"La incendio de la mina de El Bordo" de Yuri Herrera, la olvidada tragedia en la que 87 mexicanos murieron hace un siglo

Herrera (Actopan, Hidalgo, 1970) hace una reconstrucción histórica de una tragedia que ha estado muy presente en su vida y que forma parte del imaginario de Pachuca, en el centro del país.

"Hay algo en esta historia de asesinatos, despojos y obstinación contra el olvido que puede sentirse cuando uno visita la ciudad", asegura.

Los silencios son parte fundamental del libro ya que según cuenta el escritor, "parte fundamental de esta tragedia es cómo desde el poder se silenciaron las voces de las víctimas y cómo se protegió el silencio de los victimarios".

En la siguiente entrevista con BBC Mundo, el también profesor en la Universidad Tulane de Nueva Orleans habla sobre su último libro, la política en México y la situación de los migrantes en Estados Unidos.

¿Qué pasó en El Bordo y cómo lo trataron las autoridades?

El 10 de marzo de 1920 hubo un incendio en la mina El Bordo, en Pachuca. Con el fin de apagarlo, los administradores, estadounidenses, decidieron sellar los tiros de la mina, cuando todavía había docenas de mineros adentro.

Su justificación fue que seguramente ya todos habrían muerto, pero cuando volvieron a abrir los tiros una semana después encontraron 7 mineros vivos, lo cual quiere decir que cuando los cerraron había muchos más que podían haberse salvado.

Usted ya había abordado esta historia en su doctorado en Berkeley, ¿Por qué vuelve a ella ahora?

Quería escribir una historia lineal que pudiera ser apropiada o reapropiada por la población pachuqueña que es de donde salió originalmente, pero se ha ido perdiendo.

Todavía sobrevive en la memoria oral, pero no existe dentro de la memoria oficial. No existe dentro de la historia literaria ni dentro de la historia con H mayúscula.

Quería crear una versión que estuviera al alcance de la gente de mi ciudad y lo que hice fue tomar las fuentes disponibles y alguna más que surgió después y contar la historia de la mejor manera posible.

"A ratos parece resignación, a ratos parece tolerancia, a ratos puro valemadrismo; muy pocas veces, rabia", así describe lo que se siente en Pachuca por la tragedia. Parece que su libro está dedicado a la gente dispuesta a recordar…

Para mí este libro es parte de la genealogía de la impunidad en México. A veces la gente piensa que la impunidad empezó con Enrique Peña Nieto o con Felipe Calderón y ciertamente con ellos es cuando se volvió infernal.

Pero, la impunidad no ha sido un defecto de nuestras instituciones, ha sido una de sus características.

Es algo que independientemente de quién esté a cargo de estas instituciones ha funcionado desde hace mucho. Yo diría que es un rasgo colonial en términos de que en México ha existido desde el inicio de la nación o desde antes.

Hay ciudadanos de primera y ciudadanos de segunda. Ciudadanos cuyos derechos son respetados y protegidos y ciudadanos que en realidad tienen esos derechos sólo en la letra pero que no son respaldados por las instituciones.

¿Pero por qué dice usted que esta historia en específico es parte de la genealogía de la impunidad en México?

Hubo una investigación, pero ésta se concentró en tratar de averiguar cuál fue el origen del fuego, y ni siquiera eso averiguó; no se interrogó a los dueños de la mina ni a los administradores, salvo uno; lo que hizo el agente del ministerio público fue legitimar las decisiones tomadas por los administradores que llevaron a la muerte por fuego o por asfixia de, al menos, 87 personas.

El expediente judicial de esta investigación es el registro de cómo se construye una mentira para proteger a los poderosos, de tal manera que esa mentira se constituya en verdad legal. Es un procedimiento que ha seguido siendo utilizado a lo largo de nuestra historia.

¿Cómo fue su primera incursión en la no-ficción? Cuáles fueron los retos con respecto a sus libros anteriores?

He escrito crónicas de distinto tipo, la principal diferencia con este caso es que tenía que contar la historia con un conjunto limitado de fuentes, tomando en cuenta los silencios, los vacíos.

Así es que decidí que esos silencios no serían un defecto de la historia sino una parte central: parte fundamental de esta tragedia es cómo desde el poder se silenciaron las voces de las víctimas y cómo se protegió el silencio de los victimarios.

Y al contrario de la escritura de ficción, aquí no podía permitirme especular sobre lo que estaban sintiendo o pensando los protagonistas, sólo subrayar que ésa es una omisión producida institucionalmente.

Hablando de la industria minera en México, en julio pasado ocurrió un derrame de ácido sulfúrico en el Mar de Cortés que provocó manifestaciones en contra de Grupo México, responsable de lo que se considera el peor desastre causado por la minería en el país en el río Sonora en 2014...

Es uno de los asuntos más apremiantes. Se debe resolver el tema de la devastación ambiental que está sucediendo con muchas compañías mineras a lo largo del país sin ceder a los chantajes de algunos grupos económicos.

Si se les critica su forma de dañar al medio ambiente y si se les advierte que eso puede causar el cierre de sus instalaciones, responden como si fuera un atentado a su libertad económica o a la inversión.

Es un tema delicado, pero se tiene que seguir se tienen que seguir señalando todas esas anomalías y todos esos todos esos despojos.

Tiene que haber claridad en las reglas. No puede ser que hay unos cuantos que sí tienen que respetar el medio ambiente y otros que simplemente, como son inversores, están exentos de eso.

En Hidalgo, su estado y donde ocurrió el incendio que documenta su libro, ¿los mineros tienen mejores condiciones?

En la presentación del libro en Pachuca invité a Félix Castillo, un periodista y exminero y a Anselmo Estrada, exminero, exalpinista y uno de los periodistas más importantes de Hidalgo.

Ellos coinciden que la vida de los mineros no han mejorado: viven en condiciones insalubres, con sueldos miserables y tienen escasa representatividad. El sindicalismo está muerto.

Dicen que es falso que, como dice la industria, se acabó todo el mineral en Pachuca. Que es una estrategia para tener mano de obra barata.

Es decir, justificar que no hay manera de pagar buenos sueldos o ver buenas condiciones de vida porque la empresa no está ganando nada.

¿Qué cambios ha visto con el gobierno de Andrés Manuel López Obrador?

Este gobierno recibió al país en un estado de desastre con instituciones profundamente atravesadas por la corrupción, con una criminalidad catastrófica, pero ahora lo que toca es resolver eso.

Ya no pueden seguirle echando la culpa a los demás, aunque la tengan. Ellos decidieron que podían resolver esto y la gente les creyó, ahora ya no tienen periodo de gracia.

Hay una actitud muy distinta, en algunos casos muy notable, por ejemplo Alejandro Encinas que desde una subsecretaría de Gobernación se encargándose de las relaciones con los familiares de desaparecidos.

Pero no es suficiente tener buena voluntad y hacer el esfuerzo si no se empiezan a tener resultados pronto.

Si no, será más como lo que sucedió con priistas y panistas, solo un cambio de partido y no de régimen, como se supone que está sucediendo.

Un problema muy serio es que mientras se están desmontando las viejas instituciones que no servían todavía no surgen las nuevas que respondan a los problemas. Eso ha creado una serie de reacciones absolutamente comprensibles y de críticas absolutamente justificadas.

Insisto que sí hay una tónica distinta. Yo sí tengo esperanza de que las cosas van a cambiar, pero tienen que ser mucho más rápido de lo que está sucediendo.

La violencia sigue en aumento, ¿qué actitud están tomando los mexicanos ante la violencia? ¿están anestesiados ante el horror?

Yo no creo que estemos anestesiados.

Ese es el discurso de mucha gente que simplemente decide no ver a los que sí están haciendo algo.

Tenemos que ser muy cuidadosos al hablar de la sociedad civil porque tal parece que es como una señora buena con puras intenciones nobles y que es única e indivisible.

Pero, lo que tenemos son grupos muy diferentes con experiencias diferentes y que han comenzado a tomar acciones por diferentes razones.

Por un lado tenemos gente que no está anestesiada sino todo lo contrario y que está haciendo muchísimo. Las madres de desaparecidos que los están buscando y que han hecho el trabajo que el Estado. Casos como las mujeres de Cherán (en Michoacán) que me parece uno de los más más ilustrativos de lo que se puede hacer ante la ausencia del Estado.

Se enfrentaron a los tala bosques, a los narcos, a los partidos políticos e instituciones y finalmente a la Suprema Corte y a todos les ganaron.

Hay mucha gente que está haciendo cosas.

Por otra parte, hay una serie de grupos que se están tratando de montar en ésta inconformidad legítima y en protestas necesarias. Pero, en realidad lo que están haciendo es sacar a la luz un clasismo y un racismo brutal que siempre estuvo ahí, pero que ahora ha salido de una manera desvergonzada.

¿Es un poco como sucedió en EE.UU. con los seguidores del presidente Donald Trump?

Sí. También lo que tenemos en México son unos sectores pequeños pero muy vociferantes y poderosos que se sienten desplazados y que están cobijándose bajo el término sociedad civil para resistir cualquier cambio posible.

Están descubriendo lo que el resto de la población sabía desde hace mucho tiempo: que hay inseguridad o crisis económica.

Es complejo. Insisto en que no se debe descalificar a la gente que protesta porque hay muy buenas razones hacerlo y para estar insatisfecho.

¿Cómo ve como escritor mexicano que vive en EE.UU. la situación de los migrantes?

El discurso racista no es un invento de Trump. Los años de Barack Obama como presidente fueron terribles para la migración. Durante ningún otro periodo se había deportado tanta gente y frecuentemente en condiciones inhumanas, literalmente gente encadenada.

Lo ha cambiado es que ahora el racismo es explícito y que las instituciones que pretendían ser pretendían ser profesionales y actuar de manera humana ahora ya ni siquiera lo intentan.

Yo lo noto claramente, tengo relaciones con distintos grupos de migrantes en EE.UU. y ha crecido mucho el estrés y la preocupación.

Hay una zozobra permanente, sufren una persecución fascista.

¿Y qué piensa del papel que está haciendo México?

Como en EE.UU. el horror para los migrantes no empezó con Trump , igual tiene muchos años que México ha sido el verdadero muro entre Centroamérica y Estados Unidos.

Comenzó probablemente los años de la presidencia de Miguel de la Madrid (1982-1988) y de manera mucho más obscena con mucha claridad en el periodo de Calderón (2006-2012). Ahora se sabe que Calderón inclusive autorizó la entrada de agentes de la CIA para operar en territorio mexicano y desde entonces ya había agentes de migración operando en los aeropuertos mexicanos.

Las políticas migratorias mexicanas han sido tradicionalmente iguales o peores que las que las políticas de los Estados Unidos y han respondido a los intereses de Estados Unidos desde hace muchísimo tiempo.

Por el trabajo que hacía el padre Alejandro Solalinde se puede saber del trato brutal y racista que había contra los migrantes centroamericanos desde hace mucho tiempo.

En "Los migrantes que no importan", Óscar Martínez detalla cómo hay un entramado entre crimen organizado e instituciones mexicanas que es parte del infierno que pasan los migrantes centroamericanos por México. Esto no es algo nuevo, lleva muchos años.

Pero AMLO había prometido una política de brazos abiertos a la migración…

El gobierno actual puede decir que están entre la espada y la pared y que no tienen margen de acción. Pero, si decidieron ser gobierno y que iban a hacer las cosas distintas tienen que tener imaginación y pagar las consecuencias de una actitud diferente.

No ha habido hasta el momento una mejora.

El único cambio positivo está todavía por verse: el plan de que haya mucho mayor inversión en Centroamérica para mejorar las condiciones de los migrantes en su país de origen.

Pero, esto no cambia un elemento que tendría que estar presente en todas estas discusiones: los migrantes, los derechos de los migrantes tienen que ser respetados no solo porque estén huyendo de la violencia o la debacle ambiental o de la persecución política.

Los derechos de los migrantes tienen que ser respetados sea cual sea su motivo para migrar. Si alguien quiere migrar simplemente porque es parte de su imaginario o su plan de vida, eso no lo hace menos merecedor de que sus derechos sean respetados.

La migración no es un delito. Es algo en lo que el gobierno mexicano tiene que insistir y algo que el gobierno estadounidense tendría que aceptar.

Al gobierno mexicano le falta muchísimo para satisfacer las expectativas que provocó en este sentido y al gobierno estadounidense en este momento no se puede tener la menor esperanza. Está dominado por un discurso abiertamente fascista.

• Siga aquí nuestra cobertura del Hay Festival de Querétaro.

Este artículo es parte de la versión digital del Hay Festival Querétaro, un encuentro de escritores y pensadores que se realiza en esa ciudad mexicana entre el 5 de septiembre y el 8 de septiembre de 2019.

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