Fotos, abrazos, besos. Los políticos en campaña siempre recurren a viejas costumbres para darse a conocer. Aparecen en la puerta de una casa, compran en el almacén de un pueblo, se sacan una selfie con un vecino e interrumpen, incluso, sus recorridas por barrios para detenerse a conversar con una, dos, tres personas a la vez, a quienes en su mayoría ni conocen.
En ese terreno, para quienes aspiran a la presidencia, cualquier choque de puños parece ser bienvenido. Sin embargo, muchos de los nombres que en 2019 encabezaban las fórmulas electorales en Uruguay dejaron de lado aquellas antiguas estrategias y no solo se borraron de la esfera pública, sino que ahora caminan por las calles de Uruguay casi como completos desconocidos.
Después de una extensa campaña presidencial, Daniel Martínez se tomó un descanso. Volvió en 2020, para competir por la Intendencia de Montevideo, pero al quedar tercero en la interna del Frente Amplio otra vez dio un paso al costado.
Desde entonces, su vida política quedó en un segundo plano, al punto de que nunca más conversó con su compañera de fórmula, Graciela Villar, quien señaló que no ha querido “molestarlo”.
Tal como afirmó en una entrevista con Telemundo, hace más de un año y medio, Martínez dedicó su atención a su familia, luego de perder por 1,5 puntos contra Luis Lacalle Pou en las elecciones nacionales. Hace unos meses, viajó a Estados Unidos para visitar a su hija y a sus nietos, donde estuvo casi 60 días.
Como acostumbra en verano, pasó buena parte de enero en su casa del balneario San Francisco e interrumpió brevemente su estadía el sábado 16, para participar de una comida en Punta Rubia (Rocha) con todos los exintendentes frenteamplistas que dejaron su cargo entre el pasado 26 y 27 de noviembre.
Martínez, que hasta entonces no había tenido intervenciones políticas, fue parte de la promesa de gestión de los seis jefes departamentales del Frente Amplio, que habían acordado ponerse al día y hacer una síntesis de las gestiones en las diferentes intendencias mientras ocupaban el cargo.
El exintendente, que prefirió no hablar sobre la pasada campaña, en la que, según dijo, perdió la memoria por momentos, tuvo una impronta muy participativa. Desde una baranda, a unos 50 metros del mar, saludó a varias personas que pasaron caminando por la zona y bromeó con una vecina que lo reconoció y le gritó que era de Defensor.
Salvo con Carolina Cosse y el reelecto Andrés Lima, que no asistieron, tuvo diálogo con todos sus colegas durante las cuatro horas de reunión y dejó sensaciones de querer seguir vinculado a la política desde un lugar menos protagonista, aseguraron fuentes participantes del encuentro.
Martínez reapareció públicamente el pasado lunes en la Unidad Agroalimentaria Metropolitana (UAM). Asistió a la inauguración del centro y entre saludos con productores y reencuentros políticos, dijo en diálogo con El Observador: "Es una alegría. Gana la gente, los miles de trabajadores que van a trabajar acá, los productores y todo el mundo. A mí me tocó dirigir un equipo que consiguió la plata, dirigió la obra y el acuerdo, pero cada uno aportó lo suyo y eso es lo importante".
"Desde los 16 años no descansaba tanto. Sigo trabajando a nivel barrial y hago de todo un poco. Estoy pensando en estudiar matemática de vuelta, que es un tema que me encanta y tengo pendiente", contó. Un día después de esa tarde, celebró su cumpleaños en familia.
En la burbuja frenteamplista, antes de setiembre de 2019, Graciela Villar era una militante más. Tenía un rol activo desde la presidencia de la Junta Departamental de Montevideo y había apoyado a Mario Bergara en las internas del Frente Amplio, pero era una trabajadora desconocida para la mayoría del electorado.
Cuando Martínez fue electo como candidato y aún sembraba dudas para elegir a su compañera de fórmula, algunos perfilaron a Carolina Cosse como su posible compañera, por quedar segunda en la interna frentista, mientras que otros apostaron por la actual directora de Desarrollo Social de la Intendencia de Montevideo, Mercedes Clara, quien finalmente rechazó la propuesta. Pero nadie imaginaba que, tras una serie de idas y venidas, Martínez elegiría a Villar.
Después de un flojo resultado en la primera vuelta, cada lunes de noviembre de 2019 llevó a la dirigente a recorrer barrios, ciudades o pueblos del interior junto al exintendente de Montevideo, casi siempre con una sonrisa y una esperanza en común, que excedía al jingle de la ola: remontar el 39% conseguido en octubre.
Su presente, sin embargo, contrasta cualquiera de aquellos tiempos. Atrás quedaron las recorridas mañaneras con dirigentes, los fugaces viajes en camioneta de una ciudad del interior a otra y los constantes saludos de los militantes. Las mañanas de Villar son mucho más distendidas: lee la prensa en su casa, participa de reuniones políticas por Zoom, a veces sale a caminar con sus amigas por 8 de octubre y diariamente va a la guardería Selva Braselli, donde se reintegró a trabajar como directora.
Aunque eso sí: ya no la reconocen como antes. “La gente me saluda de otra manera. He tenido muy buenas experiencias. Algunos me ven pasar con el tapaboca y me gritan ‘¡Graciela!’, a ver si me doy vuelta. Otros, cuando entro a comprar a una tienda o hago un mandado, me dicen '¿Graciela?'. No es lo mismo que en la campaña electoral, obviamente. Sigo recibiendo mucho afecto de la gente, pero de otra forma. Es distinto”, dijo en diálogo con El Observador.
En momentos donde, cree, el tapabocas es “bárbaro” porque la gente la mira dos veces antes de saludarla, Villar mostró preocupación por una encuesta que indicó que el 44% de los uruguayos no estaría dispuesto a vacunarse contra el coronavirus. Además, se encuentra juntando firmas para derogar 135 artículos de la ley de urgente consideración y está en plena campaña para que Fuerza Renovadora, el sector encabezado por Mario Bergara, de quien es suplente, ingrese formalmente al Frente Amplio.
“Estoy participando activamente en militancia asociada a la realidad que tenemos con el covid-19. Trabajo mucho por Zoom, fundamentalmente con los comité de base, y trato de hacer consciencia de que esto es una pandemia. Estamos largando una campaña de Yo sí me vacuno porque han surgido una serie de corrientes que son transversales a los sectores políticos de gente que tiene dudas respecto a la vacunación”, relató.
Nadie ha visto a Ernesto Talvi en Carrasco en el último tiempo. Sigue viviendo allí, pero todo es muy distinto a cuando era canciller, pese a que dos por tres su nombre suele aparecer como tendencia en la red social Twitter.
En su casa no hay ruido ni movimiento. Los vecinos hace rato que le perdieron el rastro y apenas lo cruzan algunas tardes cuando saca su auto del garaje sobre la calle Potosí.
Lo mismo sucede en el Club Náutico, institución de la que aún es socio y ya no visita con frecuencia —ni siquiera para nadar las 40 piletas diarias que acostumbraba a hacer antes de la campaña presidencial—.
En la carrera por la presidencia, Talvi había dicho que se sentía más cercano a Martínez que al entonces candidato por Cabildo Abierto, Guido Manini Ríos y el tiempo pareció darle la razón: al igual que el exintendente, desde que dejó la cancillería, limitó sus apariciones públicas y se desvinculó de la política.
Luego de abandonar el Ministerio de Relaciones Exteriores en julio y declarar días más tarde que dejaría la “política activa”, apenas publicó sendos tweets referidos a ese tipo de cuestiones, como las elecciones de Estados Unidos, las recomendaciones sanitarias de los científicos y la iniciativa de ANEP para volver a la presencialidad en Primaria.
El economista va cada semana a la sede de Ciudadanos, ubicada en la calle Lamas. En ese entorno, mantuvo reuniones casi a diario, conversó con su reducido grupo de colaboradores y realizó estudios para organizaciones internacionales hasta que se fue de vacaciones a Punta del Este en enero y febrero. Si bien se especuló con su regreso al liderazgo de su sector Ciudadanos tras su renuncia en julio, en noviembre -por medio de una carta- descartó esa posibilidad.
Recién el pasado domingo, después de ser visto recorriendo las primeras paradas de la Playa Mansa, regresó, pero no dio señales de querer volver a la política partidaria.
En el interín de los últimos días de diciembre de 2020 y las primeras jornadas de 2021, algunos militantes colorados se reunieron a comer asados en la sede de Lamas. La autorización de Talvi estaba dada, pero ni él ni su equipo formaban parte de las juntadas. Los encargados de organizar y cerrar la sede por entonces eran los delegados, que habían repartido listas durante la pasada campaña presidencial.
En una de las juntadas invitaron a Chiara Scanzerra, una de las estrellas de Got Talent, y apagaron las luces a las 2 de la mañana. Hasta ese momento no hubo problemas. Pero un día, los jóvenes se excedieron y dejaron la música alta sonando hasta las 4 am. Eso llevó a los vecinos a presentar una carta quejándose, pese a que antes, el encargado José Luis, advertido, les había pedido que pararan.
Al poco tiempo, Talvi estaba enterado de todo. Y el problema no se volvió a repetir. Sin embargo, ahora que volvió y los inconvenientes subsanaron, él y su sector decidieron no renovar el alquiler de la sede, informaron fuentes allegadas al caso y confirmó públicamente el actual ministro de Ambiente, Adrián Peña.
En marzo, el alquiler vencerá. Su dueña, una señora mayor de unos 80 años, lo alquilaba al sector colorado por $ 80 mil, pero luego, a raíz de la pandemia, el monto se ajustó a $ 35 mil y finalmente mediaron en $ 50 mil, según supo El Observador.
La última aparición pública de Edgardo Novick vinculada al terreno político fue el pasado 2 de agosto, cuando se reunió en su casa con su amigo y entonces reciente canciller de la República, Francisco Bustillo, para tratar temas empresariales y dialogar sobre su participación política, contaron ambos por ese entonces.
Luego de aquel intercambio, Novick dijo que se sentía representado por el diplomático, que estaba “al pie del cañón” y que no dejaría la política. Sin embargo, se desvinculó del Partido de la Gente y nunca más retomó el diálogo con el diputado Daniel Peña, quien declaró a El Observador que prefiere evitar hablar del tema cada vez que se lo mencionan.
En los meses siguientes, Novick se dedicó “muy activamente” a la actividad privada, volcó gran parte de su tiempo a reunirse de forma remota por Zoom con sus socios y mantuvo todos sus vínculos comerciales, indicaron fuentes cercanas al empresario.
Cada vez que pudo, evitó las reuniones presenciales, pero al acercarse a Peñarol no le quedó de otra. En noviembre lo tentó a presentarse como presidente el dirigente Alejandro Ruibal, amigo personal de Novick, quien lo considera un “manya enfermo”, y él barajó la posibilidad durante unos días. “No hizo campaña ni estaba buscando nada, me consta”, dijo Ruibal en diálogo con El Observador.
Su candidatura se cayó tras reunirse con José Pedro Damiani. En ese encuentro, el contador le dijo que sería candidato y el empresario no se quiso presentar en su contra, informó una fuente vinculada al club.
En la primera quincena de enero, Novick, normalmente encargado de firmar cheques en el shopping Nuevocentro, aprovechó las pocas demandas que tenía y se fue de vacaciones. Deambuló entre Montevideo, Punta del Este y Portezuelo, donde tiene casa y se encontró con amigos.
En el presente, sus socios comerciales sostienen que sigue “muy dedicado” a los negocios, pese a que apuesta a aislarse y a no exponerse por el coronavirus cada vez que puede. “Estuvo haciendo lo mínimo imprescindible una vez por semana”, contó Juan Salgado, uno de sus asociados.
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