Me alegra que estemos aquí, de nuevo, enlazados invisiblemente por el espíritu de Pícnic!, que se nutre de la curiosidad, de los que nos hace bien y a veces dejamos pasar, de lo que nos hace mal y debemos revisar, y de todo aquello que la vida tiene de bueno que, incluso en tiempos de desesperanza e incertidumbre, es mucho. Esta semana estuve releyendo algunos tramos del Libro Rojo de Carl Jung. No soy ninguna experta en psicología y menos en sus popes, pero siempre me interesa leer algunos de sus conceptos clave, que suelen llegar a mi vida en momentos en que los necesito. Jung, uno de los fundadores de la psicología moderna, habla mucho del alma como la esencia de nuestro ser, el núcleo profundo que nos conecta con el universo y nos guía hacia nuestro destino. Y nada de esto tiene connotaciones religiosas, ideológicas o sobrenaturales, al menos tal como lo decodifico yo. Para Jung el alma es un arquetipo universal que existe en todas las culturas y religiones, y que se expresa a través de los símbolos y mitos que nos rodean.
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