A mi edad pasan por la cabeza innumerables ideas. Una de ellas me hace pensar que estas son las últimas notas de 2019 que escribo para El Observador. Quizás son simplemente malos pensamientos y los dejo a un lado. En este año que finalizamos cumplí ochenta años. Para algunos son “ayer”. Para mí han sido más que ayer, soy un adulto mayor.
Soy de esas personas que todavía no han pasado a los revolucionarios sistemas escriturísticos. No obstante todo llega y a su tiempo. En una ocasión me preguntaron por qué hacemos regalos en Navidad. Lleva a pensar en la gran fiesta religiosa. Nos hacemos regalos en recuerdo de los humildes pastores que se acercaron a la gruta de Belén para llevar algo para arropar al recién nacido Jesús. Por eso, la bicicleta último modelo o el teléfono espléndido pueden entregarse al día siguiente, sin primos... Bueno pero es una sugerencia nacida del corazón de un abuelo.
Nos encontramos a finales de un año y escuchamos canciones llamados “villancicos”. Por lo general se emplean esos términos para las canciones de Navidad. Sin embargo se han compuesto a lo largo de los siglos innumerables villancicos. La canción posee una estrofa y un estribillo que se repiten. Sin embargo hay villancicos compuestos para la ocasiones más variadas. Los ingleses hablan de “Christmas carols” y son exclusivos de la Navidad.
Hay una canción que es universal. Algunos le ponen un ritmo que no posee. Transcribo parte de su letra:”Venid, fieles,gozosos, triunfantes/ venid, venid a Belén”. “¿Quién no amará a quien. Tanto nos amó?”.
Muy feliz Navidad.
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