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El análisis de Malena Castaldi: el miedo a lo desconocido y el rezago formativo

El conflicto en Conaprole comenzó hace cuatro semanas por la incorporación de nueva tecnología: la actualización de su máquina de envasado en Villa Rodríguez, San José

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29 de mayo de 2023 a las 11:49

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Lo prometido es deuda: en esta nueva entrega de En Suma te propongo hablar sobre la automatización del trabajo ante la incorporación de nuevas tecnologías y cómo esto reconfigura desde hace años el mercado laboral. En lo que podríamos llamar “una nueva fase” que complejiza las cosas, se añaden los últimos avances de la Inteligencia Artificial, una variable que representa amenazas y oportunidades.

El miedo a lo desconocido y el rezago formativo

El conflicto en Conaprole comenzó hace cuatro semanas por la incorporación de nueva tecnología. La actualización de su máquina de envasado en Villa Rodríguez, San José, implica que 11 empleados deban pasar a ocupar otras tareas dentro de la compañía, y mientras la empresa subraya que no hay despidos ni disminución de sueldos, el sindicato mantiene su reclamo porque sostiene que al fin y al cabo habrá destrucción de empleo: la asignación de un nuevo destino para los trabajadores implicará que esos puestos laborales no sean asumidos por otros.

La incertidumbre que genera la automatización del trabajo y su impacto en el mercado laboral no es nueva. A lo largo de la historia contemporánea la incorporación de nuevas tecnologías en los procesos productivos implicó quiebres, dolores y adaptaciones. Hoy probablemente lo que aterra es la velocidad y la profundidad con la que ocurren los cambios.

El mercado laboral refleja ese escenario. El sector tecnológico no solo ocupa una mayor porción del total (16,4%, según datos de Advice), sino que la adopción de nuevas tecnologías es transversal a la mayoría de los rubros.

“La automatización de tareas simples la estoy viendo hace diez años o más, en donde los gerentes de Recursos Humanos te decían que estaban dispuestos a invertir, por ejemplo, hasta 50 mil dólares en la automatización por cada puesto de trabajo, una cifra alta”, me contó el director de la consultora Advice, Federico Muttoni. La contrapartida era la búsqueda de una mayor productividad y esa inversión se compensaba con menores costos por salarios, licencias y aguinaldos.

Las industrias, y especialmente las plantas de celulosa con alta incorporación tecnológica, son un ejemplo claro de esas actualizaciones. “Los técnicos e ingenieros lo que hacen es mirar, monitorear y controlar, pero se rompió ese paradigma de quien estaba en una línea de montaje; fue disruptivo, empezó a haber una cantidad de cambios”, dijo Muttoni.

En su libro “La revolución de los humanos. El futuro del trabajo”, el economista Ignacio Munyo maneja una cifra que -advierte- hay que tomar con pinzas: el 54% de los puestos laborales en Uruguay son “potencialmente automatizables” si las condiciones tecnológicas “se presentan”.

Cuando le consulté por la sorprendente cifra, me dijo: “Podemos producir más con menos personas. Hoy la producción industrial aumentó un 10% frente al período prepandemia (2019), pero con un 6% menos de horas trabajadas. Eso ya está presente, aunque no es igual en todas las industrias. Acá la clave es la competencia: aquellos que tienen que reducir costos, ser más eficientes y se enfrentan a la competencia, no tienen más remedio. Mientras, las empresas que trabajan en sectores monopólicos u oligopólicos podrán manejar sus tiempos”.

¿Apocalipsis tecnológico?

La automatización del trabajo tiene su versión reloaded con el desarrollo de la Inteligencia Artificial (IA). A diferencia de la primera fase mecánica y manual, que significa un desafío para los trabajadores con menor formación, la IA es hoy también un reto para los puestos más calificados, independientemente de su área. La trampa, dicen los expertos, es caer en el falso y viejo dilema del hombre versus robots y concluir que la destrucción de empleo es inevitable.

“Hay mucha ciencia ficción”, dijo Muttoni. “Lo que sí vemos es que las empresas se preguntan de manera más profunda (sobre los procesos de automatización) y esto va de la mano con los costos laborales o la flexibilidad, es una balanza que se va equilibrado”, agregó.

También es cierto que la mayoría de las compañías no están preparadas aún para dar el salto. Como ejemplo, Munyo puso sobre la mesa una encuesta del Foro Económico Mundial a más de 40 empresas de 30 países que emplean a 11 millones de personas: un 75% dijo que incorporará IA y siete de cada diez deberán recapacitar a sus trabajadores, pero reconocen que el ritmo es lento; hay un rezago.

En una reciente charla sobre IA y la invención del ChatGPT de OpenAI, el ingeniero Nicolás Jodal dijo en Sala Magnolio que se trata de “una revolución” y que somos testigos de “un cambio sustancial”, pero subrayó que “estamos muy lejos de imitar el cerebro humano”. “Se creó una máquina de escribir como nunca habíamos tenido (…) Como todas las cosas, tiene un lado bueno y un lado malo: es creativa, pero alucina. Es un ayudante, pero tengo que tener el comando yo”. Y uno respira aliviado porque seguimos teniendo el control.

Sin ironías, la convivencia entre lo humano y lo tecnológico, así como los riegos de solapamiento, son abordados por el ingeniero informático y filósofo chino Yuk Hui. En su libro “Fragmentar el futuro. Ensayos sobre la tecnodiversidad” analiza estos dilemas y dice: “El fin de los humanos tiene menos que ver con la hipótesis de un reemplazo completo de los seres humanos por las máquinas -ya que ello podría llevar más tiempo que la extinción de la misma especie humana-, que con el hecho de que la inteligencia de las máquinas transforme a los humanos en una medida que excede nuestra imaginación” (pp.179, Ediciones Caja Negra, 2020).

Adaptación y educación

La realidad indica que las invenciones apalancan una evolución cada vez más veloz. También muestra que mientras el desarrollo va en quinta marcha, la educación va en segunda. Hay un descalce que pasa factura: los tiempos que vivimos y la formación que tenemos están desfasándose. Lo ejemplifica Muttoni: “Tenemos hoy una lista de cargos que se demandan, unos mil cargos, y me animo a decirte que una parte interesante es absolutamente desconocida para el 80% de los uruguayos”.

Asistimos a una transformación del trabajo que muchas veces se da por debajo del radar. “Son nombres de la nueva economía que ya no son ´Mi hijo el doctor´; eso fue el siglo pasado, tenemos que aprender rápido”, insistió.

Pero la educación tiene olor a naftalina. “Las características del sistema educativo formal hacen que los cambios sean mucho más lentos, burocráticos, tensionados y trancados. La educación formal se queda rezagada con respecto al mundo del trabajo y prepara de manera inadecuada a las nuevas generaciones para los nuevos desafíos”, opinó el ministro de Trabajo y Seguridad Social, Pablo Mieres.

Para Mieres los nuevos desafíos radican sí en una transformación de los puestos laborales, pero especialmente en las competencias y habilidades que requieren. Por eso, concluye: “No hay disminución (de puestos) sino nuevos requisitos para nuevos roles”. Tanto para el “reciclaje” de trabajadores como para la preparación de las nuevas generaciones hace falta hincarle el diente a las habilidades digitales y a las habilidades blandas, además de las que hacen al desempeño de una tarea específica.

En suma, la tensión entre la automatización de tareas y el mercado laboral está instalada y será cada vez mayor. Pese a las increíbles invenciones seguimos siendo los directores de la película. Que en este viaje no sea el miedo el que paralice los avances ni la frialdad la que deje por el camino a las personas.

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