La producción de energía en Bolivia continúa basada en el gas natural

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Bolivia responde a las críticas de Bolsonaro y defiende sus reservas estratégicas de gas

Mientras el presidente brasileño acusa al gobierno de Luis Arce de boicotearlo con el suministro, desde La Paz denuncian un acuerdo firmado por Añez en contra de los intereses de su país
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28 de mayo de 2022 a las 05:04

Cuando falta menos de un mes para el comienzo del invierno, la controversia por las exportaciones de gas boliviano se recalentó esta semana con las quejas del presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, por la reducción de un 30% en la entrega de carburante al gigante sudamericano decidida por el gobierno de Luis Arce.

Con su estilo habitual, el mandatario brasileño acusó a Bolivia de querer, con esa medida, crear malestar en la población para favorecer a su rival Inácio “Lula” Da Silva con vistas a las elecciones presidenciales del próximo 2 de octubre.

También protestó porque, en cambio, Bolivia mantendrá la misma cuota del año pasado para la exportación de gas a la Argentina, unos 14 millones de metros cúbicos diarios durante el invierno, aunque a un valor superior debido a la suba de los precios internacionales. Ese suministro puede llegar a 18 millones de metros cúbicos diarios en caso de que Bolivia aumente su producción.

“Bolivia cortó 30% nuestro gas para entregarlo a la Argentina. ¿Cómo actuó Petrobras en ese asunto? Parece que está todo orquestado. Si hay que comprar el gas en otro lugar es cinco veces más caro. ¿Quién va a pagar la cuenta? ¿Quién va a ser responsable? Es un negocio que me parece orquestado para favorecer ya saben a quién”, dijo señalando a Lula, su principal competidor en las próximas elecciones.

Por lo pronto, la situación planteada ya le costó el cargo al presidente de Petrobras, José Mauro Ferreira Coelho, a quien Bolsonaro prácticamente acusó de cómplice de Lula en una supuesta maniobra con el gobierno boliviano para reducir la provisión de gas.

Con respecto a la provisión a la Argentina, Bolsonaro ve fantasmas donde no los hay. Es lo que marca un contrato firmado en octubre de 2006 entre Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB) y la empresa estatal argentina Enarsa (hoy Ieasa), y que tiene vigencia hasta 2026.

Mientras Bolsonaro acusa al gobierno constitucional de Luis Arce de boicotearlo, desde La Paz responden que la clave del problema radica en una adenda firmada en 2020 por la golpista Jeanine Añez, que permitió que la petrolera estatal brasileña le pagara a Bolivia entre US$ 6 y US$ 7 por millón de BTU.

En cambio, Argentina recibe el gas a un precio promedio US$ 12,18 por millón de BTU, casi el doble del valor que Añez le fijó gentilmente a Petrobras. La diferencia no es poca, más si se tiene en cuenta que Brasil venía recibiendo, según datos oficiales alrededor del 60% del gas natural exportado por Bolivia.

Un cambio de modelo energético

En 2021 los ingresos por venta de gas natural a Brasil y Argentina, alcanzaron los US$ 2.400 millones, según datos oficiales. Pero la disminución de las reservas nacionales hace que estas ventas sean insostenibles a largo plazo.

Por eso, más allá de las lecturas políticas coyunturales, la reducción de las exportaciones de gas por parte de Bolivia responde a una cuestión de fondo: la necesidad de preservar sus reservas de combustibles fósiles mientras encara un proceso de transición hacia otras fuentes de energía, principalmente renovables.

No es algo nuevo. En 2014 el gobierno boliviano, entonces presidido por Evo Morales, lanzó planes para producir el 75% de la energía con fuentes no fósiles para 2025.

El primer paso se registró ese mismo año, cuando Morales inauguró la primera planta eólica del país. La obra, construida por la empresa asiática Hidrochina por US$ 7,6 millones, permitiría abastecer de energía a 25.000 habitantes de Pocona, un municipio rural situado a 120 kilómetros al sudeste de Cochabamba, en el centro del país.

Poco después, el gobierno presentó el Plan Eléctrico del Estado Plurinacional de Bolivia 2025, un documento que demandaba una nueva Ley de Electricidad que asegurara el aprovechamiento de fuentes de energías renovables, “a fin de cambiar la matriz energética”.

A finales de ese mismo año, se publicó el Plan para el Desarrollo de las Energías Alternativas 2025, donde se promovía la generación limpia de energía con la intención de venderla a países como Chile, Perú, Brasil y Argentina.

Ocho años más tarde de aquel comienzo, la producción de energía en Bolivia continúa basada en el gas natural: representa el 80,7% de la generación total. Le siguen los hidrocarburos líquidos (petróleo, condensado y gasolina natural) con un 13,9%.

En cuanto a las energías renovables, ocupan los primeros lugares las generados por la biomasa (4,5%) y la hidroeléctrica (0,85%), según datos recopilados por la Empresa Nacional de Electricidad.

Estas cifras dejan en claro que la transición planificada avanza a pasos muy lentos, mientras que las reservas de gas natural siguen disminuyendo.

Las últimas reservas

En 2018 se hizo la última certificación oficial, que daba cuenta que quedaban 10,7 trillones de Pies Cúbicos (TCF) de gas natural. Según un análisis publicado por la Fundación Milenio, el 80% de los campos gasíferos están en proceso de declinación; solamente el 17% están en desarrollo, y otro 3%, en etapa máxima de producción.

Según el investigador de temas hidrocarburíferos del Centro de Documentación e Investigación Bolivia (Cedib) Villegas, las reservas de gas natural están llegando a un punto crítico que puede obligar al país a entrar en una “transición energética involuntaria”.

Los estudios del propio gobierno y de organismos internacionales coinciden en señalar el gran potencial energético de Bolivia para la generación de energía eléctrica mediante fuentes alternativas, como eólica, solar, geotérmica, hídrica y biomasa.

Lo único que falta es una política proactiva hacia la transición energética. Pasar de los anuncios a una planificación y política pública.

“Por un lado, tenemos un discurso que está avanzando en la transición energética, pero por otro, un país hipotecado en los hidrocarburos. Tenemos que trabajar en una estrategia nacional consensuada con todos los sectores, para ver el proceso que vamos a utilizar para pasar de esta imagen anclada en hidrocarburos a un país que tenga matriz de energía sostenible”, dice Miguel Fernández Fuentes, director de la empresa energética.

Frente a ese panorama, las acusaciones de Bolsonaro sobre la supuesta intencionalidad oculta detrás de la reducción de las exportaciones de gas boliviano suenan por lo menos disparatadas.

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