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Chile en la encrucijada

Ahora la encrucijada, aún no saldada con la nueva Constitución que se sigue cocinando, se traslada también a la Presidencia con el triunfo de Gabriel Boric

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25 de diciembre de 2021 a las 05:04

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Chile ya estaba en la encrucijada después de las elecciones para la Asamblea Constituyente donde triunfó un grupo de independientes y pequeños y nuevos partidos y los partidos históricos en el regreso a la democracia -tanto de centro izquierda como de centro derecha sumados- no pudieron alcanzar el tercio de representantes que les permite incidir al menos por la negativa en la nueva Constitución.

Ahora la encrucijada, aún no saldada con la nueva Constitución que se sigue cocinando, se traslada también a la Presidencia con el triunfo de Gabriel Boric, el líder estudiantil de extrema izquierda, que derrotó al candidato ultra conservador José Kast, en una contienda muy polarizada. De hecho, ambos candidatos representaban posiciones muy extremas y apenas tuvieron un cuarto de los votos en la primera vuelta. La fragmentación del electorado les permitió avanzar a la segunda vuelta pero claramente no eran las opciones que buscaba la mayoría de los chilenos, que el domingo tuvieron que hacer una opción parecida a la de los peruanos cuando en segunda vuelta tuvieron que elegir entre Pedro Castillo y Keiko Fujimori.

Gabriel Boric se ubicó en segundo lugar en la primera vuelta presidencial con una propuesta radical pero viró hacia el centro en la segunda vuelta. Con todo, el domingo pasado, en su discurso volvió a mostrar ciertos aspectos de radicalidad que había borrado. En su discurso señaló que su “proyecto significa avanzar en una democracia más radical y en cuidar el proceso constituyente”, caracterizado por sus ansias refundadoras. Volvió a cargar contra la AFP (Administradoras de Fondos Previsionales): “Las AFP en Chile, que ganan cifras absurdas a costa del trabajo de los chilenos, son parte del problema. Vamos a defender un sistema público y autónomo sin fines de lucro y sin AFP”. Y también abogó por un Estado “plurinacional, feminista, decolonial, ecologista…”. Algo parecido a una democracia asambleísta y directa con “un gobierno con los pies en la calle, donde las decisiones no se tomen entre las cuatro paredes de La Moneda (la residencia del presidente)”.

Toda esta retórica implica un apartamiento sustancial del modelo seguido por la Concertación de Partidos por la Democracia formado básicamente por partidos de izquierda y centro y que gobernó Chile desde 1990 a 2010, alternándose democristianos como Patricio Aylwin y Eduardo Frei y socialistas como Ricardo Lagos y Michelle Bachelet. La Concertación corrigió muchas cosas del gobierno de Pinochet pero mantuvo el régimen de economía libre, el orden macroeconómico y la apertura comercial. Como se ve por lo ocurrido en los últimos años y ratificado en esta elección, ese enorme crecimiento económico que consiguió Chile en democracia no logró solucionar problemas de la salud y de la educación. Aunque el índice Gini de igualdad mejoró, esa mejora no permeó a toda la sociedad y quedaron muchas expectativas por el camino que terminaron manifestándose en las protestas de 2019 a raíz de la suba del precio del transporte.

Ni la Concertación ni Sebastián Piñera en sus dos mandatos tuvieron oídos para ese clamor social y el esquema de partidos tradicionales alternándose en el poder colapsó al elegirse la Convención Constituyente y ahora en esta elección presidencial. El futuro de Chile luce turbulento. En primer lugar habrá que dirimir cual de los Boric -el radical de la primera vuelta o el más moderado de la segunda- será el que gobierne Chile. Y en segundo término, qué resultará de la Convención Constituyente en cuanto a protección de derechos esenciales de la persona y a las formas de gobierno que se establecerán así como a la relación entre los poderes.

No es buena señal la algarabía con que varios autócratas del continente recibieron la victoria de Boric. Entre ellos los más entusiastas fueron Nicolás Maduro de Venezuela, y Díaz-Canel de Cuba.

Quizá Boric modere su discurso como hizo Pedro Castillo en Perú. Pero el proceso constituyente no va a ayudar a tranquilizar los ánimos y repensar propuestas claramente revolucionarias de Boric.

Es de desear que en Chile no se echen por la borda los principios que propiciaron la magnífica expansión económica de los últimos 30 años. Y que solo se busque corregir los defectos que tiene, no solo este proceso, sino un país con una amplia historia de desigualdad social y que en su momento propiciaron la elección de Salvador Allende, quien fue devorado por las fuerzas más radicales que lo apoyaron. Hoy también hay fuerzas radicales que apoyan a Boric y es de esperar que no prevalezcan. Pero el ambiente social y político no permite albergar mucha esperanza. Los próximos meses serán muy importantes para decidir hacia dónde va Chile. Si por el camino de la moderación para corregir errores o por el camino de la radicalización para destruir los fundamentos de la economía de mercado que tanta prosperidad aportó.

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