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Las anécdotas de Quico Salomón: de la cárcel en Venezuela a campeón uruguayo

De chico le gustaba más jugar al frontón por plata que al fútbol; en Caracas vivió un mes de terror junto a Pepe Sasía; llegó a arreglar con Nacional y Peñarol, y el destino le guardó una inesperada página de gloria
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13 de julio de 2020 a las 05:04

Una cobarde patada cortó la carrera futbolística de Francisco Salomón cuando apenas tenía 28 años y jugaba su último partido en Inter de Porto Alegre. Ya había acordado con Washington Cataldi para seguir en Peñarol a cambio del segundo sueldo más importante del plantel aurinegro, después de Fernando Morena. Era 1978 y hacía dos años que su nombre había quedado grabado en la historia del fútbol uruguayo como integrante del plantel de Defensor campeón de 1976.

Hoy, aquel zaguero alto y de pelo largo tiene 70 años, está jubilado, vive en Salinas, trota una hora diaria de lunes a viernes y los fines de semana anima cumpleaños de niños con su empresa de camas elásticas y castillos inflables. Quico Salomón, que creció en la sede del club Artigas de Melo y le gustaba jugar más al frontón por plata que al fútbol, repasó anécdotas de su trayectoria.

Un día sin mucho entusiasmo fue a jugar al fútbol en un campeonato nocturno con el club Artigas. Lo vio Antonio Ubilla y le dijo que se tenía que dedicar más. “Yo me preparaba para hacer un pesito al frontón los fines de semana”, contó a Referí. Otro día, defendiendo a la selección de Cerro Largo, lo vio Gómez Martínez, dirigente de Defensor y lo convocó a una prueba en Montevideo. Lo pusieron medio tiempo en una práctica contra Huracán Buceo, “el del famoso boom de 1969”, a marcar al gran goleador Ronald Langón. Terminó y el técnico Alejandro Morales le dijo: “Canarito, jugás bien, te doy el visto bueno”.

"En Venezuela conocí a mi señora. Después de aquel lío nos casamos en Montevideo por poder. Nunca más volví a Caracas”

En 1972 integró el plantel violeta que se fue de gira a Venezuela y allá se quedó, contratado por Galicia, dirigido entonces por Walter “Cata” Roque. No volvió a Montevideo. Al año siguiente tomó el equipo José “Pepe” Sasía y en 1974 los dos terminaron 25 días presos en Caracas. Después de una trifulca fenomenal durante un partido, un jugador rival los denunció a los dos: su foto salió en los diarios con el maxilar, el caballete y los pómulos rotos.

“Fuimos presos y la pasamos fea. Primero en una cárcel de Caracas y después 25 días en el retén de Catia, en las afueras de Caracas. Había malandras de todo calibre, tipos procesados a 50 años, nos peseteaban para que les dejáramos dinero. ¡Cada lío había adentro! El retén estaba en la montaña y cuando nos llevaban a declarar a Caracas, los guerrilleros baleaban el ómnibus. ‘¡Al piso!’, nos gritaban los milicos”.

Después de aquel episodio, en 1975 se tuvieron que escapar del país porque no los dejaban salir. Otra odisea. Sasía consiguió los pasaportes en el club y un amigo español que tenía un taxi los trasladó por la noche hasta Cúcuta, ciudad colombiana en la frontera con Venezuela. Al mismo tiempo la esposa de Sasía se llevó las valijas en avión directamente a Bogotá. Allí se encontrarían todos.

Pero en el aeropuerto de Cúcuta no les querían vender los pasajes porque no tenían el permiso de salida de Venezuela, entonces los ayudó Dante Lugo, un excompañero de Sasía en Argentina. “El tipo estaba ahí parado, con el cuello abierto como usaban los fiolos, con cadenas de oro en el pecho y en las muñecas, anillos y lentes oscuros –recordó Salomón–. Pepe lo reconoció, se abrazaron y le contó el problema”.

Minutos después Lugo salió de una oficina con los dos pasaportes sellados, pero a cambio les pidió un favorcito: “Llévame esto”, dijo “y nos dio dos bolsones de palos de golf, que pesaban no sé cuántos kilos. ‘Cuando lleguen a Bogotá, antes de llegar al edificio del aeropuerto, se los van a pedir’. No sabes cómo transpirábamos en esos 25 minutos de vuelo, con los bolsones entre las piernas, sin saber que tenían adentro aunque era fácil de imaginar”.

"En las Eliminatorias para el Mundial de Argentina 1978 había tres periodistas que le hacían el cuadro al técnico. Así nos fue”

Cuando llegó a Montevideo y asesorado por el empresario Marcos Lubelsky arreglaron con Miguel Restuccia para jugar en Nacional. Pero después de un malentendido con el técnico de entonces, “que no quiero nombrar”, dice, no firmó. “Me trató como un aspirante y me quería coimear”, dijo Salomón. Entonces llamó a José Ricardo De León para volver a Defensor. El club pagó los US$ 8 mil de su pase al Galicia y así, al año siguiente dieron vuelta la historia con los de la farola.

Fue convocado a la selección, Uruguay quedó eliminado del Mundial de Argentina 1978 y previo a la Copa, la celeste disputó dos amistosos contra Argentina. “Ya estaba en Inter y vengo a jugar esos partidos. Faltando 20 días para el Mundial fuimos a Mar del Plata, ellos ya estaban concentrados. Antes de entrar en el túnel nos juntamos con Ildo Maneiro, Montero Castillo y Toto Giménez, que éramos los que teníamos más experiencia. Nos dijimos, estos están afilados, vamos a tener cuidado de no comernos una goleada y pasar vergüenza. Vamos a hacer una cosa, si nos hacen dos goles, se termina el partido, armamos lío. Entramos con ese fin. El Toto Giménez le decía a Luque, ‘vos entrás al área y no jugás el Mundial’. El partido terminó 0-0”.

Ese mismo año Cataldi viajó a Porto Alegre para traerlo a Peñarol. Le pidió que no jugara el último partido con el Inter, pero era un clásico ante Gremio, y Salomón se quería despedir de los hinchas: “Jugué y me fracturó de maula un brasileño; fui a restar la pelota y me puso la plancha”. Al mes de operado la fractura se movió y fue operado nuevamente en Montevideo. Quedó bien, pero perdió movilidad en el tobillo y ya no pudo volver a jugar. Tenía 28 años. 

Empezó su carrera como entrenador en inferiores de Defensor y terminó en 2007 en Progreso. “Después se puso difícil, me llamaron, pero se puso muy complicado. No es como antes, hay cosas raras, intereses, la gente no es directa, te anda por los costados”.

De su trayectoria como técnico recordó cuando aceptó en un equipo de la A a un jugador que tenía mala fama, por pedido de su amigo Francisco Casal. “Dice Paco que el único que lo puede enderezar sos vos, me dijo el Pollo Madrid. Puse dos sillas enfrentadas en el vestuario de los jueces que es chiquito y pido que me lo manden. Mirándolo a los ojos le dije: ‘Mire, usted es buen jugador pero tiene mala conducta, la primera que me haga, nos encerramos en este vestuario y lo arreglamos. Capaz que me pega, pero va a ser brava para usted. ¿Me entendió bien no?’ Ese año la rompió”, recordó desde sus 1,90 metros. 

 

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