PABLO PORCIUNCULA / AFP

Corona-economics: profunda recesión global

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09 de abril de 2020 a las 05:01

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Por Diego Iturburu*  

El mundo vive un momento sin precedentes para nuestra generación. De forma inesperada, el coronavirus se transformó en una pandemia mundial, cambiando drásticamente nuestra realidad y amenazando nuestra forma de vida. Es una crisis que nos golpea a todos: afecta nuestra familia, nuestro trabajo y nuestra libertad. El panorama es desolador: calles vacías, comercios cerrados, aislamiento. Aunque no lo creíamos posible, el mundo se ha parado.

Para romper el crecimiento exponencial del virus y “aplanar la curva de contagio”, muchos países impusieron drásticas restricciones sociales y económicas, como cierre de escuelas y universidades, fábricas y negocios, y dejaron a 3.000 millones de personas en el mundo bajo medidas de confinamiento. El ser humano, un ser social por naturaleza, fue obligado a aislarse, restringiendo su libertad como nunca antes en la humanidad sucedió.

Impacto económico y reacción en los mercados

Desde el punto de vista económico, el coronavirus es un fenómeno inusual y sin precedentes.

Es inusual, porque ha desencadenado simultáneamente un shock en la oferta y en la demanda, tanto de bienes como de servicios. El desplome de la oferta obedece al cierre de fábricas, comercios, imposibilidad de gran parte de los trabajadores ir a sus lugares de trabajo, disrupción parcial de la cadena productiva tanto interna como externa. El colapso de la demanda se debe a las restricciones impuestas a la población (“cuarentena”) y la propia parálisis que genera la incertidumbre de la situación. Hay consumo que se mantiene (alimentación), pero parte se posterga (compra de automóvil) y otro se pierde (viajes de vacaciones).

Es sin precedentes, porque dinámicas de esta naturaleza solo se habían observado en algunos frágiles países en desarrollo, pero nunca en países desarrollados. Lo que profundiza la situación es que sucede en todos los países al mismo tiempo.

El daño económico se ha visto amplificado enormemente por el miedo, como vimos estos días.

De los 4 componentes que conforman la ecuación del PBI, 3 colapsaron: consumo, inversión y comercio. El único que no ha cambiado es el gasto neto del gobierno, y será este el que mitigará parte de la caída de los otros componentes mediante políticas fiscales: 10% del PBI en Estados Unidos, 14% en Alemania, 11% en Francia, 6%en Suiza donde vivo. Esta magnitud no tiene precedentes.

La reacción en los mercados financieros internacionales, donde trabajo a diario, fue de complacencia al inicio, pero luego de pánico. La caída en los precios de los activos financieros sucedió a una velocidad nunca antes vista: en 20 sesiones, la bolsa americana cayó 20%, el mercado bajista más rápida de la historia. Todas las bolsas mundiales tuvieron las mismas reacciones: picos históricos de volatilidad, venta masiva de activos, des apalancamiento forzado, iliquidez, aumento de correlaciones, dificultad para valuar activos, imposibilidad de mitigar riesgos. En definitiva, mercados financieros disfuncionales.

Para calmar y estabilizar los mercados, los principales bancos centrales del mundo tomaron rápidas y drásticas medidas, para evitar una crisis sistémica. La Reserva Federal americana recorto la tasa de interés a cero, y empezó un agresivo programa de compra de activos. Todos los principales bancos centrales del mundo actuaron de forma similar, para minimizar los riesgos de fallas en los mercados, ya que los mercados financieros son la sangre vital de la economía.

Inevitable profunda recesión global

Todas estas medidas limitarán el daño en la economía hasta que las medidas impuestas para frenar la expansión del virus sean levantadas. Pero no pueden evitar una fuerte recesión en el mundo desarrollado y parte del mundo emergente. De hecho, ya estamos en una profunda recesión global. No se necesita esperar números que confirmen, basta mirar por la ventana: cada economía esta parada.

Según estimaciones, Estados Unidos (21% del PBI mundial) caerá 5%-10% el primer trimestre, y 20%-30% en el segundo. En el caso de la Eurozona, -15% y -20% respectivamente. El daño económico es mayor que en la crisis financiera de 2008.

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Esta recesión es muy particular, ya que es inducida por los gobiernos al restringir al mínimo la actividad económica, para frenar la expansión del virus. Si lo que genera la hemorragia económica es el virus, la prioridad es contenerlo lo antes posible. Pero si la demanda deprimida continúa, se traduce en significativas pérdida de empleo, generando una peligrosa espiral descendente. Este es el dilema. Combatimos simultáneamente en dos frentes: el sanitario y el económico.

Es importante entender que transitamos territorio desconocido, no hay una analogía histórica clara. Las incertidumbres son mayores que las certidumbres: cómo progresa la contención del virus, hasta cuándo se postergan las medidas de aislamiento, cómo retirar las medidas para evitar un rebrote, cómo se implementan los programas para preservar los empleos, etc. 

Conclusión

El covid-19 irrumpió como un rayo, cambió las prioridades de los seres humanos y del mundo. Cambió radicalmente las condiciones de las economías y de los mercados financieros, y nos sumergió en una profunda recesión. Son tiempos de incertidumbre máxima y de decisiones existenciales. Mientras la trayectoria del virus sea desconocida, todo lo demás también lo será. Queda una largo y difícil camino por delante.

Pese al progreso de la ciencia, la vida nos recuerda su esencia: es impredecible por naturaleza. Pero también nos recuerda que todo pasa. Esto también pasará. El daño será profundo, pero transitorio. Las cicatrices serán permanentes.

A inicios de 2009, saliendo de la crisis financiera internacional, publiqué un libro cuyas últimas palabras decían: “Hay algo que ya sabemos: nada será igual”. En aquel momento lo refería al mundo financiero, hoy las vuelvo a repetir pero de forma más amplia: nada será igual. El mundo cambiará de forma irreversible.

diego@diegoiturburu.com

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