Leonardo Carreño

Democracia y evolución cognitiva: cuatro ejemplos concretos

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06 de noviembre de 2021 a las 05:00

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El próximo jueves se realizará el primero de los cinco foros de “La máquina de aprender”.1 Gracias al apoyo de la fundación Konrad Adenauer, en cada uno de ellos, políticos y académicos discutirán sobre cómo mejorar nuestras prácticas e instituciones democráticas. En este primer evento se debatirá acerca de cómo se asesoran los parlamentarios uruguayos y se presentarán algunas propuestas innovadoras. ¿De qué staff disponen? ¿Qué servicios les ofrece el Parlamento? ¿Qué podemos aprender de otras experiencias como la alemana o la norteamericana? Por supuesto, sería deseable que a partir de cada uno de estos foros se tomaran iniciativas concretas. Pero, lo que más importa, es encender “la máquina” o, mejor dicho, contribuir a evitar que se apague. Para que la democracia uruguaya siga siendo la mejor de América del Sur debe seguir reflexionando sobre sí misma. En el pasado lo ha hecho. Veamos cuatro ejemplos de evolución cognitiva.

Primero. La instauración de la democracia, a comienzos de siglo XX, es el primero de ellos. Después de décadas de guerras civiles, colorados y blancos fueron aprendiendo a compartir el poder. La “Paz de Abril” de 1872, que inició la política de “coparticipación” territorial (los colorados resignaron el control político de cuatro departamentos) fue un punto de inflexión decisivo. Durante las décadas siguientes se intensificó el debate sobre cómo reformar la constitución para asegurar, por un lado, la unidad del Estado (el reclamo central de los colorados) y, por el otro, el respeto a las minorías (la exigencia, hablada y armada) de los blancos. La incorporación del Doble Voto Simultáneo en 1910 (adoptado y adaptado de J. Borély), fue un mojón clave. El debate culminó en la Constitución de 1918, el debilitamiento del Poder Ejecutivo, la incorporación del voto secreto y la representación proporcional “integral”.

Segundo. A la naciente democracia le llevó tiempo encontrar el punto de equilibrio entre la dispersión del poder y la “gobernabilidad”. La comunidad de práctica democrática uruguaya fue, acá también, moviendo las “perillas”. Las constituciones de 1918 y 1952 debilitaron el Poder Ejecutivo, por ejemplo, incorporando el sueño batllista del colegiado. Las reformas de 1934 y 1966, movieron decididamente la perilla en la dirección opuesta. Cada una de estas reformas fue una respuesta a la experiencia acumulada por los partidos. Se buscó dispersar el poder para asegurar la libertad y conjurar el viejo temor a la “personalización del poder”. Las reformas que, por el contrario, fortalecieron la autoridad del presidente y del Poder Ejecutivo, respondieron a la búsqueda de la gobernabilidad. Después de la dictadura, la práctica de las coaliciones de gobierno representa un nuevo desarrollo de la misma preocupación.

Tercero. Los partidos fueron, desde el principio, la columna vertebral de la democracia. Lograron serlo porque eran capaces de canalizar las demandas de la ciudadanía. Sin perjuicio de haber tenido, desde siempre, matrices ideológicas distinguibles, durante mucho tiempo colorados y blancos construyeron y preservaron sus bases electorales fundamentalmente mediante mecanismos particularistas. Hacia mediados del siglo XX, las voces que, dentro y fuera de los partidos cuestionaban el clientelismo, se hicieron sentir cada vez más intensamente. La irrupción de nuevos liderazgos (pienso, muy especialmente, en Jorge Batlle y Zelmar Michelini, en los colorados y en Wilson Ferreira en los blancos) colocó el desafío de la elaboración programática en un nuevo nivel. Después de la dictadura, el clientelismo retrocedió. La “obsesión programática” se volvió permanente. 

Cuarto. El DVS ayudó a mantener unidos partidos muy divididos (tanto por la competencia entre líderes como por diferencias ideológicas). Esta solución institucional, por un lado, los ayudó: los fortaleció a la hora de la competencia electoral y contribuyó a reproducir sus respectivas identidades. Pero, por el otro, consolidó altos niveles de fraccionalización en cada uno de ellos. La tendencia a la fraccionalización se acentuó cada vez que murieron los grandes jefes de las fracciones (como Luis Batlle y Luis Alberto de Herrera). El resultado de la experiencia acumulada fue que logramos tener partidos estables, pero con grandes diferencias internas. Tomando nota de lo ocurrido, los partidos se embarcaron en intensos debates, en los que también participó, a su manera, la naciente ciencia política uruguaya. Finalmente, en la reforma de 1996, los partidos optaron por abandonar el “andador” del DVS y se obligaron a aceptar un candidato único a la presidencia. 25 años después puede decirse que lograron su objetivo: los partidos tradicionales tienen menos divisiones internas que antes.

Así funciona la “máquina de aprender”. El conocimiento de fondo (lo que creemos correcto, lo que creemos saber, los significados que atribuimos a lo que hacemos) es inseparable de nuestras prácticas e instituciones políticas. A medida que hacemos, y que vamos interpretando las consecuencias de nuestras prácticas, vamos generando nuevo conocimiento (elaborando nuevas creencias, atribuyendo nuevos significados) que, a su vez, pueden inspirar innovaciones políticas. Los líderes políticos tienen una responsabilidad muy especial. La competencia entre ellos es un factor clave en la evolución cognitiva. Pero otros actores (intelectuales, académicos, periodistas, entre otros) pueden contribuir a generar insumos para que la máquina se mantenga encendida. Al fin de cuentas, es difícil explicar la instauración de la democracia sin la generación “principista” y el magisterio constitucionalista de Justino Jiménez de Aréchaga, la “obsesión programática” sin las críticas de Carlos Quijano y Aldo Solari y sin el aporte de la CIDE, o la reforma electoral de 1996 sin la autoridad de Luis Eduardo González.

1 Ver: https://evoluciondemocratica.uy/

Adolfo Garcé

Doctor en Ciencia Política, Docente e Investigador en el Instituto de Ciencia Política, Facultad de Ciencias Sociales, UdelaR

adolfogarce@gmail.com

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