Homenaje que le hizo el gobierno de Rocha

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Denis Milar fue campeón del Mundo con Nacional haciendo musculación con una goma de bicicleta

El rochense repasó su carrera: Rampla, Liverpool, el Mundial de Alemania, la prueba en Francia y la gloria en Nacional
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14 de agosto de 2021 a las 05:04

Denis Milar debutó en la Primera de Nacional de Rocha cuando tenía 14 años. A los 17 llegó a Rampla Juniors de Montevideo. A los 19 estuvo un mes entrenando en el Stade de Reims de Francia. A los 22 jugó el Mundial de Alemania 1974 y enfrentó a la Naranja Mecánica de Holanda; una mala experiencia, recuerda. Cobró US$ 7.000 por haber sido campeón de la Intercontinental con Nacional en 1980. Sufrió una grave lesión en España y pasó los últimos 14 años de su carrera con una goma de bicicleta bajo el brazo haciendo musculación seis de los siete días de la semana. A continuación, su historia.

Nació en la ciudad de Rocha hace 69 años. Creció entre las canchas de fútbol de los clubes Tabaré y Rampla Juniors, a pocas cuadras del arroyo de Rocha. “Nuestros días transcurrían entre la escuela, el fútbol y el arroyo. Era nuestra vida, no teníamos nada más. Desde niño me encantó el fútbol y estaba clavado que iba a ser futbolista. Al liceo fui hasta cuarto, pero no di tanta dedicación”, recordó Milar desde La Paloma, el lugar donde vive actualmente.

Denis Milar en Rampla Juniors

Se inició en Nacional y a los 14 años debutó en Primera. Con 17 jugaba en la selección rochense y el 7 de febrero de 1970, después de disputar el Campeonato del Este, firmó contrato con Rampla Juniors de Montevideo. Era chiquito, de sobrenombre le decían “Mini” y jugaba de puntero derecho. “Fue sorpresivo que debutara en Primera tan chico porque todavía no había pegado el estirón, era bastante enano y jugar con gente de 20 y 30 años, era una cosa rarísima, pero era como una señal”, expresó.

Después de un partido entre Rocha y Maldonado, en San Carlos, se le acercó un hombre: “En aquella época la gente andaba por el interior mirando algún jugador y apareció un señor que era el papá de un jugador muy conocido que había jugado en Rampla y Peñarol, Eduardo Rivera, un lateral derecho. Se me presentó y me preguntó la edad; quedó sorprendido porque tenía 17 años, por la forma de jugar que llamaba la atención, era cuidadoso con el balón y trataba de darle buen destino y pensó que tenía condiciones. Me invitó a ir a Rampla y aparecí en la sede. Entrené una tarde en Tercera contra el Primero y a la noche estaba haciendo el contrato”.

La trayectoria de Denis Milar: Rampla Juniors, Liverpool, Granada, Nacional, Progreso, Universidad Católica de Ecuador, San Luis de Chile y la selección uruguaya entre 1973 y 1979
 

Antes tuvo que ver el llanto de su madre: “Le decía a mi padrastro, qué va hacer este chiquilín en Montevideo, solo, y lloraba. El hombre que me llevó se arriesgó, tuvo buena visión y me encontré en un equipo donde había  muchos botijas del interior, de Maldonado, de Colonia, de Salto. Nos quedábamos en la sede de Rampla en la calle Grecia, donde siempre me sentí muy protegido. Yo era el más chico, hice mis tres años de experiencia ahí”.

El estreno en Rampla y la odisea en Francia

Le gustaban los colores rojiverdes porque creció cerca de la cancha de Rampla en Rocha. Además, un amigo suyo, Alberto Martínez, había jugado en ese club. Así que se sintió cómodo y debutó rápidamente en Primera. “Rampla ganó un torneo en 1969 y obtuvo el derecho de participar en un campeonato organizado en La Paz por la Confederación Sudamericana, contra equipos de Argentina, Bolivia, Perú y Chile. Ahí debuté, aún tenía 17 años”.

Denis Milar en la Católica de Ecuador

Toda una novedad para aquel chiquilín que había llegado de Rocha: “Probarme un traje, viajar en avión, comprar un bolso. Éramos chicos y los temas económicos estaban complicados en Uruguay. Después jugar en la altura, que no la sentí. Jugamos contra el campeón boliviano, perdimos 2-1 e hice el gol, de cabeza. Increíble porque en mi carrera hice pocos goles de cabeza. El día que llegué a Rampla jugué en Tercera contra Primera y metí uno de cabeza sin querer. En Nacional hice otro y otro en la selección. Nunca más”.

Si bien ya había alcanzado una altura de 1,80 metros, el cabezazo no era su especialidad: “No era cabeceador, fue un defecto del que nunca me preocupé mucho. Fui un futbolista que jugaba afuera del área, remataba de larga distancia y no me metía en el ruido a cabecear”.

Durante su estadía en Rampla viajó a Francia, donde permaneció un mes entrenando en el Stade Reims: “Me llevaron, pero el equipo tenía tres extranjeros, no había cupo y yo no tenía doble nacionalidad, entonces me tuve que volver. El Reims era un equipo grande, había jugado dos finales de Europa con el Madrid. Tenía tres argentinos y no había lugar y yo era muy jovencito. Además Rampla pedía un dinero y el empresario 10 veces más”.

Había viajado con un dirigente que se volvió a Montevideo, por lo que Milar permaneció solo en Francia, hasta su regreso: “Cuando me dijeron que me tenía que volver agarré mi pasaporte, mi bolsito, el pasaje que tenía y sin un mango, me tuve que volver. A los 17 años estaba en el arroyo de Rocha y dos años después en París volviendo solo en un vuelo. Fue toda una odisea”.

Uruguay la Copa América de 1979; Milar es el segundo de los agachados desde la izquierda

Regresó a Rampla, pero no se desanimó. “Por mi cabeza pasaba seguir adelante y al poquito tiempo tuve la suerte de ser designado en la selección. Los franceses nunca se enteraron que después jugué un Mundial y quien era; me tuvieron un mes, no les importó mucho. Menos de un año después estaba en la selección”.

De la B a la selección

Jugando en la B con Rampla, fue convocado a una lista de 40 jugadores para las Eliminatorias de Alemania 1974. En ese ínterin fue transferido a Liverpool, pero antes de debutar en los negriazules jugó unos partidos amistosos con la selección. El técnico celeste era Hugo Bagnulo. “Una personal fenomenal, me sacó de Rampla increíblemente, porque estábamos en la B (Segunda División Profesional actualmente). Después quedé en la lista definitiva de 20”.

A principio de 1973 llegó a Liverpool y en los siguientes dos años el equipo de Belvedere realizó dos campañas inolvidables en Primera división. A punto estuvo de salir campeón Uruguayo. “Fuimos vicecampeones en 1974 y en 1975 estuvimos primeros más de una rueda, pero pasaban cosas que hoy no pasan”, señaló Milar.

“Nosotros éramos un equipo que andaba bien en el campeonato uruguayo y para los equipos menores, no solo era el gran partido de ellos jugar contra Nacional y Peñarol, sino también con Liverpool. Siempre venían a muerte y nosotros viajábamos a la cancha de Danubio, de Fénix, al Cerro y los grandes no salían del Centenario. Era mucha ventaja, son los grandes, tienen más poder y nosotros la estábamos peleando, teníamos que ir a matarnos a todas las canchas. Era difícil que perdieran puntos. A la larga perdimos un partido y empatamos otro y ya quedamos para atrás, pero nos merecíamos salir campeones, es un debe que me quedó en el fútbol no haber salido campeón con Liverpool”.

Milar en la final Intercontinental 1980

En 1974 Milar fue segundo goleador Uruguayo con 16 goles, detrás de Fernando Morena.

En julio de 1975 dejó Liverpool para jugar en el Granada de España después de que se frustrara un pase al Sao Paulo de Brasil y otro a San Lorenzo de Argentina. “Había que aprovechar el momento. Pedro Rocha, que era compañero de la selección, me dijo que me iba a recomendar en Sao Paulo. Hubo conversaciones con Ledesma, que era el empresario que me podía llevar, aunque el pase era de Liverpool. También vino San Lorenzao de Almagro. Pero Liverpool pedía US$ 100.000 y era mucha plata para la época. No pude irme y hubiera sido un buen trampolín para después pegar el salto a Europa”.

La mala suerte de los tapones

Ese año hizo la pretemporada con Liverpool y cuando estaba en plena competencia se incorporó a Granada, donde tuvo que hacer otro mes de pretemporada. “Así no hay físico que aguante y es lo que me pasó. No me adapté. El destino me pasó factura, una mala jugada, me lastimé en Granada en mi mejor momento, porque llevaba siete goles en cinco partidos, era el goleador del equipo jugando de 10. En el trofeo de Granada contra Peñarol y San Lorenzo hice tres goles, fuimos a un torneo en Marbella contra Las Palmas y Marbella, salimos campeones e hice tres goles. Empieza el campeonato español contra Recreativo de Huelva y me rompí ligamentos cruzados”.

Denis Milar en Granada

Nunca había jugado con tapones largos y ese día había llovido, por lo que el equipier le cambió los cortos por los largos y se lastimó.

Seis meses para volver a una cancha y otros seis meses para ponerse a punto. Mucho tiempo afuera. “No pude jugar más porque había dificultades con los médicos, Granada era un equipo chico, yo no me recuperaba. Nunca entrenaba en buenas condiciones, venía un técnico y me decía que tenía que hacer musculación con un zapato de hierro, otro me mandaba otros ejercicios, un médico me mandó a una clínica a recuperarme, se me pasó el año y nunca le encontré la vuelta, me hice varios esguinces y me tuve que volver a Uruguay”.

Héctor Núñez, su técnico en Granada, había hecho gestiones para que pasara al Atlético de Madrid, pero no se concretó por la lesión. También el Oviedo había mostrado interés. Pero Milar se volvió a Uruguay con pocas esperanzas de continuar su carrera. “Cuando pensaba que mi carrera deportiva estaba terminada, surgió lo de Nacional. Tuve suerte porque el profe De León, en una práctica que aparecí con mi problema de rodilla, me mandó a hablar con Alberto Ganeglus, kinesiólogo de Defensor. Todo lo que hice en Nacional se lo debo a él y al doctor Suero también, porque me avaló cuando vino, sabía quién me había operado en España, yo tenía la rodilla firme pero no tenía músculo. Me agarró Ganeglus y me dijo todo lo que tenía que hacer, me recuperé y me defendí”.

La goma de bicicleta y campeón del Mundo

Sin embargo, desde 1976 hasta 1990, tuvo una amiga inseparable: una cámara de bicicleta. “Me pasé haciendo musculación todos los días de la semana menos los lunes. Fueron como 14 años haciendo musculación con una goma de bicicleta. En mi casa de mañana antes de ir a entrenar y después de entrenar. En Nacional no había sala de musculación. Descansaba solo el lunes. Los domingos hacía en el Estadio, en el banco o en la platea, donde me tocara estar. Pasé años haciendo eso, la gente vio lo que vio y me habrá criticado mil veces y halagado más de una vez, pero ese no era mi nivel futbolístico, jugué a un 60% con buena voluntad. Es fue lo que me tocó”.

Milar en la Católica de Ecuador

Durante los tres años en Nacional, unos meses que jugó en Progreso, en Palermo de Rocha, la Universidad Católica de Ecuador… a todos lados con la goma en el bolso.

"Nunca claudiqué, nunca abandoné, en Nacional jugué una final Intercontinental y yo no estaba para jugar. El titular era De La Peña, pero me pasé tres años entrenando, nunca falté, nunca aflojé, nunca puse mala cara y un día el destino me puso ahí contra Nottingham Forest. Eduardo se había lastimado en la selección. Si abandono y me hago el distraído no me hubiera tocado. Llegué a Nacional porque me lastimé en España, es la realidad, el destino lo tenés marcado”.

De niño, lo único que quería era jugar al fútbol. El camino lo llevó por lugares inesperados: “Yo era un botija que no tenía ni equipo, me gustaba jugar al fútbol y no me quitaba el sueño ninguno. Quería jugar, hasta que empecé a jugar en Nacional de Rocha y empecé a tomarle cierto cariño a la camiseta, hasta que llego a Nacional de Montevideo me toca eso. Era un sueño el equipo que tenía Nacional en 1971 con Artime, Cubilla, y después terminé jugando con la mayoría en la selección. Fue un sueño Nacional, esa camiseta es muy grande”.

El premio de US$ 7.000 por el título Intercontinental

En el plantel de 1980, que logró todo a nivel local e internacional, “entrenábamos muy bien, había mucha responsabilidad y teníamos ganas de ser como los de 1971. Tuvimos un trabajo físico y mental impresionante hasta que ganamos la Libertadores y viajamos a Tokio”.

Otra gran experiencia, fue la primera vez que la Intercontinental se jugó en Japón. 

“Venían los japoneses a filmar, hacían notas y álbumes, una cosa nueva, era un sueño. Imaginate lo que fue ganar la Copa después, jugando contra un gran equipo, en una cancha en muy malas condiciones porque había nevado, el campo estaba sin pasto, era parejito pero casi tierra. Fue malo para los dos y nos sacrificamos y teníamos las ansias de salir campeones y lo logramos”.

Nacional en la final Intercontinental de 1980; Milar es el segundo agachado desde la izquierda

Los jugadores habían hecho un arreglo económico con el club, que cobró US$ 300.000 por el título. “Teníamos un porcentaje por si ganábamos, éramos funcionarios y nuestra obligación era tratar de ganar. Cobramos US$ 7.000 por salir campeones del mundo, una cifra irrisoria con la que no comprábamos ni un auto usado. Tampoco habíamos hablado sobre el premio del auto, el que lo ganaba lo ganaba. La vida no es un auto, lo que queríamos era venir en el avión y ver las banderas de Nacional en Carrasco. Al final lo ganó Victorino y nadie dijo para repartirlo. Queríamos la gloria, porque no tiene precio salir campeón del mundo”.

Antes de cumplir los 30 años se tuvo que ir de Nacional.

“Terminó mi contrato y Dante Iocco me llamó al club, me agradeció, me dio un abrazo y me enteré que ya tenía 30 años y no tenía futuro en el club. Ahora contratan jugadores de 40 para jugar 15 minutos y ganan una fortuna…”.

Alemania 1974

Milar jugó el Mundial de Alemania de 1974, pero no le quedó un buen recuerdo del torneo. “No fue una experiencia muy agradable porque fuimos a un Mundial sin estar preparados”, dijo a Referí.

Todo empezó a torcerse cuando la Asociación cambió el técnico. “Clasificamos con Hugo Bagnulo y de un día para otro pusieron a otro técnico. A quién se le ocurre clasificar con un técnico que te conoce, que sabe cómo eres, que tuvo experiencia contigo, para poner a otro que viene de cero. En esa época no había una buena organización”, recordó.

El entrenador durante la Copa del Mundo fue Roberto Porta. “Jugamos amistosos simplemente porque le daban algún dinero a la Asociación, con rivales débiles, no eran una medida para ver cómo estábamos, pasamos muchas cosas. Entrenábamos en cualquier lugar, a veces en el Centenario, no teníamos sala de musculación, ni piscina. Nada”.

Milar observa una discusión en el Mundial de Alemania

“Nosotros no concentramos nunca en ningún lugar, concentramos en hoteles cuando íbamos a jugar algún amistoso, jugábamos contra equipos, acá jugamos contra Boca, Sao Paulo, la selección uruguaya debe jugar contra selecciones. Fuimos a jugar a Haití, Jamaica, Hong Kong”, no era lo ideal.

Es más, la ropa que usaron era bastante vieja. “Teníamos la ropa del año 1970, con eso digo bastante. A algunos les quedaba chica, a otros grande. No teníamos indumentaria, hay que ver las fotos, todo el mundo con zapatillas distintas, los zapatos eran todos de marca nacional y los jugadores que tenían zapatos buenos eran los que habían jugado en Europa o habían salido de gira y compraron. No es excusa, pero la remábamos”.

Los zapatos Adidas para jugar durante el Mundial los recibieron en Alemania. 

Eran zapatos nuevos sin uso, había jugadores que tenían problemas porque les quedaban muy justos, sin amoldar y debutar contra Holanda así. Viste lo que es ir a un casamiento con zapatos nuevos, lo que querés es llegar a tu casa para sentir la alegría de sacártelos. Imaginate jugar con zapatos con tapones, por más buenos que sean, con dos prácticas. Todo mal”.

Milar en el Granada, con Mazurkiewicz como compañero

Para colmo, el debut fue contra Holanda de Johan Cruyff, uno de los mejores equipos de la historia del fútbol. “No sabíamos nada de Holanda. Ahora el entrenador sabe quién juega en tal lado, cómo juega, tienen videos, conocen los rivales; nosotros no sabíamos ni cómo jugaban los compañeros, como eran los rivales, fuimos regalados. Ibas a marcar a un lado, a otro, que corrés para atrás, que no la agarrás, que no la tienes, se te van los minutos y la tienen ellos nomás; no se puede jugar al fútbol así”. Uruguay perdió 2-0 aquel partido.

Milar agregó que sin preparación es imposible jugar un Mundial y tener un buen desempeño. “Tenés que saber cómo atacar y cómo defender y eso no se daba. No podés jugar 45 minutos con iniciativa porque te sale del alma y los otros 45 te puedes morir porque te hace un gol como nos hizo Suecia y te desarma; ¿cómo salís a responder? Fue un desperdicio”.

La experiencia y la actualidad

Dice que siempre le recuerdan que remató tres tiros al arco durante el Mundial. “Si un jugador de fútbol es bueno porque remató en un Mundial tres tiros al arco… Mi carrera fue bastante más que eso, pero la gente se queda con esa imagen y si hubiera metido un gol sería un fenómeno, y no es así”.

Equipo de Granada, con Milar de número 10

"En mi caso, Fernando Morena, Julio César Giménez, Daniel Mantegazza, José Gómez, los que éramos jovencitos nos tocó esa, no nos tocó una buena y además íbamos a un Mundial, que para el futuro era importante. A nosotros quién nos iba a ver bien, no tuvimos un buen desempeño. Y hay mil detalles que quedan en el grupo, de situaciones que vivimos, de descontroles que hubo”.

De todas formas, aquella experiencia tuvo su arista positiva para Milar: “Me sirvió porque vine a Uruguay y dije no quiero ser uno más, en el Mundial estabas como uno más, y había que ser protagonista, hay que  intentarlo. Analicé esas cosas y por eso en 1974 despegué en Liverpool, fue mi mejor año”, recordó.

Después de terminar la carrera como futbolista, Milar tuvo un comercio con Alberto Martínez en Rocha, taxis en Montevideo y ahora alquila un apartamento en verano en La Paloma.

Vive a 50 metros de la costa, disfrutando de los amigos, "cero estrés", dice. “El estrés ya lo tuvimos porque éramos muy responsables, no hay una foto donde esté riendo, siempre desencajado, a la nuestra, la de meter siempre y más en un cuadro grande donde está la prensa atrás y hay que rendir y la camiseta es una gran responsabilidad. Todo eso ya pasó”.

Se recibió de técnico en 1986, pero nunca le gustó esa tarea. “Fui ayudante de Alberto Martínez en Primera en Rocha FC, estuve un año en Tercera, pero no me gustaba mucho. No nací para dirigir, solo para jugar”, apuntó.

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