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6 de noviembre 2021 - 5:00hs

Uruguay ha hecho bien las cosas durante la pandemia y su imagen se agigantó por el desastre en que están sumergidos Argentina y Brasil. Pero lucir como una perla en comparación a los principales socios comerciales del Mercosur puede obnubilar la realidad. 

Dirigir la vista al vaso medio lleno es una conducta política comprensible en un contexto de notoria polarización del debate público alimentado por el relato apocalíptico de la oposición.  

Los elogios que le llueven a Uruguay desde la vecina orilla, por parte de dirigentes opositores o empresarios, son más que comprensibles.

Esta semana, el argentino Ignacio Sarmiento, gerente general del hotel y casino Enjoy de Punta del Este, dio su punto de vista sobre las virtudes de Uruguay. 

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En una entrevista con Infobae, el martes 2, Sarmiento dijo que la ventaja comparativa de Uruguay “es la libertad”, una cualidad que se refleja en aspectos de seguridad y en la previsibilidad “para hacer negocios”. 

También los empresarios uruguayos tienen un punto de vista positivo. La última Encuesta de Expectativas Empresariales de EXANTE, de octubre pasado, arrojó  un incremento en el número de ejecutivos que considera que la situación económica es mejor que un año atrás, así como aquellos que ven “una mejora sustantiva” en la valoración del clima de negocios, crecimiento y más inversiones al cabo de un año. 

Reconociendo la importancia del optimismo empresarial, que también refleja el punto de vista del oficialismo, no hay que dejarse ganar por el vaso medio lleno. Todavía hay muchas asignaturas pendientes para dar un salto cualitativo que nos ponga en la senda del desarrollo.  

Quizás, el casi seguro referéndum contra la LUC pueda ser una gran oportunidad para airear un conjunto de ideas muy básicas, pero imprescindibles y que facilitarían reformas largamente postergadas.

Que se explique con claridad a la ciudadanía que la victoria contra la delincuencia se mide en la baja de los delitos, pero mucho más en un sistema educativo inclusivo y de calidad; es lo que daría, además,  oportunidades de formación y de empleo a jóvenes que cada vez les resulta más difícil el comienzo de la vida fuera del hogar paterno.

Que se explique el papel de la reforma de la educación para la competitividad si se quiere avanzar en acuerdos de libre comercio, el único instrumento seguro para el crecimiento, pero que pierde potencial sin capital humano sofisticado o de alto nivel por su impacto en los procesos de producción y en la calidad de bienes y servicios. 

Para los empresarios, la calidad de la educación y la apertura a nuevos mercados deberían ser las dos principales prioridades del próximo año del gobierno, según surge del estudio de EXANTE.

Y caminar por esa esa ruta supone romper las ataduras que sufren las empresas privadas por un Estado ineficiente, que impone tarifas altas, y regulaciones de mercado que desincentivan la inversión y la creación de empleo.  

El discurso nostálgico de un pasado finiquitado, un cuadro de espanto para vivir en un mundo globalizado, digital y tecnológico, hay que combatirlo con la energía del convencimiento, conscientes de que la derogación de la LUC supondría un gran paso atrás que sepultaría por otro largo tiempo las transformaciones cada vez más urgentes.

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