Uruguay llegará en octubre a los primeros 10 años de la despenalización del aborto. Y el paso del tiempo parece demostrar que la cantidad de mujeres que interrumpen su embarazo, por la vía legal, fluctúa cerca de las 10 mil por año.
Con la emergencia sanitaria, el panorama se mantuvo. Porque si bien el año pasado hubo un incremento del 23,4% de los abortos entre las niñas menores de 15 años (pasó de 47 a 58 interrupciones), hubo un descenso del 9,2% en las adolescentes de 15 a 19 años (de 1.265 a 1.148). Esa "compensación" hizo que el 2021 cerrara con 10.111 abortos registrados en el sistema oficial, apenas unas decenas más que en 2020 y apenas unas decenas menos que en 2019. Así lo confirman los datos del Ministerio de Salud Pública a los que accedió El Observador.
"Es lo esperable", dice la demógrafa Wanda Cabella, especialista en fecundidad. Porque "en los primeros años hubo un crecimiento de casos, acorde las usuarias fueron conociendo el sistema y los abortos clandestinos pasaron a la ilegalidad, ahora estamos en tiempos de meseta y se espera que baje en el mediano plazo dadas las políticas de anticoncepción".
Casi la mitad (46%) de las mujeres que abortaron el año pasado salieron de la consulta (posinterrupción del embarazo) con un anticonceptivo de larga duración. Entre las adolescentes, la norma fueron los implantes subdérmicos, una de las herramientas que, a juzgar por los médicos, más contribuyó a la baja del embarazo juvenil. Entre las mujeres más adultas, en cambio, la preferencia fue por el dispositivo intrauterino (DIU).
Esta combinación de caída de los nacimientos y estabilidad de los abortos es, según Cabella, la mejor evidencia de que "las interrupciones de los embarazos no explican la baja natalidad en Uruguay". Dice que "solo entre las adolescentes se ve un efecto mínimo de impacto del aborto en la fecundidad".
Lilián Abracinskas, directora de la organización feminista Mujer y Salud Uruguay (MYSU), coincide con que los abortos no explican la caída de los nacimientos. Pero tiene un matiz respecto a la estabilidad de las interrupciones voluntarias de los embarazos: cuando se mira mes a mes, "se observa que en 2021 hubo un incremento en el segundo semestre, lo que abona la hipótesis de que se desatendió el sistema por la pandemia".
Según los estudios de MYSU, en los picos de las olas de covid-19 hubo una "desatención" que decantó en incrementos de abortos algunas semanas después. La emergencia sanitaria trajo también "dificultades de acceso a los servicios de salud sexual por parte de muchas migrantes" (que ya se habría recuperado en 2022) y un aumento de consultas de adolescentes que no acceden en tiempo y forma al aborto.
"Es frecuente que nos llamen (a la oenegé) porque las jóvenes están al límite de las 12 semanas de gestación que permite la ley, no acudieron antes a las consultas porque tenían la clásica negación del embarazo que sucede a edades tempranas, y luego algunos prestadores les dan vueltas para autorizar la interrupción", dice Abracinskas.
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