Es día de Pícnic! Es día de parar la máquina picadora de almas por unos minutos para darte tiempo para lo que no es urgente, pero sí importante. Esta semana empiezo con otra pregunta, será que el fin de año me deja muchas dudas, algo que no debería ser negativo si las interrogantes disparan búsquedas. ¿Es el peor daño el que nos hacemos a nosotros mismos? A veces, sí. Comencé a leer, de a partes, El arte de la buena vida: Un camino hacia la alegría estoica, tal vez el más popular de los siete libros del filósofo y profesor William Irvine, un experto en estoicismo, una corriente de pensamiento que surgió en el siglo III AC y que ahora tiene su renacimiento.
A diferencia del sentido que en general le damos al término “estoico” (“Que muestra fortaleza y dominio sobre sí mismo, especialmente ante las desgracias y dificultades”), los estoicos de antes se guiaban por una ética personal basada en un sistema lógico y en concepciones claras sobre el mundo natural. Creían que todo lo que pasa en este mundo, y en el universo, deriva de una ley de causa y efecto, y estaban convencidos de que no podemos controlar lo que pasa a nuestro alrededor, pero sí lo que pensamos sobre lo que pasa.
Séneca y Epicteto fueron estoicos, de los que consideraban que la virtud genera felicidad, con lo cual una persona sabia podría evitar las penas, decían. De ahí viene lo de “calma estoica”, un concepto que me viene a la mente cada vez que ando corriendo, embarullada por un sinfín de tareas que, al final, no son las esenciales. No tengo casi nada de calma estoica y me hace falta mucha sabiduría para descubrir a tiempo cómo me estoy lastimando, aunque estoy convencida de que muchas veces nos lastimamos más de lo que otros lo hacen. Eso me genera esperanza, porque es algo que uno mismo podría cambiar; estos dolores podrían ser –teóricamente– prevenibles si nos dedicamos a reflexionar de antemano.
En un mundo que a veces creemos desbocado, que ciertamente no podemos controlar en casi ningún aspecto, un poco de estoicismo puede ser una buena idea. Soy Carina Novarese y siempre te leo si me contás en qué andás y qué pensás, escribiendo a este mail.
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