Claudio se casa en plena pandemia. Invita a su mejor amigo, Ramiro, que vive en Maldonado. En una charla vía WhatsApp, Ramiro le indica que no va a poder ir. Luego, le manda un audio de seis minutos en el que le explica sus razones. Claudio decide acelerar por dos el audio de WhatsApp, la nueva función que implementó la app de mensajería instantánea para economizar el tiempo de los usuarios. Ramiro habla tan rápido que Claudio no puede percibir el dolor que le causa a su amigo comunicarle esa decisión.
En una era donde el tiempo es un valor preciado, la aplicación más utilizada por la humanidad primero buscó una forma de reemplazar las llamadas y así fue que en 2012 lanzó la posibilidad de enviar notas de voz. Tan utilizado fue, y tantos usuarios empezaron a usarlo para grabar audios tan largos que a la plataforma se le ocurrió una nueva idea.
Desde principios de junio, cuando se envía un mensaje por defecto aparece un ‘1X” que significa que se está escuchando a velocidad normal. Si se pulsa sobre ese texto cambia a “1.5X”, un 50% más rápido, y posteriormente a “2X”, al doble de la velocidad tradicional.
La decisión implementada por WhatsApp se da en un contexto donde existe una “saturación de información y comunicación”. “En ese marco es que entiende la necesidad de aceleración y de síntesis”, opina el psicólogo especializado en tecnologías de la información, Roberto Balaguer.
La humanidad, o al menos las personas que viven en las grandes urbes, están habituándose a un proceso “fuerte” de sintetización de la información. “Este es un agregado en el mismo el sentido: en la velocidad y simultaneidad”, comenta.
El tiempo es la ventaja principal: los usuarios valoran que si les mandan un audio de un minuto, pueden escucharlo en 30 segundos. La aplicación se congratula de que los usuarios no se enojen tanto con el servicio por esos audios eternos y pasen más tiempo en la app.
“Esto es simplemente una medida racional para lograr escuchar y acceder a toda esa información”, comentó.
“La conciencia de la importancia de la velocidad de habla en la comunicación es probablemente tan antigua como el propio lenguaje humano”, dice el Instituto Cervantes, una institución pública creada por España en 1991 para promover universalmente la enseñanza, el estudio y el uso del español.
Mariana Barquín, lingüista y especialista en dificultades específicas del aprendizaje, asegura que al aumentar la velocidad de los audios se alteran los “rasgos prosódicos de la lengua”. Esto es: el ritmo, la entonación y el acento que una persona le imprime al mensaje que emite.
“Al acelerar el audio eliminás todos esos elementos de la lengua”, dice. Según Barquín, el sentido del mensaje se ve alterado. “Cuando se afecta la prosodia se afecta la comunicación”, agrega. Al mismo tiempo, se ve alterada la estructura sintáctica de los mensajes. El usuario ya no sabe dónde va el punto o la coma.
El psicólogo Balaguer también se refiere a la pérdida de la prosodia. “Cambiás todo el marco emocional, hasta el propio marco de sonidos que acompaña”, indica. La respiración, las pausas y hasta lo que se escucha de fondo al mensaje puede ser relevante para quien escucha. El arco dramático del mensaje se desfigura, entiende.
“Genera un efecto despersonalizante del emisor. Se privilegia qué es lo que tenés para decir y no de qué forma ni con qué tono o con qué carga. ‘Me quedo con el contenido’. Un silencio, una pausa, un sonido de fondo puede ser relevante. Eso es lo que se pierde”, indica.
“Cada evento comunicativo está matizado de determinados elementos de recursos que nos provee la lengua que se desdibujan en el momento que se acelera el mensaje”, agrega la lingüista Barquín.
A fin de cuentas, al acelerar el audio el usuario privilegia entender rápido el mensaje por encima de la “profundidad” y el “diálogo”, según el psicólogo. “Es parte del mundo en el que estamos, ni más ni menos”, dice.
Balaguer considera que esta forma de comunicación puede generar un riesgo en la forma en que se vincule con ciertas personas. Para Barquín el efecto sociológico que puede tener debe ser objeto de estudio y los cambios no se verán en mucho tiempo. “En todas las cosas que atañen al lenguaje, debemos esperar”, indica.
En este sentido, Barquín plantea que puede impactar en la identidad cultural y hasta en la identificación de la nacionalidad del hablante. “No sé cómo quedará el mensaje de WhatsApp reproducida en forma acelerada de personas de distintos lugares. Yo calculo que se debe desdibujar la identidad transcultural del otro”, opina.
Estará en cada uno saber a quién se le amplía la velocidad de sus palabras. A modo de sugerencia, el psicólogo le dice al usuario: “No todo el mundo es pasible de ser acelerado” o “no sería deseable que fuese acelerado”. No obstante, considera que puede ser “una gran herramienta”, en un mundo hipercomunicado en el que cada minuto cuenta y mucha gente no respeta eso.
Según pudo relevar Cromo en consulta con una decena de usuarios, cuanto más jóvenes son los oyentes más utilizan esta característica de WhatsApp. “Yo siempre lo tengo en 1.5”, dice un usuario de 15 años.
El Instituto Cervantes asegura que las mujeres suelen hablar más rápido que los hombres, según algunas investigaciones. “En la medida en que un hablante se aleja de la velocidad considerada normal, pueden surgir problemas en la comunicación: un habla demasiado rápida tiende a dificultar la comprensión, mientras que un habla excesivamente lenta puede llegar a aburrir al interlocutor”, indica este organismo.
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