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De parásitos, Óscares y vacunos

Si Joaquin Phoenix visita Uruguay verá vacas felices que van contentas a ordeñarse
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16 de febrero de 2020 a las 05:00

Creo haber sido de los primeros en ver la película Parásitos. A decir verdad, que la película tomara en singular su nombre de un concepto biológico me llamó la atención. No trata sobre un conjunto de humanos parásitos sino sobre una actitud. Un concepto biológico: el parásito es un ser vivo que vive a expensas de otro, su huésped.

Las garrapatas tratan de vivir a expensas de las vacas, los perros y otros vertebrados. La existencia del parasitismo llevó a Darwin a preguntarse el porqué el Creador habría generaría a seres así. Las ichneumon, una especie de avispa pone sus huevos dentro de un gusano, al que las larvas le van comiendo  la carne mientras vive, es decir le espera una tortura tremenda de dolor hasta finalmente morir. El parasitismo no suele ser simpático.  Eso parecía más bien diseñado por un capellán del diablo reflexionó Darwin sobre estos parásitos.

Otros parásitos son menos dramáticos. A las vacas les incomodaban las garrapatas, pero sin dramas. Es frecuente ver un ave en el lomo que se las come. Junto al parasitismo, en la naturaleza, diversa e indiferente, también está la cooperación. El ave se beneficiaba de la garrapata, la vaca se beneficiaba del ave, la garrapata se beneficiaba de la vaca.

En la película coreana que explora la biología/cultura de los parasitismos humanos, para mostrarnos la opulencia de una familia,  se muestra un festejo donde aparece nada más ni nada menos que las tiras de chorizos que nosotros comemos. Es decir, para mostrar lo opulento de una fiesta coreana se muestra un lujoso jardín con unas especies de mediotanques  y unas tiras de chorizos. Hasta parecen” made in Uruguay”.  Oscar a la mejor película.

No sé de que va la película el Guasón, más que muy a grandes rasgos. Pero me han recomendado la actuación y luego el discurso del actor ganador del Oscar, Joaquin Phoenix.

Phoenix comienza su corta pieza oratoria apuntando que estar allí le permite ser la voz de los que no tienen voz. “Creo que cuando hablamos de la desigualdad de género, o el racismo, o los derechos LGBT, o el de los pueblos originarios o de los derechos de los animales estamos hablando de las luchas contra las injusticias”, apunta. De pique iguala temas que tienen sus diferencias.

“Hablamos de la lucha contra la creencia de que un país, una raza, un género, una especie, tiene el derecho de dominar, controlar, usar y explotar a otro con impunidad”, allí el actor se emociona, se come las uñas, la gente aplaude, francamente creo que está actuando, no que realmente se pone nervioso por hablar en público, es un actor.

Junto al parasitismo, en la naturaleza, diversa e indiferente, también está la cooperación. El ave se beneficia de la garrapata, la vaca se beneficia del ave, la garrapata se beneficia de la vaca

Retoma el discurso. “Creo que nos hemos desconectado mucho del mundo natural. Y muchos somos culpables de tener una visión egocéntrica del mundo, creernos que somos el centro del universo. Nos metemos en el mundo natural y lo saqueamos por sus recursos”.

Hasta aquí digamos, nada demasiado llamativo, un discurso ecologista no demasiado innovador. Sabemos que no somos el centro del universo desde Copérnico, pero también como dijo Carl Sagan, somos una ínfima fracción del Universo que es consciente de sí misma y eso no es poca cosa. Ciertamente tenemos que re conectar urgentemente con la Naturaleza. Volver a enseñarle a los niños urbanos el amor por las plantas, la tierra, los animales, la vida silvestre. Pero luego  viene un nuevo ataque a la ganadería que es donde cabe marcar un límite claro.

Dice Phoenix: “Nos creemos en el derecho de inseminar artificialmente a una vaca, y robarle a su bebé, a pesar de que sus gritos de angustia son inconfundibles.  Y después tomamos su leche destinada a su ternero y la ponemos en nuestro café.” Por un lado el ataque a la inseminación artificial es francamente ridículo y llamar bebé a un ternero también lo es. Una cosa es respetar a los vacunos, con quienes tenemos una relación mutuamente beneficiosa desde hace miles de años, otra muy distinta es llamarle bebé a un ternero.

Y no puedo evitar recordar que hace pocos días Starbucks anunció menos leche de vaca más leche vegetal en sus menús.  La batalla cultural será difícil, Phoenix con su Oscar tiene una voz tremendamente escuchada, el tambero que se levanta todos los días a cuidar a sus vacas no tendrá voz.

Son tiempos turbulentos para la ganadería los que están por delante.  Hay un vendaval cultural en contra  por un lado de cierta elite de Occidente, al tiempo que hay una fascinación en Oriente que equipara a la carne al caviar.

Podría rematar esta columna criticando a Phoenix y ganarme así un aplauso fácil de los lectores ganaderos. Su discurso cierra afirmando que  “He escuchado los llantos de vacunos y terneros el día del destete.”  Muchos niños lloran el primer día que van a un jardín de infantes. Pero no se les termina el mundo.  En el ganado vacuno, ciertamente es un sonido de queja el del día del destete, pero es una separación tras los correspondientes nueve meses de preñez y seis meses de lactancia en los vacunos de carne y de menos días en los vacunos de leche. Son unas horas y luego la vida sigue.

Este tipo de discursos arriesgan a desenfocar a la humanidad de los problemas reales: el calentamiento, la pérdida de diversidad, la calidad del agua y del aire.

En la producción lechera es posible que la producción de terneros “a estaca” en algún momento sea cuestionada y es posible que los cuestionamientos tengan algo de razón y deba revisarse.

Es importante tener claro que en el fondo de la cuestión el razonamiento sentimentalista omite aspectos fundamentales y es por lo tanto erróneo. La vida de los vacunos criados en las condiciones uruguayas son vidas bien vividas, disfrutables. Para los vacunos, la relación con los humanos no es de explotación. Es subestimar a los vacunos verlo así.

Los vacunos muy astutamente hicieron con los humanos una alianza hace miles de años. Los que pagaron el pato fueron los carnívoros. Cambiaron leche y carne de adultos por seguridad, alimento y crecimiento poblacional. La ganadería es una relación de mutuo beneficio en la que se perjudicaron los herbívoros que no domesticaron y principalmente los carnívoros, en el caso de la Banda Oriental, los jaguares y los pumas. Ya cuando vino Darwin buscó jaguares, vio huellas, pero se tuvo que ir sin ver uno, muy a su pesar. El delta del tigre ya no tenía tigres. Los humanos los habían aniquilado en defensa de los vacunos.

Si Joaquin Phoenix visita un tambo uruguayo verá vacas felices que van contentas a ordeñarse y comer una rica ración que complementa los jugosos pastos que comió durante el día. Mil veces mejor que la vida que tenía siendo silvestre. Y respecto a la inseminación artificial, no creo que para las vacas sea un gran problema.

Nos va la vida en explicar que la ganadería “a la uruguaya” es un acto de cooperación. Entre vacas, humanos, el ave que se para en el lomo (Picabuey), las pasturas naturales y sembradas,  en convivencia con tatúes, mulitas, zorrillos, lombrices, culebras, lagartijas y cada tanto hasta algún oso hormiguero. No criticar al mensajero, debatir racionalmente el mensaje. Aceptando lo razonable y no dejándonos llevar por modas que de imponerse terminarán por aniquilar hasta la última de las vacas.

Nada más lejos de la ganadería uruguaya que un campo de concentración donde madres e hijos son separados por explotadores. Acá hay pastores, ganaderos, tamberos que se desviven por el bienestar de sus vacas, a cambio sí de su leche, en una relación que es de mutuo respeto.

La paradoja del discurso vegano es que en caso de imponerse, aniquilará a las vacas, dejará al mundo despoblado de estos herbívoros que decidieron como otros animales, emprender una relación de mutuo beneficio.

Cuanto más arrecie la batalla cultural, más importante será explicar que en estas tierras no somos parásitos explotadores, sino simbióticos pastores.

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