Cooptrol
Sebastián Auyanet

Sebastián Auyanet

Shuffle

Cooptrol: ciertos postulados

A los 18 años de carrera, Hernán González disfruta de su lugar en la electrónica manteniendo el ritmo de producción y el rechazo a los convencionalismos y lugares comunes como catalizadores
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31 de enero de 2014 a las 00:00

Hernán González parece negro. No hay más que mirar sus influencias o su interés por la intensidad de la percusión y conocer algo de sus orígenes, allá en Ciudad del Cabo, Sudáfrica. Era un niño cuando ya miraba desde lejos a los grupos de música que andaban por esa ciudad le interesaba todo lo que tuviera que ver con esa cosa visceral, espontánea, tribal desde lo que define al rito de muchos unidos por lo corporal. “Mucha gente dice que soy la reencarnación de un negro. Desde chico, en Sudáfrica, dicen mis padres que me conecté mucho con eso. Y hoy, esa cosa más primitivista es de lo que más me interesa”, recuerda el músico.

Le han hecho la misma comparación más de una vez a lo largo de su carrera artística, que este año cumplió nada menos que 18 años, enteramente radicado en Uruguay. No parece fácil haberse mantenido tanto tiempo, mucho menos si el encare de la música pasa mucho menos por los lugares convencionales del género: “Lo veo como un trabajo al estilo de un pintor: se define en base a la técnica utilizada, en este caso de la producción y de las áreas estilísticas”. De ahí que lo suyo haya pasado del house al hip hop, o del dubstep al metal.

Pero la visceralidad e instintividad o el sentido artístico son apenas dos de las facetas que definen a Cooptrol, el proyecto que ha marcado su carrera desde varios costados y que, después de un tiempo algo más lejos de los circuitos de la electrónica local, lo tienen de vuelta en un estado de productividad y generación de eventos pulsante e integrada con el entorno. También obviamente son los que marcan a Amdet, que es una variante de corte más cercana a otras influencias clave, como el dub.

La carrera de González es ideal para hacer una diferenciación. Es preciso separar de una buena vez la línea que separa la electrónica más comercial de la que tiene una veta más artística. Y en ese sentido, su producción musical y sus performances en vivo son una buena prueba de que encarar la composición electrónica con un verdadero sentido artístico y separado de las convenciones actuales no implica estar por fuera de la intensidad del género. “En la electrónica más ‘de artista’, se trata de hacer que la gente sienta que está en algo distinto, en donde no hay cosas que están recontraquemadas”, explica.

En ese cruce de caminos en el que la electrónica confluye hacia zonas más experimentales o artísticas y otras más consumibles como la Electronic Dance Music (la popular EDM que domina Estados Unidos), las influencias de Cooptrol siguen manteniendo una profunda y densa motivación intelectual, con referencias que pueden ir desde Kurt Vonnegut y sus exploraciones de la naturaleza humana hasta la teoría de los transfinitos. “Yo no soy misántropo: lo que más me interesa es el ser humano. Pero sobre todo, toda esa área que todavía no conocemos. Cualquier área que sirva para explorar eso, me sirve, incluso la matemática abstracta. De todas formas, ahora estoy más viejo y me concentro más en la sensación, en expresar el mundo audiovisual que sale de adentro de mi cabeza, quiero generar una sensación, no hablar de una cosa específica”.

Hernán González dice que el público de la electrónica en Uruguay no es fácil, que la gente sabe. “Te das cuenta en las reacciones, en si la gente se cuelga o sale para afuera del boliche, lo ves”. Y en tantos años de carrera, el sentido está cada vez más agudizado. En lo suyo, que es improvisación 100% en vivo, más vale tenerlo: “El que te vio la vez pasada no va a escuchar la misma música. Me gusta tener esa seguridad, a pesar de que sigo sin acostumbrarme a ver mucho a la gente mientras toco”.

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Las fronteras difusas

González es un especialista en promover la composición como ensanchamiento de límites. Si cualquier grabación musical puede ser vista como un ejercicio de aterrizaje y extensión de las fronteras de uno o varios géneros, en su caso el género o estilo musical parece ser apenas un tópico, un molde que se va deformando segundo a segundo. Su creación parece vivir de la fragmentación y el rechazo total por la mayoría de los límites (tiempos, estructuras, duraciones) que definen un concepto musical uniforme. Es una tarea a la que se ha dado desde sus primeros pasos, a finales de los años noventa, y que hoy mantiene junto al status de ser una especie de dinosaurio de la electrónica local.

A la instintividad de muchas de sus producciones y la totalidad de sus sets en vivo se suma el carácter prolífico de Cooptrol: unos catorce discos entre propios y colaboraciones más un puñado de EPs y otras grabaciones sueltas, y todo en su web oficial. “Soy ansioso. Tengo muchos momentos intensos en los que meto de todo. No soy muy conceptual para hacer discos, me gusta el expresionismo abstracto, la idea de que hay algo en el universo que me está llevando y pierdo el control. En otros órdenes de la vida soy medio control freak, así que creo que acá me dejo llevar más”.

El mencionado “dub”, entendido como género en su raíz bien jamaiquina es una de las piedras fundamentales de la música de Cooptrol, que tampoco duda en comparar la dinámica de sus sets en vivo con la progresión de un tema de jazz. ¿Qué cosas definen una presentación suya? Dos facetas: la performance audiovisual (en este caso, con improvisación al 50%) y la generación de un clima emocional “muy rítmico, pero ni muy luminoso o muy oscuro. Un viaje”. En la parte de pista, todo es muy inesperado: “Muchas veces tengo la sensación de que no soy yo el que está tocando, sino otra cosa”.

Si bien la música de Cooptrol se define por líneas estilísticas, es difícil precisar los géneros que atraviesa su impronta polirrítmica. Mejor que lo haga él: “Hay una serie de líneas constantes en lo que hago yo. Una de ellas es el dub, que es una de mis influencias más grandes. El tradicional de Jamaica y sus variantes, más cercanas al techno alemán. También el glitch, esas cosas que uno entendería como más nerd, más de los ruiditos, más rara. En vivo, voy del house al techno. Las máquinas de ritmo clásicas de los ochenta, los 808, los sonidos de bajo clásicos tipo Moog… usás escalas más típicas y después los recursos más propios de la pista que son la bajada y la subida. En ese sentido hay muchas maneras de hacerlo, no solo el estilo lo que se conoce como comercial. De otras formas también funciona. Creo que esa es la clave de lo que yo intento hacer: es mantener el interes y al mismo tiempo, sopapearte”.

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En el planeta virtual

González, que unas semanas después de esta entrevista se presentó en Sudáfrica, es de esa especie de artista local de tiempos de internet que hace su carrera en paralelo a lo mainstream, con circuitos de seguidores fieles pero no masivos y siempre con una pata en el exterior, en ciudades que ha visitado como Berlín o Nueva York. De hecho, Cooptrol suena a un rejunte de todos esos viajes y experiencias con otras escenas electrónicas. “Te permite también sacarte de encima mitos”, asegura. Y explica: “no tenés que estar en Berlín o en otra ciudad europea para romperla. Acá hay un montón de pibes que están empezando en esto que sueñan con eso, cuando en realidad no se dan cuenta de que quizá las oportunidades estén en las ciudades más chicas. Como consumidor cultural quizá está buenísimo ir a Berlín a ver música, pero si querés vivir de tocar, ese es un mito contra el que te vas a dar”. ¿Otro de los mitos? que la gente que vive en el primer mundo son mejores que uno y tienen más recursos. "Acá hay una cultura del esfuerzo por alcanzar cosas que pone a mucha gente –sobre todo de las generaciones nuevas- que de estar allá, estaría en un nivel muy superior a muchos”.

González dice que esta es otra época para la electrónica en Uruguay. En aquellos años 2000, cuando Cooptrol daba sus primeros pasos en eventos como la Fiesta de la X y boliches como Pachamama o Milenio, la vinculación entre artistas era otra. “Creo que nunca la electrónica y el rock estuvieron tan juntos como en ese entonces, con (la banda) Elefante como emblema de todo eso y otras como Amnios, que ahora volvieron a juntarse. Estaba todo mucho más conectado, luego se atomizó todo y se separó todo. Yo me abrí bastante de la electrónica y me centré en el dubstep. Ahora reconecté con la escena porque había toda una generación nueva con otra cabeza, con ganas de trabajar y mucha mejor onda. Me muestran cosas que yo no me podía imaginar, y no están contaminados por las nociones de moda, no tienen un orden racional de las cosas, las influencias, como tenemos los más viejos. Es una forma totalmente distinta de ver el mundo. Para ellos, entonces, ninguna música ‘ya fue’, sino que todo puede ser”.

El futuro

Mundo audiovisual, experiencias sensoriales, dogma electrónico, teorías conspiracionales, tendencias artísticas y mucho más seguirán alimentando la música de Cooptrol pero, según dice, cada vez más cerca de la experiencia en vivo: “Mi conflicto fuerte ahora es cómo hacer toda la producción y usar el disco como un objeto de difusión. Creo que llega un momento en que uno mira sus propias conductas como consumidor y decirse con sinceridad ‘yo no voy a esperar que alguien se escuche entero un disco mío entero si yo no lo hago ni en pedo’. Entonces, veo el acceso a lo que yo hago como a través de temas sueltos, de cosas salteadas que te podés encontrar”.

Ver a Cooptrol: en acción en shows compartidos o sesiones en el boliche Phonoteque (su Facebook siempre está actualizado con esa información).

Escuchar a Cooptrol: más allá del sitio Cooptrol.com, se pueden seguir en vivo sus incursiones en las Blank Sessions que cada dos semanas protagoniza en la radio de internet Future Music Radio (hoy, a las 21, dará una nueva). La información también está en su Facebook.

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