Vista aérea de la planta de UPM 2.

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Desde Pueblo Centenario a Ciudad del Plata: así se ilumina Uruguay

El crecimiento de los suministros eléctricos evidencia fenómenos poblacionales a veces opacados por el macrocefalismo de Montevideo
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11 de diciembre de 2022 a las 05:04

Cuentan que cinco siglos antes de la era cristiana, los ingenieros griegos Kleoxenos y Demokleitos idearon un sistema de comunicación que solo funcionaba en la noche. Situaron antorchas en dos caminos separados por una colina y, dependiendo la cantidad que estaban encendidas y su orden, el mensaje podía ser descifrado de una u otra manera por los lugareños. Cientos de tribus usaron el fuego ardiente para espantar a los depredadores y, a la vez, dar aviso a otras comunidades de que allí había un asentamiento. Hasta que Thomas Edison hizo brillar una lamparita y, desde entonces, la luz es sinónimo de una casa en la que habita gente, de una ciudad o de un enorme rascacielos.

Uruguay también sigue encendiéndose y el “hacerse la luz” continúa siendo uno de los mejores predictores de las poblaciones que se afincan. El crecimiento del suministro de servicios eléctricos entre junio de 2021 y junio de 2022 –léase la cantidad de nuevas conexiones a la red– muestran que en la penillanura levemente ondulada están pasando cosas y que no todo acontece en la capital. Así lo constata la información que elaboró la empresa pública de distribución energética(UTE) a solicitud de El Observador.

Porque en el corazón del mapa uruguayo, donde otrora reinaba la oscuridad cada vez que los satélites de Google tomaban imágenes nocturnas, la instalación de la fábrica de celulosa UPM 2 está marcando una nueva colonización. No solo aumentó la potencia eléctrica destinada a la zona –para el normal funcionamiento de la planta–, sino que el centro de atención comercial de Blanquillo –de donde depende Pueblo Centenario– aumentó en 5% la cantidad de clientes (de suministros nuevos). Pasó de 704 a 741 en un año.

Crecimiento de suministros de energía entre junio de 2021 y junio de 2022.

Esta tendencia también se observa en las aledañas oficinas de San Gregorio del Polanco o en Santa Clara, con incrementos del suministro cercanos al 4% en un año. Porque en los límites de Tacuarembó y Durazno “hay un eje de atracción” asociado a las oportunidades que da la instalación de UPM, explica la arquitecta Alicia Artigas, consultora en ordenamiento territorial. Pero este fenómeno “coyuntural”, dice, no cambia la foto macro: en Uruguay más de nueve de cada diez viven en una urbanización y la concentración de población está en la costa sur del país y en el litoral contra el río Uruguay.

Las imágenes satelitales son, en ese sentido, elocuentes: si bien hay zonas poco exploradas que se encienden (como Pueblo Centenario, La Coronilla o La Barra de Punta del Este vinculada al boom de argentinos), el área metropolitana se lleva toda la atención en los que parece ser una mancha naranja (iluminada) sobre un fondo casi negro. Algo similar se constata cuando el satélite reposa sobre las dos Coreas y puede contemplarse la disimilitud entre el sur y el norte, o entre la costa este de Estados Unidos y su zona centro-oeste.

El crecimiento de los suministros eléctricos –como síntoma del movimiento poblacional– también se observa en el área metropolitana, pero por un fenómeno diferente. Mientras el área de mayores servicios se vacía (puede verse en los barrios más céntricos de Montevideo), hay una extensión hacia la costa de Canelones y la ruta oeste que parte a San José.

“El crecimiento de las periféricas está dado por sectores de altos ingresos que se instalan en la costa, en complejos más de estilo country, y por el crecimiento de periferias vulnerables en asentamientos irregulares o viviendas formales más económicas”, explica la arquitecta.

Y esta expansión tiene su costo. El Fondo de Población de Naciones Unidas había estimado que el surgimiento de asentamientos irregulares en zonas en las que no hay servicios le cuesta al Estado un sobrecosto de entre 50% y 100% en comparación a si se hubiese planificado el asentamiento y recién luego afincado a la comunidad.

Mientras que los habitantes del municipio B de Montevideo encuentran, en promedio, un bachillerato a cuatro cuadras de su casa, los del municipio G tienen que caminar 15. Un montevideano promedio cuenta con una policlínica o servicio de salud (aunque no sea socio) a siete cuadras.
Los de la zona más céntrica tienen el servicio a cinco cuadras, lo de la periferia a más de 12. Así lo había constatado un estudio que lideró el arquitecto Gonzalo Bustillo de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de la República.

Este escenario se agrava si se cruzan las fronteras de Montevideo hacia Canelones. UTE reportó un 5% de crecimiento de los suministros eléctricos en la zona de Toledo. Pero también está habiendo una expansión del 4% en Progreso o La Paz.

La Miami del sur

En las publicidades aparecen las casas recién construidas, el pasto verde y recién cortado, el resplandor del sol sobre el lago y mensajes que aluden a una vida fuera del bullicio de la ciudad. En Paso Carrasco y las inmediaciones del aeropuerto de Carrasco viene creciendo la nueva Miami del sur.

Pero al igual que Miami, la que fue construida sobre pantanos, Paso Carrasco y alrededores son áreas inundables. Según el Ministerio de Ambiente, allí habitan más de 3.000 personas en partes con riesgo “muy alto” de quedar bajo el agua.

La arquitecta Artigas cuenta que los beneficios impositivos causó en esa zona una oferta inmobiliaria que, por lo general, no viene acompañada con la demanda.

Pasando ese Miami, después del peaje de Pando, floreció otro fenómeno: comunidades alternativas, montevideanos que buscan el contacto con la naturaleza (más en tiempos de emergencia sanitaria) y asentamientos irregulares con ocupación de viejos fraccionamientos. ¿El resultado? Primaria constató que, a diferencia de lo que ocurre en el resto del país, allí carecía de bancos libres en las escuelas.

“Se calcula unos 500.000 dólares por hectáreas de servicios”, por lo que la llegada de los mismos se trasladaría al valor del suelo. Pero, para Artigas, hay algo más grave: mientras se pasan a ocupar tierras productivas (con el impacto ambiental que eso conlleva), quedan vacías las zonas en las que ya están los servicios. Las viviendas vacías en Montevideo, por ejemplo, daría para darle alojamiento a todas las personas de los asentamientos irregulares de la capital.

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