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Abandonar la carrera corporativa por un propósito social

Luego de una pausa para autoanalizarse, ejecutivos dieron un paso al costado en su carrera corporativa para alinear sus valores con lo que hacen profesionalmente
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28 de noviembre de 2018 a las 05:04

"Cambio de vida”, “salir de la zona de confort”, “tomar una decisión”, “arriesgarse”, “dejar atrás las comodidades”. Esas son algunas de las frases que repiten quienes deciden dejar atrás su carrera laboral en el ámbito corporativo, en busca de un propósito social o personal.

Luego de años de perseguir objetivos empresariales, largas jornadas laborales, y en ocasiones priorizar la carrera dejando lo personal y familiar de lado, llega el clic o el punto de quiebre, en el que se entiende que es el momento de salir de esa ruta. La decisión de abandonar lo seguro y lanzarse al agua lleva un tiempo de reflexión, e involucra a la familia, amigos y colegas.

Ximena Guerrero (41) trabajó durante 15 años en empresas multinacionales en el área de management y marketing. Algo le “hacía ruido” y sentía que no estaba pudiendo ser coherente en su vida. “Sabía la misión y visión de cada empresa en la que trabajé, pero no tenia clara cuál era mi visión y misión de vida”, contó a El Observador desde Cerro Místico, su casa y hotel de campo en Minas, que abrió junto a su marido en 2012. Un año antes de renunciar a Portones Shopping en 2010, compró el lugar en donde instalaría Cerro Místico y comenzó a armar su proyecto de vida: “Hice todo lo que el sistema te dice que hay que hacer para ser exitoso, pero en un momento me di cuenta de que no tenía tiempo para disfrutar de mis hijas, de mi pareja, y de mi casa”. 

A partir de ese momento, Guerrero y su familia se plantearon “vivir en coherencia”, aprendieron a ser sustentables, ser más solidarios, y ayudar a otros a través de su experiencia. En el hotel también se realizan retiros, y otros ejecutivos han encontrado su propósito cuando acudieron al lugar, e incluso algunos han comprado hectáreas para instalarse allí. “Hay gente que dice que quiere hacer un cambio en su vida pero no sabe por dónde empezar. Hay que empezar por conocerse, saber quién sos, a qué viniste, cuál es tu propósito, trabajamos en eso”, explica.

"Tuve que hacer un trabajo muy fuerte conmigo misma para vencer los miedos y salir de la zona de confort. Encima escuchás todos los miedos de los demás, que te preguntan qué vas a hacer, de qué vas a vivir. Hay que estar seguro”. Ximena Guerrero, directora de Cerro Místico

Luego de ocho años de haber abandonado el mundo corporativo, Guerrero piensa en el primer gran cambio que tuvo su vida: “Me creía un fenómeno, siempre llegábamos a los objetivos de venta en las empresas en las que trabajé, crecía a nivel comercial. En realidad no le estaba haciendo bien a la gente y no estaba ayudando a otros. Ahora hago las cosas con más conciencia”.

Pausa para pensar

Diego Araujo (52) trabajó hasta hace 10 días en una aerolínea, a la que había ingresado en 1993 en el área de Recursos Humanos. Cuando cumplió los 50, hace dos años, hizo una pausa para pensar en un cambio de vida. Compró una chacra de las que estaban a la venta en Cerro Místico y aunque en ese momento no pudo comenzar con su proyecto, ya había iniciado una transformación. Ahora tiene la idea de abrir una posada familiar a la que llamará El Abrazo de las Sierras, con el objetivo de ayudar a otros a “conectarse con la naturaleza”.

Un salto al vacío. Así define el momento en el que tomó la decisión de dejar de trabajar en la aerolínea: “Salí de la zona de confort de estar en una empresa multinacional, tranquilo, con una buena remuneración, a hacer algo distinto, con ganas y con los nervios que ocasiona lo que puede pasar en el futuro”. Aunque se define como una persona emocional, dice que el último día de trabajo no se le cayó “ni una lágrima, algo rarísimo”. “Estoy contento y disfrutando de tener tiempo para mí y mi familia”, comentó. Cree que aún no sintió demasiado el cambio debido a su experiencia en el mundo corporativo. “La empresa en la que trabajaba es superdinámica y esa adaptación a los cambios pudo haber ayudado a no sufrir tanto”, dijo Araujo.

"Creo que las decisiones tienen que ser meditadas. No hay que ser superimpulsivo, hay que ir paso a paso. Es importante escuchar al corazón, y ver si uno se siente cómodo en determinada situación. Si es así y uno está contento, eso es lo importante”. Diego Araujo

Escucharse, mirar hacia adentro y darse tiempo para evaluar son los consejos que le daría a alguien que esté atravesando por ese proceso. “Creo que si uno sigue al corazón y después está contento con lo que hace, eso es lo importante”, concluyó.

Dejar las tres P

Otro ejecutivo que se tomó una pausa fue Javier Becchio (55) después de 35 años en PriceWaterhouseCoopers (PwC), 20 de los cuales fueron como socio. Comprendió que los objetivos que tenía en su trabajo no estaban alineados con lo que quería para su vida personal. “Le dije a la gente que dejaba las tres P y me preguntaban qué eran: mucho poder, mucho prestigio y mucha plata en el camino”, asegura, y hace tres meses, luego de hablar con personas que atravesaron el mismo proceso, se decidió. 

Ahora vive el ahora, aunque está pensando en ayudar a otros y volcar su experiencia de más de tres décadas como consultor de negocios. “Estoy pensando en cómo trasladar mi experiencia en el mundo corporativo, tanto lo bueno como lo malo, para poder ayudar desde otra perspectiva a las empresas, a los propios empleados y sobre todo a los jóvenes, utilizando el coaching como herramienta”, comentó desde su casa. “Es un cambio de vida, incluso estar más tiempo en casa. Lo primero que aconsejo es hacer una parada en la carrera desenfrenada que uno lleva y pensar si lo que uno está haciendo en la vida laboral, y en general, está alineado con lo que uno es y lo que quiere hacer en la vida”, sugirió.

"Llegó el momento en que después de recibir mucho en lo laboral, aprender en todos estos años, quiero devolver a otros y compartir mi experiencia”. Javier Becchio, exsocio de PwC

La semilla para el futuro

La maternidad movilizó a María del Campo (40) y luego de su tercera licencia maternal regresó al banco Santander con una decisión tomada. Tras 12 años en la institución, de coordinar programas y gestionar la comunicación interna y externa, Del Campo exteriorizó esa pregunta en la que venía pensando desde hace tiempo: ¿qué hacer en los próximos años?

“Lo que entendí es que era el momento de cerrar un círculo y empezar otra cosa”, explica. Recuerda que pensando en sus hijos, comenzó a cuestionarse el sentido de lo que estaba haciendo, y lo que dejaba para el futuro: “Había terminado un ciclo, mutuamente nos habíamos dado todo lo que nos podíamos dar. Era momento de pensar en algo diferente”. Y en diciembre de 2016 renunció.

Luego de estar un año en Teletón al frente del cambio en la comunicación, dos amigas –actuales socias– le comentaron la idea de una agencia inclusiva. A principios de este año nació Umuntu, que se presenta como un articulador con el mundo empresarial y con las organizaciones para mejorar la accesibilidad de las personas con discapacidad. Del Campo recuerda que tomar la decisión de abandonar Santander fue muy difícil. “En todo salto, hay un momento en que los pies no están en la tierra y eso genera incertidumbre”. Sin embargo, mirando en retrospectiva, considera que fue afortunada al contar con el apoyo de su familia, y encontró en Umuntu el para qué de su decisión. “Las personas con discapacidad son pilares de lo que hacemos (en Umuntu), y me hace feliz hacer algo que implica un cambio positivo a nivel social y humano”, añadió.

"Al final del día querés apoyar la cabeza en la almohada y no solo pensar que en el día te ganaste el pan, sino que hiciste algo que les hizo bien a otras personas”. María del Campo, directora de Umuntu

A Mariana Chilibroste (35), la maternidad también la interpeló. Trabajó durante casi cinco años en la gestión de proyectos de Telefónica. Por su formación en psicología y recursos humanos y la educación en su familia, lo social siempre le interesó. Luego del nacimiento de su segundo hijo, se cuestionó como mujer y como madre qué les estaba dejando para el futuro. “Fue una decisión difícil irme de la empresa, porque estaban apostando a mí, trabajaba en un equipo y con unos jefes increíbles que hizo más difícil alejarme”, recuerda.

A fines de 2015 dejó la empresa ya con una idea en mente. Conoció a su actual socio, Diego Fraga, y juntos le dieron forma a Sellin, una red de comercialización en la que participan productores y vendedores. “Conocimos a 700 personas, con sus historias, sus necesidades. Es una comunidad de gente apostando por crear oportunidades. Es bastante fuerte porque trasciende a cada uno. Te das cuenta que sos un granito más de arena en toda una cantidad de otras voluntades y que realmente podés aportar”. explica sobre lo que la motiva de Sellin.

"Tuve la suerte de poder elegir, eso es algo importante. Una cosa es tener la necesidad o el deseo de dejar algo más y otra cosa es poder elegirlo”. Mariana Chilibroste, cofundadora de Sellin

Para Chilibroste, el impacto social pudo más que lo que le ofrecía el mundo corporativo. “Yo siento que las cosas resuenan en mí, todo ahora es mucho más coherente. Parte de esa decisión de generar un emprendimiento con propósito viene de unir todo lo que soy: la madre, la profesional, la mujer, la persona”, contó.

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