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EEUU necesita estrategia de riesgo adecuada para sus relaciones con China

Aumentar las tensiones sin comprender todas las consecuencias económicas es una total locura

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22 de septiembre de 2022 a las 16:01

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La semana pasada, la marcha constante hacia el desacoplamiento entre EEUU y China llegó a un punto culminante cuando el presidente Joe Biden emitió una orden ejecutiva en la que le pedía al Comité de Inversión Extranjera en EEUU (CFIUS, por sus siglas en inglés) que aumentara el escrutinio de los acuerdos transfronterizos en áreas sensibles como la inteligencia artificial, la computación cuántica y la biotecnología.

La orden no mencionaba específicamente a China, pero era claramente parte de un creciente esfuerzo de la Casa Blanca por separar sus cadenas de suministro y mercados financieros de la influencia china.

Estés o no de acuerdo con la medida, o con el desacoplamiento en general, ya es hora de que EEUU tenga una estrategia mucho más completa en cuanto a cómo afrontar la realidad. Las tensiones entre EEUU y China han alcanzado niveles preocupantes, particularmente en torno a la cuestión de Taiwán.

La semana pasada, el Comité de Relaciones Exteriores del Senado aprobó un proyecto de ley que proporcionaría US$6.5 mil millones en asistencia militar directa al país como parte de un esfuerzo para ayudar a la nación insular — la cual produce el 92 por ciento de los semiconductores de alta gama del mundo — a defender su soberanía.

El camino para la aprobación del proyecto de ley, y para la obtención del dinero de la ayuda, no está claro. Pero la medida, junto con las conversaciones sobre nuevas sanciones contra China para disuadir de un posible ataque a Taiwán, están tocando álgidos puntos geopolíticos en un momento en el que EEUU aún no ha desarrollado un detallado plan de acción para las consecuencias económicas que conllevaría un conflicto de este tipo, o incluso para el continuo desacoplamiento de las economías estadounidense y china.

En Washington, el temor de que Beijing esté planeando una invasión militar está aumentando, y EEUU corre el riesgo de verse envuelto en las disputas entre Beijing y Taipéi en el estrecho de Taiwán. Pero, ¿qué pasaría si mañana se cortaran las cadenas de suministro y los flujos financieros entre EEUU y China? ¿Cuál es el plan del primer día después de que esto suceda?

Nadie con quien yo haya hablado, ni en el sector público ni en el privado, tiene una respuesta clara y completa a esta pregunta. Hasta ahora, el enfoque gubernamental se ha dividido en dos categorías: una respuesta revanchista a las propias medidas de China, que involucre aranceles y sanciones, o un enfoque general de arriba hacia abajo, pero todavía algo vago, sobre cómo reconstruir la base industrial en el país.

La administración de Donald Trump se dedicó principalmente a lo primero. La administración Biden ha dejado en claro que quiere centrar su atención en la protección de la seguridad nacional y en la creación de una mayor resistencia y redundancia en el país y, a nivel regional, con socios ("friend-shoring"), en áreas estratégicas como la de los semiconductores, la de las baterías ecológicas, la de los minerales clave, y la de los productos farmacéuticos. Esto es importante y necesario. Pero ahora, tanto los legisladores como las empresas realmente deben profundizar en lo que esto significa en la práctica.

¿Qué significaría, por ejemplo, que China repentinamente dejara de enviar ingredientes farmacéuticos clave a EEUU? ¿Existe una lista completa de cuáles son los insumos más importantes, las compañías que los utilizan, dónde podrían localizarse rápidamente los suministros alternativos, qué porcentaje de las necesidades de consumo podrían satisfacer, y con qué rapidez (y a qué costo) la industria, ya fuera la estadounidense o la de naciones aliadas, podría fabricar nuevos suministros?

Del mismo modo, ¿cómo podría EEUU (y el mundo) satisfacer la demanda de chips en caso de que China invadiera Taiwán? ¿Habría un contraataque militar? ¿Es posible que se destruyan las fundiciones de la isla? ¿Existen planes en relación con qué partes del sector público y privado se priorizarían en caso de una escasez importante e inmediata de suministro de semiconductores?

Éstas son preguntas terriblemente perturbadoras, y no es de extrañar que pocos quieran plantearlas. Pero son exactamente las que debemos hacernos, sobre todo teniendo en cuenta que Xi Jinping — el líder chino que probablemente será reelegido para un tercer mandato en el congreso del Partido Comunista a mediados de octubre — ha dejado en claro que la seguridad nacional, incluso más que el crecimiento económico chino, es su máxima prioridad.

China tendría mucho que perder si el comercio y los flujos de capital se desacoplaran rápidamente. Pero EEUU tiene tanto, si no más, que perder y está menos preparado para esa posibilidad.

Beijing ya está aplicando activamente una estrategia de "fortaleza china" para volverse autosuficiente en cuanto a los bienes y tecnologías más esenciales.

EEUU ha dicho que quiere lo mismo. Sin embargo, una de las realidades de la economía estadounidense, descentralizada y privatizada, es que resulta difícil identificar todos los productos y tecnologías que están en riesgo. Puede que el Departamento de Defensa sepa de dónde proceden todas las piezas de un avión de caza F-35. Pero dudo que los legisladores comprendan la totalidad de la cadena de suministro incluso en las áreas más importantes no relacionadas con la defensa, como la de los vehículos eléctricos o la de los componentes electrónicos.

Esto no quiere decir que EEUU deba copiar el enfoque de arriba hacia abajo de Beijing en materia de desarrollo económico; como yo he argumentado en anteriores columnas, la descentralización es un punto fuerte para EEUU en términos de innovación. Pero, en un mundo desacoplado, no es buena idea aumentar los riesgos de seguridad sin tener un plan sólido para lo que ocurre si hay una guerra, real o económica.

EEUU debería nombrar a un funcionario encargado de la resiliencia a nivel de la Casa Blanca (una figura no partidista con formación en logística o continuidad empresarial) — como también lo he argumentado anteriormente — para plantear las preguntas adecuadas, y garantizar la preparación de los sectores público y privado.

Necesitamos una comprensión mucho mejor de las implicaciones económicas del desacoplamiento, ya sea que suceda lenta o repentinamente. No debemos hacer sonar los tambores de guerra sin comprender lo que puedan acarrear.

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