Desde el buzón anónimo a la "tolerancia cero": los colegios y su lucha contra el bullying

Varios centros privados de Montevideo han redoblado esfuerzos para mejorar su accionar frente al acoso en las aulas

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18 de septiembre de 2019 a las 11:00

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"Soy un niño que ha pasado por mucho, tengo 12 años. Me quisieron apuñalar, me robaron el celular, me han pegado entre tres en el piso y yo me he tenido que tapar la cara, no sé quiénes son. Hoy he ido a la UTU Central en Montevideo y me dijeron que estudie en casa y que al final hago las pruebas. Hay que hacer justicia. No puede ser que tengamos que cambiarnos porque ellos se quedan ahí y no los expulsan o los echan. A mí me caen bien los profesores, me gusta la robótica y quiero estudiar".

Ese testimonio —publicado en un video que se hizo viral desde el pasado jueves 12 de setiembre— es de Fausto Gabito, un niño que contó frente a la cámara de un teléfono como sufre en su clase de robótica en la UTU de Ciudad del Plata.

Su relato volvió a poner al bullying (acoso) en el ojo público y cuestionó al sistema educativo: ¿qué se hace en las aulas uruguayas para prevenir estas agresiones? ¿Cómo se interviene en estos casos?

Según informó Gabriel Garibaldi, coordinadora del DIE (Departamento Integral del Estudiante) de Secundaria, en los liceos públicos no existen “proyectos particulares” sino “un protocolo ante violencia” cuando se encuentra algún caso. A su vez, en conversación con El Observador, dijo que el trabajo en los centros no es “contra el bullying” sino “a favor de la convivencia”.

Pero a pesar de que en la educación pública no hay ningún proyecto particular para combatir este flagelo, algunos centros privados de Montevideo están dando sus primeros pasos para ponerle freno a la seguidilla de casos que se han registrado en los últimos años. Según un estudio realizado por los expertos en educación Juan Carlos Noya y Adriana Aristimuño, un promedio del 10% de los estudiantes liceales sufre bullying y los alumnos promovidos padecen tres veces más violencia que los demás.

Ante estos números, el Instituto Crandon fue uno de los primeros en tomar cartas en el asunto y a principios de año creó una comisión especializada para que se encargara del tema. Inspirados en el método finlandés Kiva, el adscripto Iván Olivera y la psicóloga Gabriela Moreira crearon el Crandon PAL (Programa Antiacoso Liceal) para darle formalidad al problema y comenzar con la búsqueda de soluciones.

Una de las iniciativas que decidieron llevar adelante fue habilitar una línea anónima de teléfono para que los estudiantes puedan enviar mensajes a ese número alertando de posibles casos de acoso o solicitando ayuda.

“Más que nada lo que ha llegado es 'fíjense en fulanito que lo están jodiendo, se están pasando de mambo con él’”, contó Olivera.

Pero además de esa peculiaridad propia del Crandon, el centro de estudios tiene un programa de acción similar al del Colegio y Liceo Alemán liderado por Noya, uno de los expertos uruguayos en el asunto. Ambos colegios cuentan en su modelo con una etapa de prevención, una de intervención y una de rehabilitación.

En la primera fase, en los dos centros de estudio, el método se aplica una hora por semana. Se hacen charlas, se muestran videos, testimonios y se trabaja en la concientización.

Según explicó Noya, el bullying se da mayoritariamente entre los 8 y los 16 años con un pico entre los 12 y 14. Por eso, en el colegio donde él es subdirector, las baterías están puestas en el primer y segundo año de liceo.

“Ahí se hacen talleres hasta para prevenir el ciberbullying que es muy común hoy en día. Se trabajan con algunas herramientas, con algunos videos que hay a nivel internacional, con algunas clases que están preparadas específicamente para esto. Lo que promovemos es la identificación con la víctima y no ser cómplice del agresor”, dijo a El Observador.

En la fase de intervención, los colegios ponen en marcha un protocolo que tienen establecido. Desde el departamento psicológico se trabaja con la víctima y con el hostigador, además de con las familias y el grupo donde los alumnos son parte.

“Tenemos una frase que define un poco la política del colegio que es: 'tolerancia cero a las situaciones de bullying'”, contó Noya.

Tanto Noya como Olivera entienden que el punto clave para romper los ciclos de acoso es trabajar con lo que ellos llaman como “público” o "testigo”. Según dicen, no existe acosador si no hay cómplices que avalen —muchas veces en silencio— sus agresiones.

“Cuando yo logro que los chiquilines, que no son ni acosados ni acosadores, comprendan la magnitud del asunto, entiendan el dolor que eso genera de fondo y aprendan a ponerse del lado del acosado, se termina el bullying. Porque ya no resulta gracioso para el acosador. Si ya no hay público, ya no hay circo. Esa es la clave”, aseguró Olivera.

En la fase de rehabilitación, lo que se busca es que los vínculos en el grupo sean reparados y tanto la víctima como el hostigador vuelvan a acoplarse a un sano clima de convivencia.

Boomerang de la amabilidad

En los centros privados de Montevideo, la mirada no solo está puesta en Secundaria. En el colegio Jesús María, por ejemplo, tienen un programa especial con los alumnos de segundo año de escuela.

La subdirectora del centro, Silvia Iglesias, contó a El Observador que decidieron tratar especialmente con esa clase porque observaron que es un nivel donde se comienzan a gestar "vínculos no tan saludables" con más frecuencia. "Vos podés ser mi amigo, vos no. Vos podés jugar conmigo, vos no", contó Iglesias que suelen repetir los niños.

El proyecto se llama Kindness Boomerang (el boomerang de la amabilidad) y se coordina con el departamento de Psicopedagogía y con el área de Pastoral del colegio católico. Además de unas dinámicas de trabajo llevadas a cabo por las psicólogas y videos que hablan del efecto de la amabilidad, Iglesias visita cada semana el aula para ver como trabajaron en la semana.

Cada semana les propone a los estudiantes que "espíen" a sus compañeros de clase para que vean cuáles son las "acciones lindas" que desarrollan en la semana. Y cada semana, la subdirectora le pide que le cuenten lo que vieron. Ella tiene una tabla con todos los nombres de los estudiantes y cada uno de ellos debe asignar su estrella semanal para algún compañero que la merezca. En cada caso deben explicar cuál fue la "acción linda" que motivó el reconocimiento.  El niño que gana 10 estrellas se gana un certificado de felicitaciones por "mantener girando el boomerang de la amabilidad".

"Lo que tiene de lindo el proyecto es que hace súper visibles las acciones lindas y hace muy visible también cuáles son las acciones importantes para ellos", sostuvo Iglesias. "Es precioso porque las familias muchas veces se acercan y nos dicen que prefieren recibir ese certificado que el carné", remató. 

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