AFP

El ascenso de dinastía Bolsonaro en Brasil

El presidente confía en pocas personas y está construyendo un gobierno familiar con sus hijos en el país más grande de América Latina

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09 de mayo de 2019 a las 14:37

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Bryan Harris, Andres Schipani and Carolina Unzelte

Un hijo es conocido como el “pitbull”. Otro está envuelto en un escándalo de corrupción. El tercero es un derechista y ferviente creyente en el derecho a portar armas, que busca fomentar un movimiento populista en Brasil y América Latina.

Sólo cuatro meses después de que su padre asumió la presidencia, los tres hijos de Jair Bolsonaro han emergido como una fuerza poderosa que está cambiando la política brasileña.

Esto ha avivado los temores de que están ejerciendo una indebida influencia política y consolidando una nueva dinastía política en un continente con una larga y polémica historia de gobiernos familiares.

"Los hijos tienen una influencia sin precedentes", dijo Aline Souza, analista de la consultora Prospectiva.

"La palabra perfecta para describirlo es dinastía", agregó Esther Solano, profesora de política en la Universidad Federal de São Paulo. "Votamos por un presidente, pero en realidad sus hijos son los que tienen poderes gubernamentales".

Una de las razones por las que el tema es tan controvertido es que Flávio, Carlos y Eduardo -los tres hijos de Bolsonaro en orden decreciente de edad- han sido totalmente abiertos y firmes acerca de sus opiniones y el papel que desempeñan.

En EEUU, Ivanka Trump y Jared Kushner, la hija y el yerno del presidente, mantienen un perfil bajo en comparación con los hijos de Bolsonaro, que han irrumpido en el escenario político de Brasil con una combinación de invectiva en los medios sociales y una presencia visible en la formulación de políticas.

"El presidente no confía en nadie más", dijo William Waack, un comentarista político. "Esto no es un chisme. El mismo Bolsonaro habla públicamente sobre la importancia de sus hijos”.

Los hermanos ejercen el poder de muchas maneras, desde establecer prioridades políticas públicamente hasta hablar en nombre de su padre, dijo Malu Gatto, profesor asistente brasileño en la UCL. "Son vistos como representantes de su padre por muchos en el gobierno", agregó.

En las últimas semanas Carlos Bolsonaro, un joven de 36 años cuya lealtad a su padre le ha ganado el apodo de ‘pitbull’, ha estado en el centro de las cosas. Oficialmente conocido como un concejal de la ciudad de Río de Janeiro, Carlos coordinó la campaña de medios sociales de su padre durante las elecciones, ayudando al candidato poco conocido a expandir dramáticamente su base de votantes.

Desde entonces, se ha convertido en el portavoz de facto del presidente brasileño, utilizando las redes sociales para acosar a posibles adversarios, incluyendo recientemente al vicepresidente Hamilton Mourão.

“Jair Bolsonaro sólo puede mantener el poder si no hay centristas que lo desafíen. Eso es lo que hace Carlos. Él determina el debate", dijo Eduardo Mello, profesor de la Fundación Getúlio Vargas.

El papel doméstico de Carlos es complementado en el frente internacional con su hermano menor, Eduardo.

Como diputado federal y presidente del comité de asuntos exteriores de la Cámara de Representantes, Eduardo adoptó el rol de ministro de relaciones exteriores de facto, y viajó a EEUU, Hungría e Italia en los últimos meses para establecer relaciones con populistas de derecha de ideas afines.

Su oficina en Brasilia está adornada con balas de rifle enmarcadas, figuras “bobblehead” de Ronald Reagan y Donald Trump y una gorra deportiva que dice "Trump 2020".

En febrero, se comprometió a "reclamar la soberanía de las fuerzas globalistas y elitistas" cuando fue nombrado el líder en América Latina de El Movimiento, el grupo populista encabezado por el ideólogo estadounidense Steve Bannon.

También ganó elogios de Donald Trump por organizar una reunión entre los presidentes de Brasil y EEUU en marzo.

“Eduardo Bolsonaro tiene una agenda de línea dura con respecto a la política exterior. La visita a la Casa Blanca fue muy simbólica. Él era el que estaba junto a su padre en ese momento, no el actual ministro de Relaciones Exteriores", dijo Souza.

Flávio, el hijo mayor, ha optado por adoptar un perfil más bajo. Desde la inauguración de su padre, el senador de Río de Janeiro se ha visto envuelto en un escándalo de corrupción persistente que involucra pagos sospechosos que a veces ha eclipsado la presidencia de Bolsonaro.

“Hay una lucha continua dentro de la administración de Bolsonaro en Brasilia, entre los que quieren trabajar dentro del sistema y los que quieren derrocarlo. Los hijos son los principales líderes detrás de la segunda facción”, dijo el profesor Mello. "Bolsonaro no confía en muchas personas, por eso se ha rodeado de su familia".

Según un asesor presidencial, quien habló bajo condición de anonimato, "los hijos no se van a desvincular de su padre" y el padre "no va a defender públicamente a las personas que están siendo atacadas por sus hijos".

"Hay tantos intereses racionales como emociones irracionales presentes aquí", dijo el asesor.

Los hijos no respondieron a las solicitudes de comentarios.

Muchos creen que los Bolsonaro han consolidado su posición en la lista de dinastías políticas de América Latina, que incluye a los Kirchner de izquierda en Argentina y a los Fujimori de derecha en Perú.

El vicepresidente Mourão señala que si bien la política brasileña ha estado influenciada por clanes familiares influyentes en el pasado, ninguna de ellas se ha extendido a través de los niveles más altos de poder como lo han hecho los Bolsonaro.

“Hemos tenido clanes familiares, pero siempre limitados a la política a nivel estatal o en algunas posiciones en el gobierno federal. Nunca hemos visto un caso como éste", le dijo Mourão recientemente al Financial Times.

Dado que los hijos no pueden ser despedidos, los analistas predicen que su influencia continuará creciendo hasta que haya una intervención de otra facción dentro del gobierno, como el ejército.

Maurício Santoro, profesor de relaciones internacionales en la Universidad Federal de Río de Janeiro dijo: "En general, los resultados de estas dinastías nunca son buenos para los países".

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