La difteria lo atacó cuando solo tenía dos años. En el hogar de los Figueroa, allá en Valparaíso, en ese puerto-ciudad que da al Pacífico chileno, se encendieron las alarmas. Elías Ricardo estaba grave y había que llevarlo de apuro al hospital.
Solo dos años y llegó sin vida, sin respiración. Era el tercero de los cuatro hijos de la familia, compuesta por dos varones y dos niñas.
Los médicos lo atendieron de forma urgente y le salvaron la vida.
“Tuve difteria y los médicos me abrieron la garganta haciéndome una traqueotomía, porque entré muerto. Lo hicieron para que pudiera respirar y alimentarme”, recuerda Figueroa para Referí desde Chile.
Con el paso de los días, aquella guagua, como le llaman a los niños en el país trasandino, se fue recuperando y pudo volver a su casa.
Pero, no obstante, hubo una recomendación médica para la familia.
Así lo resume Figueroa: “Valparaíso era y es una ciudad muy húmeda. Entonces nos fuimos con toda la familia a vivir a Quilpué y luego a Villa Alemana donde es más seco, a pedido de los médicos. Eso me vino muy bien. No te olvides que en la medicina, no había los adelantos de hoy”.
Pero lejos de vivir con tranquilidad en su niñez, pocos años después Elías volvió a vivir un episodio muy complicado.
Así lo recuerda: “A los nueve años tuve poliomielitis estuve un año en cama, sin poder caminar. Con el tiempo, aprendí a caminar de nuevo. Me acuerdo que de noche, cuando todos dormían en casa, me sentaba en la cama para intentar pararme. Una noche, mi madre me vio y me vino a agarrar para que no me cayera: ‘Elías, te vas a caer mi amorcito’, me dijo. Es como si la estuviera viendo. Por suerte, me pude parar y di un par de pasos. Era una alegría tremenda para mí y para ella”.
El médico que lo atendió fue tajante y le dijo a sus padres: “Miren que en caso de que pueda volver a caminar, nunca podrá hacer deportes”. Por suerte para Elías, se equivocó feo.
“Me dijeron que no iba a poder hacer deportes en mi vida, porque no sentía mis piernas. No había los adelantos de hoy en día en medicina. Volver a caminar fue lo más lindo de mi vida y mostrarles a mis padres que podía caminar. Comencé un tiempo con muletas y de a poco, me fui soltando. Como te decía, aprendí de nuevo, como si fuera una guagua”.
Agrega que “miraba por la ventana cómo jugaban en la calle mis amigos. Con el tiempo, cuando pude volver, poníamos dos sweaters (buzos) como si fueran un arco y a mí me ponían de arquero porque no podía correr mucho. Y de a poco, empecé a correr y todo fue muy rápido. Después jugaba todo el día (se ríe). Mamá peleaba conmigo para que entrara a casa”.
Lidia, su mamá, se encargaba de las guaguas, mientras su papá Gonzalo, se levantaba a las seis de la mañana todos los días para ir a trabajar.
“Arreglaba trenes en esa época. Pensar que ahora prácticamente no hay, parece increíble”, explica.
Una de sus mayores alegrías fue que, con el paso del tiempo y ya en el profesionalismo, se dio un gran gusto.
Así lo cuenta: “Le compré una casa a mi papá y un negocio de venta de muebles para que no se levantara más a las 6 de la mañana”.
Elías era muy maduro para su edad. Ya a los 15 años, vivió tres episodios diferentes que fueron muy importantes en su vida.
“Ya a los 15 años me casé. Mi señora Marcela, también tenía 15 años y hasta hoy, seguimos juntos. Fijate que era menor de edad y para casarme, debía tener autorización de un notario (escribano). Tengo dos maravillosos hijos, Ricardo y Marcela, pero luego de sus nacimientos, mi esposa perdió trillizos y fue un golpe muy duro para todos”, recuerda.
También a esa corta edad, en plena adolescencia, llegó a un club de fútbol profesional.
“Empecé a probarme en las inferiores de Santiago Wanderers, me vio un técnico y ya entrené con los juveniles con 15 años. ¡Nos pegaban cada patada a los niñitos!”, dice.
A su vez, en 1962 con 15 años, se disputaba el Mundial de Chile en el que Brasil era favorito, con Pelé –quien luego se lesionó– y Garrincha.
En esa época, las selecciones buscaban rivales entre los clubes chilenos, previo a los partidos por la Copa del Mundo, para hacer las prácticas.
Elías cuenta que con Santiago Wanderers, eran “sparrings y justo entrenamos contra Brasil, que luego sería campeón del mundo. Imaginate lo que podía pasar por mi cabeza a esa edad y jugar contra esos monstruos del fútbol. Nuestro técnico, lo más tranquilo, me dijo que marcara a Didí (se ríe a carcajadas). ¡Con 15 años!”.
Recuerda a su vez que en el fútbol empezó “como arquero, después me pasaron a volante y un día faltó un zaguero y el técnico me puso atrás. No me gustaba, porque tenía buen dominio de pelota, pero ahí me dejaron”.
Su excelente nivel, ya de muy joven, lo llevó a jugar el primero de sus tres Mundiales con la selección chilena, en Inglaterra 1966, con solo 19 años. Y luego estuvo en la Copa América 1967 que ganó Uruguay en Montevideo.
Allí fue en donde lo descubrió Peñarol, aunque no era el único que lo pretendía.
Elías cuenta cómo fue que llegó a los aurinegros: “’Con los Peña, que no ni no, viejo’”, empieza recordando el viejo canto bien uruguayo. Y sigue: “Yo estaba en la selección chilena y me vieron en la Copa América de 1967 en Montevideo. Me vio Roque Máspoli, técnico de Peñarol que venía de ganarle a Real Madrid en España para coronarse campeones de la Copa Intercontinental en 1966, y (Washington) Cataldi. Yo iba para Argentina porque me quería River Plate y otros clubes, pero Cataldi me fue a buscar y me llevó a Peñarol. Gracias a Dios, porque estoy agradecido a Uruguay y al fútbol uruguayo. Ahí me hice jugador. Jugábamos en Europa contra todos los grandes haciendo giras”.
Figueroa logró ser campeón uruguayo con Peñarol en 1968 y 1969.
Dice que “los clásicos con Nacional eran tremendos. Enfrenté a Artime, al brasileño Celio Taveira, los tuve que marcar a todos. Yo jugaba bonito cuando llegué a Peñarol, pero no metía la pierna y Máspoli me dijo: ‘O mete la pierna o se va de regreso y empecé a meter la pierna’ (se ríe). Al poco tiempo, enfrentamos a un equipo chileno en Copa Libertadores y hubo un diario que puso de título ‘Cambiaron a Figueroa’”.
A su vez, participó del récord que se mantiene hasta hoy de Ladislao Mazurkiewicz de más minutos con su valla imbatida por el Campeonato Uruguayo, con 987. Sucedió el 13 de octubre de 1968 ante River Plate.
“Mazurka, Figueroa y Matosas”, empieza recitando la línea final. Y añade: “Fue un día especial para Mazurka. Todos lo fuimos a felicitar en medio del partido”.
En 1969, fue campeón de la Supercopa de Campeones Intercontinentales, venciendo a Racing, Santos de Pelé y Estudiantes de La Plata.
Contra Racing, “recibí una patada de (Alfio “Coco”) Basile en la cabeza y seguí jugando. En determinado momento, por el golpe, no sabía ni dónde estaba”.
Y agrega: “Pelé era lo máximo y jugar contra él era complicado. Después fuimos amigos y recordábamos viejos tiempos”.
Jugó el partido decisivo contra Estudiantes como visitante en La Plata. Perdían 1-0 y con el técnico brasileño Brandao y sus cambios, y un notable Pedro Virgilio Rocha, logaron darlo vuelta.
“Pedro hizo dos goles y enmudeció al estadio. Ellos no lo podían creer. Así fuimos campeones”, explica.
Elías dice que “Pedro Rocha y Matosas eran muy buenos amigos míos, pero en general, éramos un grupo de mucha convivencia. Lo bueno es que mi familia se adaptó notablemente a Montevideo”.
“Vivía en un apartamento en Pocitos y luego me mudé a Carrasco. Recuerdo que en la calle Justicia puse una fábrica de calzados, porque quería tener ingresos por otro lado. Los paseos con mi señora por la rambla, los añoramos hasta hoy”, recuerda.
En 1971, jugó un clásico ante Nacional, que terminó siendo histórico, cuando los tricolores, con se retiraron de la cancha, al quedar con siete hombres.
"Eso también quedó en la historia de Peñarol y también en la mía", dice.
Su nivel era superlativo y Peñarol ya no podía pagarle lo que le pagaba, porque llegó un momento complicado en lo económico.
El primero en interesarse por Figueroa fue Real Madrid, pero él prefirió irse a jugar a Internacional de Porto Alegre en 1971.
Así lo explica: “Tuve ofertas de Real Madrid, hasta el pasaje tenía para ir. Pero a mí siempre me gustó invertir el dinero y no quería alejarme de la fábrica de zapatos de Montevideo. A Uruguay le debo mucho, en la familiar, en lo económico. Pasé a Inter porque me quedaba cerca y me volvía a veces a Montevideo para ver cómo iban las cosas en la fábrica. Incluso fui varias veces en auto”.
Fue seis veces seguidas campeón del Torneo Gaúcho, enfrentando en algunas de esas ediciones, al uruguayo Atilio Ancheta y al arquero Manga, con quienes también se había enfrentado en los clásicos contra Nacional.
Pero su gol más recordado, fue el que le anotó a Cruzeiro para lograr el título del Brasileirao de 1975, de cabeza.
“Esa tarde, hice el gol iluminado. Así lo llamaron todos. Cuando hice el gol, apareció un rayo de luz alrededor mío. Allá (en Brasil) son muy creyentes, y dicen que me cayó una especie de bendición de arriba. Entonces, hubo padres y madres que me llevaban niños enfermos porque entendían que era un iluminado. Era tremendo. ‘Toque a mi hijo’, me decían. Imaginate la responsabilidad, y yo no sabía si tocarlo o no porque tampoco quería decepcionar a la gente”, cuenta.
Aquí se puede ver ese gol:
Además del Mundial 66, jugó otros dos con Chile. Estuvo en el de Alemania 74 y en el de España 82.
“En el primero era muy joven, pero fue muy bueno jugar Mundiales. Que un jugador como (Franz) Beckenbauer dijera ‘yo soy el Figueroa de Europa’, imaginate lo que era para mí. Llegué a jugar con Franz, una gran persona. Lamenté mucho su pérdida hace poco. Jugamos en selecciones ‘Resto del mundo’. Cuando con 19 años jugué mi primer Mundial, me di cuenta que podía enfrentar a cualquiera”, explica.
El presente de Elías es el de un empresario vitivinícola. “Tengo los vinos Don Elías y exportamos mucho para Europa y a otros países. También en Chile se vende mucho. Tengo una corporación cultural que se llama Gol Iluminado y ayudo a gente muy pobre que no tiene para pagar un médico. Tratamos de hacer el bien y devolver toda la suerte que tuve yo. Es una especie de fundación”, comenta.
Hoy, además, se está produciendo una película sobre su vida. “Quieren hacer una película sobre mi vida y para mí es muy lindo. Hay dos o tres empresas que están viendo”.
“Ya soy bisabuelo, no le cuente a nadie”, dice ahora sin tutear y con una sonrisa
Figueroa tuvo una carrera espectacular en el mundo del fútbol, y dejó un gran recuerdo en Peñarol.
Es el único chileno de la selección FIFA de Conmebol que quedó compuesta por Fillol; Cafú, Figueroa, Passarella, Roberto Carlos; Ronaldinho Gaúcho, Di Stéfano, Pelé, Maradona, Messi y Ronaldo.
Según la Federación Internacional de Historia y Estadística en el Fútbol (IFFHS), ocupa el séptimo jugador sudamericano de todos los tiempos, siendo zaguero, ya que todos los demás son delanteros. Tiene un estadio a su nombre en Valparaíso y en enero de este año, en una encuesta realizada en enero en su país, fue considerado el mejor jugador en la historia de Chile y fue dos veces el mejor zaguero central del mundo.
Y se despide con una canción uruguaya de Romeo Gavioli: “Anduve por todo el mundo/conocí muchas mujeres cual ramo de rosas/, pero las uruguayitas, pero las uruguayitas son las más cariñosas/, Montevideo, bella tacita del plata…”.
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