Juan Samuelle

A una hora de Montevideo, un caso de sano equilibrio entre la vaca y la soja

En La Porfía, en Rincón del Pino, se protege al suelo pensando en los que vendrán y se cuida cada detalle para que haya una armonía entre agricultura y ganadería

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21 de diciembre de 2020 a las 05:00

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Hace unos años, cuando la tonelada de soja se pagó por encima de US$ 500, Marcelo Bruné igual dejó de lograr algo más de dinero a corto plazo para cuidar el suelo, con el foco en dejarle ese recurso con la calidad adecuada a quienes vengan atrás –y no solo pensando en sus hijos–. Por eso, aún en esos momentos en los que el valor de los granos seduce, hace un uso ganadero en al menos el 50% de las 2.300 hectáreas.

El Observador visitó a Marcelo en su establecimiento, La Porfía, a una hora de Montevideo, en Rincón del Pino –km 77 de la ruta 1–, en San José.

Allí, tras una recorrida para ver novillos casi terminados y la trilla de trigo, expresó –y lo dijo con énfasis–: “Lo que uno le da al campo, lo recibe con creces, la naturaleza siempre te devuelve más de lo que le das”.

A eso añadió: “Conformamos una empresa familiar para la que la rotación es un deber, pero no solo porque hay que hacer una declaración que te exigen, es un deber porque uno vive de esto y debe proteger al suelo”.

Marcelo dirige una empresa hoy con un enfoque 60% ganadero –invernador– y 40% agrícola, con base en rotaciones mixtas, alternando praderas y cultivos de invierno –colza, cebada y trigo– y de verano –maíz y soja–.

En el momento de la visita se completaba la trilla de trigo (el lunes 7 de diciembre) “en un año atípico, con una zafra de invierno que se adelantó mucho, en medio de una seca tremenda, con la soja toda instalada”.

Juan Samuelle

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Mientras parte del equipo de trabajo movilizaba cosechadora, tractor y tolva para trasladar a los camiones los últimos granos de trigo, Marcelo informó que este año en colza, cuando se anda normalmente en rindes de 1.300 a 1.500 kilos, “con poca experiencia superamos los 3.000 kilos, pero eso no es normal, fue fruto del factor año, fue por lo climático”. Agregó que en cebadas hubo un muy buen promedio, cerca de 6.000 kilos, hasta con picos muy arriba de eso, mientras en trigo se logró una media de 4.500 kilos: “No anduvieron bien, tuvimos problemas de calidad por altos rendimientos que no se esperaban, no se hizo nada atípico, se repitieron los pasos de años anteriores en tratamientos sanitarios y de fertilización, y subió mucho el promedio por hectárea”.

Muy cerca, en otro sector del campo, dos personas procedían a mudar un lote de novillos de un sector a otro en una pradera, una zona donde hubo y habrá agricultura, “cuando corresponda”. Eso, como se señaló, porque las rotaciones son con base en “una filosofía del respeto al suelo”.

"Lo que uno le da al campo, lo recibe con creces, la naturaleza siempre te devuelve más de lo que le das"

En La Porfía, explicó, “en dos años y medio hacemos agricultura y en cuatro años hacemos pradera”. Esas praderas son básicamente tréboles rojos y blancos, festucas y raigrases, con intersiembras de avena. Y cuando le toca a los cultivos de secano hay alternancias entre oleaginosas y cereales. Los lapsos, indicó, se acortan o extienden con base en dos factores: el clima y los mercados, “que juegan su partido”.

Marcelo, sin apartarse de esa filosofía, admitió que “uno vive de esto, la plata incide, esto es un negocio, pero en todo caso determina el porcentaje de cada apuesta, agrícola o ganadera”; nunca se direcciona la decisión hacia un extremo.

En ganadería, explicó, cuando corresponde se activa la reposición en el sistema con terneros que llegan con 140 a 180 kilos y en 16 a 18 meses se los lleva a unos 520, con una ventana de invernada que se acelera según lo determinen nuevamente los factores clima y mercados, remitiendo al frigorífico vacunos con dientes de leche o dos dientes. Esos vacunos se desarrollan con base en pastoreo natural, solo hay suplementación estratégica con fardos, no se dan granos, con una apuesta clave: darles praderas abundantes, que siempre coman bien.

En todo momento el bienestar animal es prioritario. “Si cuidas al ganado con cariño, el ganado crece mejor y te rendirá más, lo mismo que la cosecha de cultivos en un suelo bien cuidado”, dijo.

Juan Samuelle

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Pese a buenas y malas, es un negocio que se disfruta

Marcelo tiene claro que “esto es un negocio, te tiene que dar resultados, pero a la vez es una forma de vida que nos gusta. El productor acá básicamente vive en el campo, o está en el pueblo vecino, porque es vital estar. Es un negocio a cielo abierto, todo es muy dinámico, hay decisiones que se revisan momento a momento, si lluevo o no, si el precio sube o no y eso a veces te da satisfacciones y a veces te complica, pero en todos los casos se disfruta, porque para nosotros es una pasión”.

La charla consideró otro tema clave: el valor de la tecnología. “Es impresionante lo que viene avanzando”, reconoció. Explicó que los progresos se ven en maquinaria y herramientas, en mapeos, sensores, dosificación variable, cortes por secciones para usar menos agroquímicos y menos semillas, “hoy se mide permanentemente lo que sale de una sembradora y lo que entra en una cosechadora, en todo eso hay más tecnología incluso que en los autos y es algo que cuesta, pero que si se analiza bien cómo invertir terminas ganando; eso es fundamental, ser inteligente, porque cada productor es un mundo, cada sistema tiene su personalidad, cada campo merece sus decisiones”.

Esa evolución tecnológica que hoy el agricultor “no debe eludir”, se expresa en los manejos agrícolas, en las rotaciones, en los materiales genéticos y en lo ganadero. Por ejemplo, mencionó, “uno de mis hijos hizo una tesis sobre un manejo rotativo que me fascinó, porque el ganado está suelto, come notable, está cómodo, confortable, uno lo ve satisfecho, es más fácil cuidarlo, son parcelas que se rotan todos los días y hay una conservación mejor por menor pisoteo, siempre hay cobertura, la pastura rebrota mucho más rápido; es una tecnología que va a pegar fuerte, hay mucho pasarse datos entre los productores”.

El empuje del sector puede ser mucho mayor

Sobre el potencial del sector agropecuario, Marcelo fue contundente: “Siempre empuja al país, pero puede empujar mucho más y lo bueno es que las condiciones están dadas para eso”.

Detalló que el mercado de los granos está en movimiento y que para el de las carnes hay fuerte demanda mundial, porque la necesidad por la comida “sigue estando”, pero marcó una necesidad: darle valor agregado a los alimentos que se generan.

“Acá seguimos vendiendo casi materias primas cuando por ser chicos deberíamos poner el foco en aprovechar la trazabilidad y la sanidad y darle mucho más valor agregado a lo que se produce y se exporta”, reflexionó.

“Soy optimista, entiendo que tenemos un buen futuro, el covid nos complica, nos desafía, pero hay buenos mensajes para países con el potencial productivo de Uruguay y solo me da algo de lástima que estamos en un sector, sobre todo el ganadero, donde por temas de la naturaleza, por los ciclos biológicos, las respuestas son un poco lentas; no se puede aumentar la cría de un momento para el otro”, complementó.

“Vivimos en un país caro y eso todavía nos juega muy en contra, creo que nos pesa mucho no haber firmado ciertos tratados de libre comercio porque es ilógico seguir pagando para entrar a ciertos mercados, no tiene sentido, es dinero que se puede invertir mejor, por ejemplo en necesidades que hay en la sociedad”, señaló Marcelo a modo de mensaje final. 

El campo y la ciudad 

Marcelo Bruné y Rosina Macció tienen una hija que estudia nutrición y dos hijos que cursan agronomía.
“Es una bendición vivir en el campo, pero cerca de Montevideo, familiarmente eso nos facilitó la integración social, los hijos cursaron primaria en el interior y luego han estudiado en Montevideo, desde donde como padres estamos a una hora de un llamado por si precisan algo”, dijo Marcelo.
Agregó que “haberlos podido criar en el campo, a mano de la naturaleza, fue muy bueno. Sus amigos piden para venir. Nos reconforta poder tenerlos lejos de problemas que otros padres pueden tener en tiempos en los que ya no es fácil salir a andar en bicicleta o jugar al cordoncito con una pelota de fútbol”.

Juan Samuelle

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