A fines de mayo se disipó el humo y se corrieron los espejos que provocaban una de las tantas ilusiones de internet. Arii, una joven estadounidense de 18 años, aspirante a influencer, es decir, a ser alguien con capacidad de marcar una tendencia y modificar conductas ajenas gracias solo a sus propias fotos, tuvo que pedir disculpas. Arii dedica su Instagram a publicar fotos en las que posa en distintos sitios, nada más. Con más de 2,6 millones de seguidores, no pudo vender siquiera 36 remeras de su marca de ropa, por lo que su proyecto no tendría continuidad.