Alguna vez lugar por excelencia para el amor adolescente, el autocine ha seguido el camino del tocadiscos como un vestigio de la nostalgia retro. A pesar del hábito extendido en la actualidad de quedarse en casa viendo Netflix, algunos cinéfilos creen que el romance está lejos de desaparecer: en un paraje rural en Virginia, los espectadores dispuestos a embarcarse en un viaje en el tiempo pueden disfrutar de su pop en una función doble bajo las estrellas.
El público puede ver la pantalla grande desde la privacidad del auto -perfecta para bostezar, estirarse y pasar el brazo por detrás del acompañante-, o fuera de él, como si fuera una reunión en el patio trasero donde los adultos charlan y los niños juegan.
El autocine familiar en Stephens City (135 kilómetros al oeste de Washington) es uno de los 300 de su tipo que todavía funcionan en
Estados Unidos, lejos de los 4 mil que había en la década de los 60, cuando el concepto alcanzó su auge y se convirtió en un componente del clásico americano.
En este
cine a cielo abierto, dos películas cuestan ocho dólares, los niños pagan la mitad y los perros son bienvenidos. Inaugurado en 1956, el autocine de Stephens City hoy es el único de la región.
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"Esto es muy beneficioso económicamente para nosotros como familia", dijo Debbie Williams, quien asistió a la función con un grupo de niños. "Además, es diferente", dijo. "Es estar afuera, al aire libre, mirando las estrellas, en lugar de estar encerrados en un lugar atestado".
El dueño, Jim Kopp, cuenta que ha incluido tecnología moderna, como sonido estéreo FM y proyección digital, para mantener al autocine de Virginia acorde a los tiempos que corren. Aunque han sido tradicionalmente uno de los clásicos de las zonas rurales, los autocines también han comenzado a asentarse en un nicho en las áreas urbanas.
Una vez al mes, el Union Market de Washington ofrece un espacio a los nostálgicos, proyectando películas que los espectadores ven desde sus autos o tendidos en el césped sobre manteles de picnic. El show incluye una camarera en patines que se desliza entre el público.
Para la joven Josephine Crittenden, el autocine era una reliquia que conocía a través de películas de mitad de siglo, como
Grease, que incluye la clásica escena de la cita entre los protagonistas. Ver
Black Panter sentada en la camioneta Bronco modelo 1968 de su
familia, es para Crittenden "una experiencia especial". "Me hace sentir como en los viejos tiempos", dice.
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