Crédito foto: AFP

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Los “garimpeiros” pobres de la ciudad brasileña más rica

Trabajan en condiciones inhumanas y casi en un régimen de esclavitud de sí mismos. Buscan ilegalmente cobre o algún mineral con el que sueñan salir de la miseria antes que la Policía los detenga. En el mismo Estado de Pará, en el norte de Brasil, la Companhia Vale do Rio Doce se jacta de tener, legalmente, una de las mayores minas a cielo abierto del mundo.
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10 de mayo de 2023 a las 05:02

En el municipio de Canaã dos Carajás, del Estado de Pará, en el norte de Brasil, se encuentra la mina de hierro S11D, una de las mayores a cielo abierto en el mundo, propiedad de la multinacional brasileña Companhia Vale do Rio Doce (Vale S.A.). La mina convirtió al municipio, desde hace tres años, en el de mayor Producto Bruto Interno (PBI) per cápita de todo Brasil. 

Sin embargo, allí mismo, conviven con la S11D cientos de trabajadores en condiciones paupérrimas. Como el joven Webson Nunes, de 28 años, quien, desde el interior de una choza con techo de lona escondida en la selva, escucha un alarido que sabe que es una orden y aprieta la palanca de una polea eléctrica que enrolla el cable hasta sacar a su compañero del subsuelo.

Nunes, responsable de la polea, y el compañero que emerge de las entrañas de la tierra junto a los otros tres que se amontonan en la choza esperando su turno para bajar son "garimpeiros", como se conoce en Brasil a los mineros que operan en la ilegalidad. Los cinco trabajan en la explotación del cobre en una estructura relativamente sencilla: en el suelo de la choza, un agujero de 1,40 por 1,40 metros es la puerta de la excavación de 20 metros de profundidad desde donde gritó su compañero. Varias veces al día, cada uno de los cuatro, turnándose, confiando ciegamente en Nunes y con un taladro en las manos, bajan hasta el fondo colgados de un arnés enganchado a un cable de acero. La polea eléctrica los traerá de nuevo a la superficie, con el balde de plástico azul cargado con decenas de kilos de piedras brillantes.

Desde hace siete años que Nunes es “garimpeiro”. Y como señala a los corresponsales de la agencia de noticias AFP, trabaja "con un ojo acá, en la mina, y otro mirando hacia el costado, porque en cualquier momento puede llegar la Policía". Y cuenta: “Si esto fuese legal, trabajaríamos con menos miedo". Llama a su trabajo “un servicio" y lo eligió por los 150 reales (US$ 30) diarios que recibe como paga del dueño de la mina. Mucho más de lo que ganaría en cualquier otro trabajo.

En promedio, cada tonelada de cobre extraída es vendida por unos US$ 800. La extracción clandestina en Canaã tiene como principal destino la exportación a China, según informes de la Policía brasileña. En el “garimpo” de Nunes y sus compañeros, la producción suele superar la tonelada diaria.

Si bien la mayoría de los “garimpos” de la región son de cobre, la Policía también detectó algunos de oro, con un impacto medioambiental mucho mayor, ya que además de la remoción del suelo y la deforestación del área, los extractores de oro usan sustancias tóxicas como el mercurio.

Escenas cotidianas en las chozas de “garimpeiros” en Canaã dos Carajás, en el Estado brasileño de Pará

En 2016, cuando la mina de hierro S11D comenzó a operar, la población de Canaã dos Carajás era de 26.000 habitantes. Ahora es de 75.000, un aumento que acompañó al de las regalías de Vale S.A.

A contramano de lo ocurrido en todo el Estado y casi todo el país, en el balotaje de las pasadas elecciones presidenciales de octubre de 2022, el ultraderechista Jair Bolsonaro derrotó a Lula da Silva por 63% a 37%. Es que, durante su mandato presidencial, del 1° de enero de 2019 al 31 de diciembre de 2022, Bolsonaro tuvo como una de sus principales banderas el estímulo a los “garimpos”, incluidos los de la Amazonía brasileña, e intentó regularizar las actividades ilegales en tierras indígenas. En contrapartida, Lula, prometió fortalecer la represión de esas explotaciones.

En los últimos meses de 2022, la Policía intensificó la fiscalización en la región. Se realizaron seis operaciones con las que se constató un gravísimo daño ambiental que fue señalado en los informes: “grandes áreas de vegetación deforestadas y convertidas en enormes piscinas de lodo con sustancias tóxicas y ríos con una severa modificación del color”.

La Policía suele incendiar las estructuras de los “garimpos”, anegar sus pozos e incautar o inutilizar los motores. Pero, en su gran mayoría, los “garimpeiros” vuelven a trabajar al día siguiente, como afirma a AFP Genivaldo Casadei, tesorero de una cooperativa local de pequeños mineros que intentan regularizarse: "En las capitales se ve al ‘garimpeiro’ como a un delincuente, un ladrón. Pero son padres de familia detrás de su sustento. Si el ‘garimpo’ estuviera regularizado, se generarían más empleos y recaudación para los municipios. Canaã podría ser la ciudad más rica del planeta".

Estos mineros en la ilegalidad critican duramente la explotación legal que está reservada a Vale. Objetan que la multinacional brasileña emplea a 9.000 personas y mantiene el derecho de posesión sobre la mayor parte del subsuelo de la zona, aunque sólo explota un 13%. Al mismo tiempo, señalan que obtener la documentación para operar de forma legal es prácticamente imposible. 

Otro de estos “garimpeiros”, Valmir Souza, agachado sobre un montículo de piedras brillantes junto a un pozo minero, se detiene de golpear con un martillo fragmentos de rocas extraídas para separar el polvo del cobre, y dice "es un trabajo duro, peligroso, tenemos que estar atentos para no lastimarnos".

Souza tiene 33 años, llegó hace siete meses desde su Estado, Maranhao, el más pobre de todo Brasil, donde trabajaba como profesor de capoeira. Llegó tentado por las nuevas "oportunidades y el mejor salario”. Hoy, antes de volver a golpear con su martillo, está resignado: "Tenemos que trabajar escondidos. Porque si no, ¿qué vamos a hacer?".

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