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EEUU y China entre las guerras comercial y de monedas

Además de la guerra comercial, se agrega el amague de una guerra de monedas
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23 de agosto de 2019 a las 05:00

Hace unos días, el Presidente Trump anunció que a partir del mes que viene Estados Unidos impondrá un arancel del 10 % sobre US$ 300.000 millones de importaciones provenientes de China, que hasta ahora no estaban alcanzadas por el arancel del 25% ya vigente sobre el resto. De concretarse, todas las exportaciones de China a Estados Unidos pasarán a estar gravadas con distintos niveles arancelarios
En respuesta, China anunció represalias arancelarias sobre US$ 60.000 millones de importaciones americanas y suspendió sus compras agrícolas. 

Pero apenas dos semanas después, el gobierno americano anunció que postergará hasta mediados del próximo mes de diciembre la aplicación del nuevo arancel  a algunos bienes como laptops, teléfonos móviles, consolas de videojuegos, juguetes, monitores de computadoras, algunos rubros de ropa y calzado y otros bienes relacionados con la salud y la seguridad nacional. De este modo, se busca cuidar a los consumidores durante la próxima temporada navideña.  

El anuncio inicial de Trump irrumpió en forma sorpresiva en las negociaciones que ambas partes estaban llevando a cabo para encontrar una salida al conflicto que las enfrenta. Fue una muestra de insatisfacción ante el incumplimiento de China de su promesa de aumentar sus importaciones de Estados Unidos. 

Para matizar el enfrentamiento, Trump autorizó a las empresas tecnológicas americanas a continuar con sus ventas a la empresa china de telecomunicaciones Huawei por otros tres meses.

A poco más de un año del inicio del conflicto, Trump parece estar logrando algunos de sus objetivos. Así, en el primer semestre del año el déficit comercial con China se redujo un 10% en comparación con el mismo periodo de 2018, debido a una baja del 12% en las importaciones. 

Pero también hay daños para Estados Unidos. A vía de ejemplo, en los cinco primeros meses del año sus exportaciones de soja a China bajaron a la tercera parte en comparación con el mismo período del año anterior, además de un descenso del 15 % en el precio de exportación.

Las consecuencias del anuncio de este mes no se limitaron a la relación comercial entre ambas partes. No solo porque ante la mayor incertidumbre, desde entonces se acentuó el descenso del rendimiento de los valores públicos, en especial de Estados Unidos, y aumentó la oscilación en el mercado accionario. Lo peor ocurrió en el mercado cambiario.

Cuatro días después del primer anuncio arancelario de Trump, en un día el yuan sobrepasó por primera vez en nueve años la barrera de siete yuanes por dólar, una devaluación del 1,26 %. Pero al día siguiente, el Banco Popular de China salió a contrarrestar esta movida y el yuan retrocedió casi 0,5% contra el dólar. 

La devaluación inicial del yuan fue interpretada como una primera acción de las autoridades monetarias para compensar el daño provocado por la guerra comercial. Pero la intervención posterior del BPC dejó en claro que por el contrario, su política sigue siendo la de mantener la estabilidad cambiaria dentro de un “nivel apropiado”, que ahora quedó ligeramente por sobre el nivel de los siete yuanes por dólar. 
Esta confusión fue agravada por la reacción casi simultánea del Tesoro americano, que salió a calificar a China como un “manipulador cambiario”, es decir un país que debilita en forma deliberada a su moneda para derivar una ventaja comercial injusta. 

Fue una declaración a la vez inoportuna y precipitada. Porque desde principios de este siglo hasta  el pasado mes de mayo, Estados Unidos se había cuidado de calificar a China como un “manipulador cambiario”, pese a que era notoria su intervención sistemática para prevenir la apreciación de su moneda y ganar competitividad para sus exportaciones. Pero ahora, de un día para otro, la paciencia americana de veinte años fue abandonada ante una devaluación de poco más de un 1%, que además había sido parcialmente neutralizada por una intervención oficial al día siguiente.   

Además, la salida del Tesoro fue puramente simbólica, porque debió haberse completado con un reclamo ante el Fondo Monetario Internacional, un trámite que se descuenta será inoperante. Más aún, la acusación tampoco servirá para defender a los aranceles sobre las importaciones provenientes de China, puesto que ellos ya habían sido aplicados con anterioridad.   

El peligro es que la arbitrariedad de la reacción del Tesoro pueda inducir a China a iniciar finalmente una política deliberada de depreciación de su moneda en respuesta a las tarifas americanas. Porque ella podría a su vez desatar una guerra de devaluaciones competitivas por parte de los vecinos asiáticos, Estados Unidos y otros países. 

Afortunadamente, un debilitamiento “manipulado” del yuan no parece por ahora un escenario probable, principalmente porque en defensa del interés nacional, difícilmente las autoridades chinas arriesguen una fuga de capitales y un ambiente adverso para la inversión extranjera y la calificación de la deuda pública. 

De todos modos, entre la guerra comercial y el amague de una guerra de monedas, el marco internacional no es el más propicio para la inversión y el crecimiento. Para peor, los tuits de Trump y las respuestas de China vuelven aún más imprevisible la evolución del día a día. 

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