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Con el sello de Peñarol: de atrás y a lo grande

Con un técnico inteligente y trabajador, el aurinegro le absorbió la ventaja a Nacional y le ganó la final con personalidad y jugadores de categoría
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12 de noviembre de 2018 a las 05:02

El Campeonato Uruguayo parecía liquidado. Nacional le sacó a Peñarol siete puntos tras la primera fecha del Torneo Clausura y 17 días después el aurinegro se llevó un golpazo al ser eliminado con baile de la Copa Sudamericana en el Campeón del Siglo al perder 4-1 contra Atlético Paranaense.

La apuesta por Diego López, con un currículum con sello de calidad italiano tras pasar dos veces en Serie A por Cagliari y una en Serie B por Bologna, parecía una apuesta inexplicable por su lejanía con el fútbol uruguayo.   

La salida de Ramón Arias al fútbol árabe, el pobre debut de Carlos Matheu ante Racing y el desgarro más largo del mundo de Guillermo Varela tenía a los hinchas con los ánimos crispados. 

Pero Peñarol enderezó el rumbo. Pasito a pasito, como dice la canción. 

En la segunda fecha del Clausura recuperó a Lucas Viatri tras su larga recuperación de una lesión ocular. 

Guzmán Pereira se puso el overol y jugó a su mejor nivel haciendo olvidar la larga recuperación del Mota Gargano. 

López convenció al plantel de sus ideas. De la intensidad del juego, de la voracidad ofensiva, de la necesaria solidez en defensa. Su discurso y sus hechos cayeron muy bien en la interna mirasol. 

Acertó en la cuarta fecha colocando juntos a Viatri y al Torito Fernández. Se la jugó por un pibe de 17 años y del club (Ezequiel Busquets) para el lateral derecho. 

Y se llevó puesta la ventaja de Nacional. Los siete puntos, la rotación del Cacique Medina y el vendaval anímico que el tricolor logró en la Sudamericana al llegar a cuartos de final y soñar con mucho más. 

Tuvo la punta de la Anual y la dejó escapar perdiendo puntos con Torque y Rampla Juniors. 

Empató un clásico de atrás con poquito juego pero dándole al rival un mensaje anímico concluyente: la vuelta del Mota Gargano. 

Volvió a ganar a lo Peñarol. No uno, sino dos partidos seguidos. Progreso y Defensor Sporting. 

Y así se quedó con la Anual. Tenía que hacer pesar esa ventaja en la primera final. Porque el Mota recién está en fase de recuperación de ritmo de juego, porque el Cebolla se recuperó de un desgarro y llegó con lo justo. Porque el Toro Fernández y Viatri venían de diferentes dolencias. 

Empezó perdiendo, se vio claramente dominado durante 60 minutos. Pero lo dio vuelta. Ganó el clásico de atrás. Porque es Peñarol. Porque está el Cebolla que es uno de esos símbolos que profesa esa religión y porque es capaz de patear un penal sin importarle que sus músculos se pueden abrir en mil pedazos. Por eso, Peñarol es otra vez campeón.  


 

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