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Coronavirus: qué tan grave es y por qué el mundo reacciona con medidas extremas

La falta de vacuna, su alta capacidad de transmisión y el riesgo de colapso del sistema de salud ha llevado a varios países a tomar o evaluar medidas extremas
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10 de marzo de 2020 a las 05:04

El coronavirus se expande por el mundo y genera pánico y caos. Varios países toman medidas restrictivas de la libertad de movimiento de las personas para evitar su propagación. Eso, a su vez, tiene consecuencias directas en los mercados, y hasta en el precio del dólar local.

“La gripe común causa más muertos cada año”, argumentan miles de personas que sostienen que se trata de una psicosis exagerada. ¿Pero entonces, por qué China impuso una cuarentena para 40 millones de personas e Italia la extiende a todo el país? ¿Por qué EEUU recomienda no viajar a China? ¿Por qué se suspenden eventos deportivos y recitales en todo el mundo, y las aerolíneas se enfrentan a una crisis casi sin precedentes? ¿Por qué los gobiernos toman medidas que, muy probablemente, los conduzcan a una recesión autogenerada? En definitiva, ¿por qué el mundo le teme tanto al coronavirus?

Hay dos respuestas simplificadas y directas: aunque no es el virus más mortal de la historia, tiene el potencial para hacer colapsar los sistemas de salud de los países. Y además, aún sabemos demasiado poco de él, y sobre todo de su capacidad de mutación, con lo cual dejarlo fortalecerse es un riesgo gigante que nadie quiere tomar.

Mata poco, contagia mucho

Hasta el lunes a la hora 14, el número de infectados en el mundo a consecuencia del Covid-19 (la enfermedad que causa el virus SARS-CoV-2) era 113.575, el de fallecidos 3.994 y el de curados 62.496. En una población de 7.000 millones de personas parece bajísimo, y también si se lo compara con las cifras de otras enfermedades como la influenza común. 

Es difícil hablar de porcentajes en una enfermedad que está en pleno proceso de evolución. Sin embargo, para simplificar, se pueden trazar algunos números muy gruesos (que en unos días pueden quedar viejos). El 80% de los casos de Covid-19 son leves, el 5% son críticos y las muertes están entre el 1 y el 3%

El SARS (China, 2003), por ejemplo, tuvo una tasa de mortalidad del 10% (enfermó a 8.098 y mató a 774). La gripe común mata a 0,1% de las mil millones de personas que se enferman, pero está tan extendida que según la Organización Mundial de la Salud mueren entre 300 mil y 600 mil personas por año. Y eso teniendo en cuenta que hay vacuna contra ella y el sistema de salud mundial está preparado para enfrentarla. 

Además, el coronavirus lleva detectado apenas dos meses, y con cifras que aumentan exponencialmente, lo que obliga a ser cauto con los totales de muertos e infectados. 

Es que las estadísticas varían según el país, según la cantidad de casos reportados -se estima que muchos enfermos leves no son registrados- según la rapidez de las medidas para controlarlo. Pero algunos cálculos apuntan a que una persona puede contagiar en promedio a entre dos y tres más, por lo que la enfermedad tiene el potencial de alcanzar rápidamente a miles de millones de personas en todo el mundo. Además, algunos cálculos apuntan a que una persona puede incubar el virus durante dos semanas, aunque no hay consenso acerca de si un paciente asintomático puede contagiarlo.

La capacidad que tiene un enfermo de contagiar otros se mide por el índice de contagio (R0). Para el Covid-19 da una cifra en el entorno de 2,5. El R0 de la gripe común es 1, mientras que para el sarampión es 15. La diferencia es que la gripe como el sarampión tienen vacuna para limitar el contagio,  pero el Covid-19, no. Por eso, China o Italia han recurrido a evitar ese círculo de contagio con medidas extremas, como confinar millones de personas dentro de sus casas.

Eso nos lleva un razonamiento aritmético básico: un virus de baja mortalidad, pero que afecta a cientos de millones en todo el mundo, y que aún no tiene vacuna, producirá muchos muertos. Sobre todo porque hay otro factor que pesa: estamos en un momento de la historia donde los viajes por el mundo son mucho más comunes que cuando el brote SARS (2003) o H1N1 (2009). Sobre todo desde y hacia China, donde se generó el brote.

¿Morirían de otra cosa esas personas que eventualmente se enfermen? Quizás sí, pero ahí es donde ingresan otros factores en juego.

¿Cómo se transmite? 
Básicamente, cuando una persona infectada tose, o estornuda a menos de un metro de distancia de otra, y las pequeñas partículas de saliva ingresan en el organismo de la otra persona. Lavarse bien las manos, evitar tocarse la cara, evitar el contacto innecesario con otras personas, consumir una alimentación saludable y balanceada que mantenga las defensas altas son consejos fáciles, conocidos y aplicables en otras enfermedades, que en este caso aplican perfectamente. Vacunarse contra la gripe común es otra forma de cuidarse, aunque no tenga que ver directamente con el combate al Covid-19. Más detalles sobre como prevenirlo.

Mutación

Es cierto, la mayoría de las muertes y casos graves registrados hasta ahora involucran a personas mayores o inmunodeprimidos (hay una incidencia bajísima en niños). Pero como es un virus que acaba de ser identificado, su capacidad de mutación no puede descartarse. De hecho, la semana pasada China empezó a reportar que algunas de las autopsias a los fallecidos mostraban daños similares a los del SARS o el SIDA, lo que abre una línea de investigación de que el Covid-19 puede generar daños irreversibles en los pulmones en muchos de los que sobrevivan. Además, ya hay estudios de que la enfermedad ya tiene dos vetas diferentes, una más grave que la otra. De nuevo, son todos estudios experimentales: el mundo recién está conociendo a este nuevo virus.

Colapso

Pero junto con un alto grado de contagio, el mayor riesgo está en la capacidad de los sistemas de salud de cada país para tratar a los enfermos. Es que si el virus sigue penetrando sin medidas extremas como en China o Italia, los hospitales corren el riesgo de colapsar. 

No hay una vacuna y puede demorar meses en llegar. El tratamiento, básicamente, consiste en suministrar oxígeno a aquellos con insuficiencia respiratoria, ayudar al sistema inmunológico de las personas para que haga su trabajo y combata al virus, y combatir los daños asociados que la enfermedad genera en el organismo. Hasta ahora, el tiempo promedio de internación ha estado en las 2-3 semanas.

Con miles y miles de personas ocupando camas de hospital, el riesgo de que pronto no alcancen las camas, o el oxígeno, o las mascarillas, es real. También el riesgo que los profesionales de la salud se enfermen, y queden fuera de juego para tratar a los enfermos. Por ejemplo, en Italia, un grupo de médicos han advertido que el 10% de los enfermos requieren tratamiento en CTI. Con esas cifras, el potencial del Covid-19 para causar un desastre en la salud pública es grande.

Ese escenario (potencial, quizás lejano, pero que los gobiernos tienen arriba de la mesa a la hora de tomar decisiones) llevaría no solo a que muchos casos empeoren por falta de tratamiento adecuado, sino que personas con otras enfermedades atravesaran el mismo problema: no poder ser tratadas, ya sea por falta de camas, equipamiento o por falta de médicos. 

En países como EEUU, donde el sistema de salud significa un costo enorme para las personas (que muchas veces toman decisiones de salud en base al dinero) puede ser el caldo de cultivo para un desastre en la salud pública. Lo mismo en países del tercer mundo, con débiles sistemas de salud, sobre todo para los más pobres.

Es en ese miedo que trabajan los gobiernos con sus medidas precautorias. Algunas son extremas, como las que empezó a aplicar Italia. Lo cual lleva a la pregunta: ¿valen la pena esos confinamientos, los controles a la actividad y los riesgos de recesión? A la vista de las medidas tomadas, los gobiernos entienden que sí.

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