Reinaldo Perger salió de Venezuela hace dos meses, caminó, hizo autostop, atravesó cinco países, se enroló como pescador sin saber nadar, se destrozó los pies y llegó a tiempo a Buenos Aires para ver nacer al niño que espera su novia, la también venezolana Fabiola Navarro, que está punto de dar a luz.
Ella emigró a Argentina en julio pasado para instalarse con su familia y, al llegar, sintió mareos que atribuyó al viaje en autobús pero que en realidad eran consecuencia del embarazo de diez semanas que tenía. Enseguida informó a Perger, quien aceleró sus planes y, sin dinero para un pasaje, decidió recorrer Suramérica con lo puesto.
"Voy a hacer lo posible, pero que voy a estar allá, voy a estar, así me tenga que teletransportar", le dijo Perger, de 23 años, a Navarro, de 24, cuando todavía estaba en Venezuela, rememora en una entrevista con Efe.
Perger recibió la noticia y aún pasaron unos meses hasta que cruzó la frontera, con un esguince de tobillo mal curado y una bolsa de deporte con ropa que perdería unas semanas después en el camino.
"Al ver la situación, decido venirme caminando desde Cúcuta (Colombia), donde me radiqué una semana estudiando por dónde me tenía que ir, cuáles eran los países que se me hacían más factibles", explica.
Al final, el recorrido fue similar al que multitud de venezolanos trazan en su migración al sur para escapar de la crisis humanitaria de su país: Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y, finalmente, Argentina.
"Me encontré muchos venezolanos y me junté con ellos, hay como cuatro o cinco refugios en toda Colombia por los que pasan 200 venezolanos al día", recuerda el joven sobre la primera parte del camino, en la que los camiones y autos sí fueron solidarios con él y le ahorraron más ampollas en los pies de las que ya tenía.
Perger llevó un paso más allá su locura y completó su transformación a aventurero cuando, en las costas de Perú, conoció a unos pescadores que le ofrecieron trabajo en su barco a cambio de algo de dinero para ropa nueva, después de perder la suya.
En sus diez días en alta mar, el venezolano, que nunca aprendió a nadar, vio por primera vez cachalotes, manadas de delfines que saltaban junto a la nave y ayudó a conseguir dos toneladas de pescado.
"Pescamos un tiburón azul y todo", sostiene.
En la distancia, su novia vivía la espera con angustia y pocas noticias del camino de Perger.
"No me lo creía cuando lo vi, lloraba, ¡al fin logró llegar! Me sentí feliz y emocionada", asegura Navarro, con una panza de ocho meses en la que aguarda Matías, el bebé con el que esperan construir su nueva vida.
La futura mamá sueña con estabilizarse junto a Perger, quien trabaja a tiempo parcial en un gimnasio a la espera de conseguir algo mejor.
Navarro, natural de Isla Margarita, una zona paradisíaca del Caribe, sueña con contarle a su primer hijo lo hermosas que son las playas allá mientras le da "un futuro bonito" en Argentina, a la espera de algún día volver a visitar su tierra natal.
Pablo Ramón Ochoa
EFE
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