Florencia Peña y Diego Peretti en Más respeto que soy tu madre

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Diego Peretti: "Argentina no logra caminar, está estancada, atrapada en falsos dilemas y antinomias"

El actor habló con El Observador de su última película, Más respeto que soy tu madre, y de la situación de su país hoy
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10 de octubre de 2022 a las 05:05

Diego Peretti no para. Está en una de las etapas más aceleradas, cargadas y ajetreadas de su carrera, y él lo sabe y lo disfruta. El actor argentino de 59 años acaba de estrenar en cines uruguayos una nueva película, —Más respeto que soy tu madre, ya está planificando un rodaje que lo tendrá como director, encabeza una de las obras más exitosas del teatro bonearense —Inmaduros—, y está a poco de comenzar con la filmación de un regreso esperadísimo: el de Los simuladores, de la mano de sus cuatro integrantes originales y el director Damián Szifrón.

En Más respeto que soy tu madre, Peretti toma la posta de un exitoso texto del autor Hernán Casciari —y de la obra de teatro posterior—y junto a Florencia Peña le dan vida a una familia un tanto descolocada que, en medio de la crisis de los primeros años de los 2.000, tienen que hacer lo que sea para mantenerse a flote.

Sobre esta película, los coletazos de la crisis en Argentina y hasta de una estafa en la que cayó en el último tiempo en Punta del Este, hablo Peretti con El Observador.

¿Conocía la obra antes de meterse en la película?

Conocía la obra porque acá fue un éxito tremendo, pero no la leí, ni la vi. Simplemente, cuando Marcos Carnevale me alcanzó el guion y lo leí, me atrajo muchísimo este personaje. La caracterización tan grande que había que hacer me atrapó, y encima decidí hacerla en italiano. Vengo de una familia española, mi madre tuvo que salir forzosamente de su país durante la guerra civil, y como resistencia cultural siguió teniendo su tonada madrileña durante los cincuenta años que vivió en la Argentina. Me pareció que una familia de inmigrantes con tanta raíz como la de la película, tan endogámica, debía mantener su esencia italiana a través del idioma.

¿Tuvo que aprender italiano para la película?

Sí, claro. Mi novia es profesora de italiano y me estuvo ayudando. Estuve casi seis meses dándole a la fonética para que sonara bien.

¿Cómo fue el proceso para construir este personaje?

Fue a través del idioma, la manera de caminar, la voz un poco más ajada. Y teniendo siempre un porro entre los labios, y después todo el trabajo de maquillaje, que implicó encontrar el look y cuatro horas de preparación diarias, que luego se redujeron a dos y media con el training. Nos gustó pensar en esos viejos que andan en moto desde hace mucho, solitarios, que son rockeros desde hace tiempo. La moto como emblema del antiguo caballo, con pelos muy largos y canosos, con vinchas. Así preparamos al monstruo.

La historia tiene un tono grotesco claro, ¿cómo lo manejaron?

Lo grotesco se define como un género que te hace reír llorando, y llorar riendo. En el caso de la película, lo utilizamos como pintura de los personajes y las situaciones: todo es muy exagerado, todo es muy bizarro, todo es disparatado. Es una película básicamente cómica, pero que habla de nuestra inmigración, del problema que tienen las familias que deciden montar una pyme en el país, las crisis que deben atravesar, como luchan, como se unen. Todo está en el fondo de esta película tan disparatada.

¿Qué referencias tuvieron en mente a la hora de trabajar?

La referencia básica que tuvimos, que es la mejor y que pone una vara muy alta, fue Esperando la carroza. La película es extraordinaria. Esa y Los excéntricos Tenenbaum, con Gene Hackman, que también vimos con simpatía para encontrar una referencia.

La crisis, como dice el personaje de Martita Bertoti al comienzo, parece ser algo a lo que la sociedad argentina enfrenta de manera cíclica, y tiene un peso importante en la historia. ¿Puede ser una temática universal o resuena especialmente en Argentina?

El grotesco nace en el teatro criollo con un autor que se llama Enrique Santos Discépolo, y tiene que ver con el desarraigo, con el arreglárselas como se pueda, ingeniarse para salir de las crisis, y todo eso es muy identificable con nuestro país. Ahora, que esto sea nada más que argentino no me parece. Es cierto que la Argentina vive siempre en estado de crisis y Buenos Aires nuclea todos los problemas que tiene el país en su vasto territorio; la ciudad es como un volcán todo el tiempo. Estamos acostumbrados, ya casi y lamentablemente, a vivir así. 

¿Recuerda cómo era trabajar en esa época como actor?

Claro, todos lo sufrimos mucho, fue un desastre muy grande. Fue una tragedia económica, social y política tremenda. Me acuerdo y te diría que todavía estamos viviendo residuos de aquella crisis. Argentina no logra caminar, ¿viste? Está estancada, está atrapada en, para mí, falsos dilemas y antinomias. Y digo falsos porque me parece que políticamente se podrían resolver las cosas si hubiera conciencia de país, pero no: hay mucha politiquería, mucha conciencia partidista, pero no una de soberanía. Y tantas reglas de juego trastocadas hacen que haya mucha corrupción. Casualmente, ahora estoy viviendo una estafa de parte de una persona que se llama Martín Pines, que es un desarrollador inmobiliario, que anduvo por Punta del Este haciendo tropelías. Yo inicié un caso judicial y ahora el señor está en Israel con pedido de extradición. Logré el trámite de extradición entre los ministerios de Argentina y el de Israel, porque es una persona que hizo estafas en todos lados. Acá en Buenos Aires, y después se fue a vivir a Punta del Este. Hay muchos de esos. Todo tiene que ver con el descalabro de las reglas de juego. Igual estos estafadores están en todos lados, no es que sea propio de la Argentina. Pero en un país tan dificultoso en lo financiero y lo económico, estas personas se desarrollan con más abundancia.

En el futuro próximo también tiene el proyecto La muerte de un comediante, que lo va a tener dirigiendo. ¿En qué situación está eso?

Es un guion que se empezó a desarrollar porque Javier Beltramino, que es una persona muy ligada al cine, me buscó insistentemente para que armemos una idea juntos. Lo hicimos y buscamos a Hernán Casciari, a quien admiramos mucho, para que la escriba. Esto ya tiene unos cuatro o cinco años, y ahora Hernán, con su fundación Orsai, propone producirla de manera independiente, con el aporte de cada uno de los socios. Esa forma de construcción me pareció buena y lo vamos hacer seguramente cuando termine de filmar Los simuladores, en el segundo semestre del año que viene. La verdad me tienta la idea de verla en pantalla. No tanto ser director, pero sí esa película.

¿En qué situación está el proyecto de la película de Los simuladores?

Todavía no nos empezamos a juntar porque Damian Szifrón está escribiendo el guion, pero en estos días tenemos que empezar, porque en el segundo semestre del año que viene tenemos que estar filmando. El año que viene vamos a estar con todos los cañones apuntando a eso.

Con todos estos proyectos en carpeta, ¿qué evaluación hace de este momento de su carrera?

La mejor. Me encanta meterme en proyecto que estén buenos, y si encima funcionan, imaginate: salto en una pata. 

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