La prenda que prolifera hoy en los gimnasios es la calza

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¿Por qué ahora debemos vernos sexis hasta en el gimnasio?

El clásico jogging a la hora de hacer ejercicio fue relegado y olvidado
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24 de febrero de 2018 a las 05:00
Por Honor Jones, New York Times News Service

Es un nuevo año y tengo una nueva membresía para un gimnasio. Fui el otro día en la mañana. Afuera la temperatura era de -13 grados. Todas las mujeres que estaban ahí vestían calzas superentalladas y de un material tan delgado como la película plástica que envuelve la comida. Muchas estaban a la última moda: usaban leggings con patrones de malla translúcida, como alfombritas de crochet pero deportivas.

"Por fin –seguramente pensaban estas mujeres– tengo unos pantalones que ventilan apropiadamente mis pantorrillas sin dejar que ni una sola molécula de aire llegue a ninguna otra parte por debajo de mi ombligo".

No me malinterpreten. Sí tengo calzas para hacer yoga –tres pares–. Pero, por alguna razón ninguna de ellas me cubre los tobillos y, como ya dije, hacía frío afuera. Así que me puse un clásico jogging.

Me subí a la elíptica. Unas cuantas mujeres se me quedaron viendo raro. Quizá les di lástima o tal vez les preocupaba que mis pantalones flojos fueran a enredarse en los engranes de la máquina. Los hombres no me miraron para nada.

En este momento de crisis cultural, cuando las injusticias e indignidades de la vida femenina de pronto se volvieron noticia, me surgió una importante pregunta: ¿qué les pasó a los joggings?

¿Se acuerdan de los joggings, esos pantalones flojos para hacer ejercicio? Las mujeres los vestían hace no mucho. Probablemente aún tengas un par, de algodón grueso o de felpa, con el nombre de un colegio o un club deportivo estampado a lo largo de la pierna.

Nadie se ve bien en jogging, pero ese no es el punto. Básicamente son toallas con resorte para la cintura. Existen para dos actividades: holgazanear y hacer ejercicio, dos actividades que antes podías hacer sin tener que verte como modelo publicitario de un régimen de ejercicio en casa.

No es educado que unas mujeres les digan a otras qué deben ponerse; esa es tarea de los fotógrafos de moda. Las mujeres que critican a otras por vestirse sexis son vistas como críticas de la mujer en general, algo que, si lo pensás, es una triste confusión originada en la idea de que nuestra apariencia determina quiénes somos. Es imposible haber sido alguna vez una adolescente y, en cierto nivel muy profundo, no sentir que así son las cosas.

Pero las calzas para yoga lo empeoraron. De verdad, ¿no podés entrar a un salón con otras 15 mujeres contorsionándose en posturas ridículas a las 7 de la mañana sin primero ponerte esas prendas ajustadísimas? ¿Qué tiene el yoga en particular que parece requerir esto? ¿Quiénes lo practican están muy preocupadas de que la pierna de ancho normal de los joggings las vaya a estrangular mientras hacen un ejercicio?
El gimnasio es uno de los pocos lugares donde podemos despreocuparnos por cómo nos vemos
Cuando las calzas para yoga son la primera cosa que las mujeres adultas se ponen en la mañana, no podemos evitar absorber el mensaje de que mantenernos en forma es nuestro propósito número uno en la vida.

No usamos estas prendas deportivas porque sean más frescas ni más cómodas (¿en verdad cree que las calzas de ajuste preciso de Lululemon se venden por la manera en que su diseño con hoyitos proporciona una "muy necesaria dosis de flujo de aire"?). Las usamos porque son sexis.

Sentíamos que teníamos que vernos lindas en las citas –eso es cierto–. Sentíamos que teníamos que vernos lindas en la oficina –es problemático–. Pero ¿ahora hemos asumido la idea de que tenemos que vernos lindas en el gimnasio? No inventen. El gimnasio es uno de los pocos lugares donde se supone que podemos enfocarnos en cómo se siente nuestro cuerpo, no solo en cómo se ve. Debemos recordarlo. Y los joggings pueden ayudar.

Los leggings de control en la parte superior que te aprietan el estómago no van a ayudar. Tampoco –y esto es real– los tops deportivos con un efecto de levantar los senos (push-up).

No tenemos que vernos tan bien cuando estamos haciendo algo para tratar de vernos un poco mejor.
Todo esto hace que ejercitarse, que era algo saludable que podías hacer dos veces a la semana, se convierta en un estilo de vida, en el que las calzas de US$ 120 son más una necesidad que una extravagancia. Considere la manera en que esta lujosa ropa de ejercicio se ha propagado del gimnasio hacia la calle, básicamente vistiendo a las mujeres para todas las actividades excepto el trabajo de oficina. Considera la manera en que el contador de pasos Fitbit convierte cada mandado en ejercicio.

Cuando las calzas para yoga son la primera cosa que las mujeres se ponen en la mañana, no podemos evitar absorber el mensaje de que mantenernos en forma es nuestro propósito número uno en la vida.
Por supuesto que las mujeres pueden estar en forma y ser libres. Podemos conquistar el mundo vistiendo tela elástica. Pero, ¿no sería más fácil hacerlo en joggings que no amenacen con mostrar cada hendidura y rollito en todas las mujeres de más de 30 años?

Los pantalones deportivos más elegantes pero cómodos tuvieron su momento, allá en 2016. Creo que las mujeres estamos listas para darles otra oportunidad. Mientras lo hacemos, también traigamos de vuelta los pantalones de vestir, los de pana y, por qué no, hasta los caquis. Pero el primer paso es regresar a los joggings.

Quienes practican buceo profundo necesitan pantalones ajustados de polímero; también los patinadores de velocidad olímpicos. Al resto nos conviene cierto espacio para que circule el aire. Así que póngase unos pantalones flojos como yo. No tenemos que vernos tan bien cuando estamos haciendo algo para tratar de vernos un poco mejor.

Una industria que no deja de facturar

La industria del ejercicio femenino está en auge por el apogeo de las clases en estudios. De acuerdo con la Association of Fitness Studios, los estadounidenses gastaron cerca de US$ 24.000 millones en cuotas durante 2015 o aproximadamente US$ 4.000 millones más que lo que pagaron en gimnasios tradicionales –y desde entonces ese gasto se ha incrementado–. Las mujeres son quienes gastan más; sobrepasan a los hombres en clases en estudios por más de dos a uno. Pagan por clases como SoulCycle (una cadena de gimnasios especializada en ejercicios sobre una bicicleta) y barra (¡luce como una bailarina sin tener que bailar!), y si ya estás gastando US$ 30 en una clase de ejercicio, ¿por qué no gastar US$ 70 en la ropa para ir a ella? En 2016, los estadounidenses despilfarraron casi US$ 46.000 millones en ropa deportiva de diseño.

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