 5, otros que fue el propio canal que decidió levantar el programa.

¿Hay libertad de prensa en Uruguay? La pregunta surge cada tanto en seminarios, mesas redondas o de parte de estudiantes de periodismo que llegan a la redacción en busca de una respuesta definitiva y seguramente muchas veces se van frustrados.

La respuesta a esa pregunta seguro tendrá tantos matices como periodistas ejerzan la profesión. ¿Qué responderían los responsables del programa al que obligaron a sacar del aire a Nogueira?
En Uruguay existen condiciones políticas e institucionales para ejercer una amplia liberta de prensa. Cómo hacen uso de esas condiciones los distintos actores que operan en el área es otra cosa.

Augurar vientos chavistas por lo que le pasó a Nogueira es una exageración. Y es una exageración sobre todo para quienes pensamos que es normal que en los gobiernos haya personajes que no quieren o no les conviene el libre ejercicio de la libertad de prensa. Lo que no debería ser normal es que en los medios haya empresarios que cedan con tanta facilidad a una llamada.

Lo tuitié en estos días y lo repito: si me dieran a elegir un papel de villano en esta película de la vida, prefiero el de quien presiona, que en última instancia tiene más que ver con su función de ejercitar el poder con todas sus aristas negativas, que quien se deja presionar, que se está apartando de lo que es, supuestamente, su misión en este negocio.

Cuidado, porque los adalides de la libertad de prensa muchas veces obvian que detrás de una actitud poco digna puede haber un profesional de cuyo sueldo vive su familia y no tiene otra que soportar la situación.

También lo sufren las empresas. En estos días una firma levantó su pauta publicitaria en el diario con argumentos comerciales cuando todos aquí sabemos que lo hizo porque El Observador está informando con insistencia sobre cosas que no le gustan, y lo seguirá haciendo. Para una empresa periodística es complicado perder un avisador.

Cada uno sabe hasta donde ir en esto del ejercicio del periodismo porque la libertad no es una piscina donde todos flotamos de la misma forma. Es más bien una colina a la que hay que escalar todos los días. La libertad, aún en las democracias más plenas, es un bien que hay que conquistar contra los políticos prepotentes, los empresarios periodísticos pusilánimes o los auspiciantes mediocres.

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