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La Policía de Río de Janeiro es responsable de un tercio de las muertes violentas de la ciudad
La ciudad de Río de Janeiro y su periferia tiene casi siete millones de habitantes. Es, además, la que más turistas recibe en Brasil durante todo el año y tiene una porción de personas de altísimos recursos. Sin embargo, las favelas cariocas albergan al 20% de quienes viven en la “Ciudad Maravillosa”.
En los últimos 30 años, Río de Janeiro estuvo catalogada como una de las ciudades más violentas del mundo. Sin embargo, durante 2022, el último año del gobierno de Jair Bolsonaro, que tiene domicilio en esa ciudad, registró menos asesinatos que en los tres anteriores.
Una de cada tres muertes violentas cometidas en los últimos cuatro años en la ciudad de Río y su periferia fue causada por las fuerzas de seguridad, según un estudio de la Universidad Federal Fluminense que se dio a conocer este último viernes, cuando se cumplió el segundo aniversario de la matanza policial más letal en la historia del Estado.
Aquel 6 de mayo de 2021, 28 civiles –la mayoría jóvenes afrodescendientes– y un agente policial murieron en la favela de Jacarezinho, ubicada en el norte de la ciudad y donde viven más de 60 mil personas en condiciones de vulnerabilidad y con presencia de delitos complejos de narcotráfico.
El operativo policial fue una operación planificada por la Policía carioca, supuestamente contra narcotraficantes. La acción, según la jefatura, “tenía por objeto combatir el reclutamiento de niños y adolescentes por parte de una banda criminal”, pero terminó convirtiéndose en la mayor masacre policial en la historia de Río de Janeiro, según diversas asociaciones de Derechos Humanos.
Hace años que las poderosas fuerzas de seguridad de Brasil están entre las más violentas del mundo. Y Río de Janeiro siempre ocupó un lugar destacado. En los últimos cuatro años, incluido el período de la pandemia, 5.958 personas fueron asesinadas en la ciudad, de las cuales 2.043 perdieron la vida en operaciones policiales.
Esa cifra de muertos por el accionar policial, es más de un tercio de los asesinatos ocurridos, y supera los indicadores de otras ciudades violentas del continente latinoamericano. Hace una década, en 2013, los uniformados habían sido responsables del 10% de las muertes violentas. Pese a que la población de las favelas tenía la misma proporción y que los grupos narcos como el Comando Vermelho y otras bandas de delitos complejos controlaban gran parte del negocio de drogas prohibidas.
En los últimos años, las autoridades del Estado de Río de Janeiro se negaron al pedido del Tribunal Supremo de Justicia de que los policías estén obligados a llevar cámaras en sus uniformes. Se trata de una medida que, en otros Estados, como el de San Pablo, logró reducir las muertes a manos de uniformados.
Para una parte de los uniformados y para parte de la sociedad brasileña, “el delincuente bueno es el delincuente muerto”. La campaña que llevó a la presidencia a Bolsonaro estuvo basada en “mejorar la seguridad” reduciendo los controles a los policías. En Brasil se viralizaron videos donde agentes mataban a supuestos delincuentes indefensos sin que eso tuviera consecuencias judiciales.
En cinco años, un centenar de niños y adolescentes murieron en Río a manos de la Policía. Después de analizar las operaciones policiales más letales en Río de los últimos 15 años, los investigadores del Grupo de Estudios de las Nuevas Ilegalidades llegaron a una conclusión escalofriante: “Si antes la mayoría de las masacres eran perpetradas por grupos de exterminio, formados en su mayoría por policías en activo o en la reserva, pero fuera de servicio, hoy las masacres son cometidas principalmente por policías de servicio en operaciones avaladas por sus superiores jerárquicos”, según consigna un artículo del diario español El País.
La inacción judicial es un factor importante ante la violencia policial. De las 28 muertes en Jacarezinho, 24 casos fueron archivadas.
El Grupo de Estudios de Nuevas Ilegalidades consigna que “las fuerzas policiales cometen muchas más matanzas y causan muchas más víctimas mortales que todos los grupos armados juntos”.
Los barrios controlados por el Comando Vermelho son escenario de las operaciones más sangrientas de las fuerzas de seguridad. Los investigadores de la Universidad Federal Fluminense advierten sobre un nuevo fenómeno, que contribuye al aumento de la letalidad: son lo que denominan las “megamatanzas policiales”, las que causan más de ocho muertes en un mismo operativo.
El informe de esa universidad, denominado “Matanzas policiales en Río de Janeiro”, afirma que desde 2020 hubo siete operaciones que acabaron con más de ocho muertos cuando en la década anterior fue una.
Por otra parte, dice que las muertes a manos de uniformados empezaron a subir cuando las autoridades retiraron “un incentivo que daban a las unidades policiales que menos enfrentamientos armados protagonizaban”. O sea, se premiaba la labor de prevención, de contención, de inteligencia previa, que es la misión principal de una fuerza policial.
Luego, quitado ese incentivo, volvieron a incrementarse las muertes violentas porque, además, en 2018, Bolsonaro sumó a las fuerzas policiales efectivos del Ejército en las favelas. En plena pandemia, el Tribunal Supremo obligó a restringir las operaciones policiales y militares. El resultado fue que en 2022 las muertes policiales se redujeron en comparación con las producidas entre 2018 y 2021.
