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El Bajo de Ciudad Vieja

Un barrio que siempre tuvo gente de acá y de allá, que siempre tuvo fiesta, trabajo, noche, sombras y glamour. Luego de años de abandono y derrumbe, literalmente llega la luz de la mano de un proyecto de circuito cultural y urbano
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27 de octubre de 2015 a las 05:00

Por Valentina González

Camino despacio por Juan Carlos Gómez mientras que una vecina toma mate sola en su balcón y participa de repente de una conversación de esquina a esquina. Onetti parece todavía estar asomándose por la ventana desde alguna habitación de esa mítica pensión Milán que supo inspirarlo. Son las seis de la tarde y la zona de la rambla norte de la Ciudad Vieja se muestra de naturaleza diversa. Me arriesgo a pensar que desde siempre lo fue, entre elegante y espesa, abandonada y patrimonial. Desde hace poco más de dos años, a través de la iniciativa de Casona Mauá, el cruce entre Juan Carlos Gómez y Piedras comenzó a ser parte de un proyecto que hoy se denomina El Bajo de Ciudad Vieja.

Esplendor y barrio

Las cuadras paralelas que llegan desde el puerto, Bartolomé Mitre, Ituzaingó y Juan Carlos Gómez, han sido tradicionalmente zona de viajeros, trabajadores portuarios e inmigrantes. Si bien en sus orígenes se le llamó El Bajo a una zona del área sur de Ciudad Vieja, el circuito de bares y cabarets que estaban de ese lado, comienzan a reubicarse en torno a las calles Yacaré y Juan Carlos Gómez cuando se crea la rambla sur en 1928. En su momento de esplendor, estas calles supieron ser como una zona roja, una especie de desahogo para marineros, trabajadores y turistas que llegaban al lugar al caer la noche, cuando finalizaba la jornada laboral. Mientras pienso en el pasado de estas casas, me doy cuenta de que sus paredes, que están casi por decirme algo, podrían delatar a varios personajes emblemáticos en borracheras y secretos de noches largas.

El primer local comercial en llegar a la calle Piedras fue Casa Mario, una fábrica y tienda de cueros que desarrolló un paseo turístico con los extranjeros que llegaban en los barcos hasta el puerto. Fue un emprendimiento familiar que se lució durante el esplendor de la zona, tras la segunda guerra mundial. Vendían camperas, souvenirs y todo tipo de artículos de cuero en un negocio montado en varias propiedades de una manzana. En ese momento el barrio tenía mucha vida. Bares, comercios y locales de venta de piedras preciosas. Turistas e inmigrantes del mundo llegaban a recorrer la zona que se agitaba día y noche.
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Desde la puerta de La nueva CasaMario (sí, todo junto) observo la cuadra, dos locales de venta de piedras preciosas están abiertos y alguien entra a uno de ellos. Voy detrás para preguntarles sobre la zona y su historia. Me dicen que hable con Pancho, un veterano que hace 40 años llegó al barrio y trabaja en este local. "Por la fama que tenía el barrio, pinté todos los vidrios con cal para que no vieran lo que iba a hacer. Temblaba... Era un barrio de bares, de cabarets, de las mujeres del ambiente, pero jamás pasó nada acá. Si vos andabas derecho no pasaba nada, hoy pasa lo mismo".

El esplendor pasó con la caída del ciclo de bonanza económica y durante el período de la dictadura muchos bares y cabarets fueron clausurados. La zona fue abandonada poco a poco por oriundos, comerciantes y turistas. Propiedades de gran valor histórico y patrimonial quedaron fuera de cualquier tipo de plan municipal que les diera un fin, las protegiera o mantuviera. Si bien en la década de 1980 se crea el primer Inventario básico del patrimonio arquitectónico de la Ciudad Vieja, con la crisis del 2000 el decaimiento de la zona es general, el problema de las bocas de pasta base, la violencia y la inseguridad hicieron que el barrio comenzara a tomar las características de una tierra de nadie.

Pancho relata acerca de la realidad del barrio después de que se fue Casa Mario. "Quedamos en soledad, no hay muchos vecinos viviendo acá. Años mirando para afuera y viendo todo cerrado. Llegó un momento en el cual me dije: ¿Qué estoy haciendo acá? ¿Por qué no me voy yo también? Y hoy miro, veo una casa abierta y me da mucha alegría".

La cocina de El Bajo

Casona Mauá es una antigua y lujosa construcción de 1870 que fue restaurada detalle a detalle y recuperada en todo su esplendor. Hace ocho años se instaló como una casa de eventos sociales, reuniones empresariales y exposiciones artísticas, trabajando con marcas y empresas de todo tipo. La directora artística de Casona Mauá es Martina Capó, una joven comunicadora y gestora cultural. Explica que el principal problema de la zona cuando llegaron fue que no había fluidez de personas, todas las casas de la cuadra estaban cerradas y no había movimiento. "Empezamos a contactarnos con los dueños y a preguntarles qué pensaban hacer con sus propiedades que estaban cerradas, con el objetivo de facilitar una propuesta artística para el barrio, haciendo de mediadores y buscando lograr un acuerdo que beneficiara a ambos. El artista podía tener un espacio de trabajo propio y el propietario podía estar tranquilo de que alguien cuidaba su propiedad''.
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En la fecha del Día del Patrimonio de 2014 se lanzó El Bajo de Ciudad Vieja, abriendo las puertas de seis edificios de estas emblemáticas cuadras para presentar propuestas de artes plásticas, intervenciones urbanas, música, teatro y cine. Más de 2.000 personas recorrieron estas casas a lo largo de los dos días del Patrimonio.

Actualmente 10 espacios de la zona alojan a distintos grupos y colectivos artísticos a través de un acuerdo con cada uno de los propietarios, quienes cedieron estos espacios a cambio de que sean cuidados, mantenidos y que cuenten con una propuesta cultural que agregue valor artístico al barrio. El circuito no funciona con un horario de apertura al público sino que abre sus puertas para eventos e iniciativas puntuales de cada colectivo o artista.

La convocatoria superó las expectativas, se llegaron a recibir más de 5 mil personas en la última apertura. Los impulsores, artistas integrantes y el municipio comenzaron a replantearse muchas cuestiones. "En el último año nos reunimos con diferentes organismos públicos buscando generar un esquema mixto de trabajo, público-privado. Para nosotros el apoyo municipal es clave, desde el ámbito privado construimos un cambio que se ve y ahora consideramos que es oportuno y necesario que el Estado pase a ocupar un rol más protagónico ya que se trata de intervenciones en el espacio público''.

La iniciativa sigue creciendo y tendiendo redes con instituciones gubernamentales, con centros culturales de referencia de la zona y lugares nuevos que se quieren unir al circuito de El Bajo.

La calle ahora está tranquila y observo a un grupo de trabajadores que caminan por el lugar. En bajada llego casi hasta el puerto mientras el sol cae, un turista enfoca a través de su lente una fachada derruida y cada tanto alguna persona felizmente misteriosa se recorta entre las luces.
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Proyecto Casamario

El primer colectivo artístico que se instala lo hace frente al local de Pancho, en uno de los viejos talleres de Casa Mario. Llegan a la cuadra al mismo tiempo que la idea del circuito cultural y urbano de El Bajo comienza a existir. Son pioneros en la zona y Sebastián Alonso dice que "no es un proyecto bicéfalo, es multicabeza". Actualmente forman parte del proyecto de El Bajo y su propuesta es construir un espacio de arte donde el pensamiento crítico, el compromiso social y la reflexión tengan un lugar importante. "Nosotros llegamos sobre mediados de 2013 y nos interesamos por el pasado de este lugar. Conocimos a Samuel, el hermano de Mario, que nos contó la historia del emprendimiento de Casa Mario, su pasado lejano y su historia reciente". Hoy Sebastián, junto con un grupo de personas, viene refaccionando y manteniendo el lugar, interviniéndolo artísticamente, usándolo como taller, sede de reuniones, investigaciones y eventos. Se saben foráneos, pero su intención de vincularse con el barrio es clara. "No me interesa llegar a este sitio como extraterrestre que hace y deshace como quiere; me importa y me afecta lo que este lugar trae consigo", explica. Este grupo se mantiene activo e interesado en el tema de las migraciones, la situación socioeconómica del barrio y su realidad cotidiana. Actualmente comparten el espacio con un grupo de mujeres migrantes que trabajan en Montevideo como empleadas domésticas con cama y que usan La nueva CasaMario como sede para reunirse.
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Un valiente en la pensión Milán

Esta vieja pensión es un edificio de más de 100 años donde se dice que alguna vez se alojó Juan Carlos Onetti. Por las características de la construcción original, las reformas y la distribución de los espacios, funcionó como un hospedaje de lujo, un cabaret y, en un pasado no muy lejano, como un refugio. Son tres pisos de habitaciones de techos altos, una planta amplia y luminosa. No puedo dejar de tentarme con los detalles en las paredes, en hierro o madera, columnas y zócalos. Siento como si hubiera llegado justo a tiempo para verlo todo, a punto de borrarse por el descuidado paso de los años.

Latasónica, Música de Desecho, un grupo de percusión alternativa que toca con latas, baldes, tubos de plástico, botellas y otros objetos cotidianos, es el colectivo más numeroso que trabaja en la pensión. Sergio, uno de los fundadores del grupo, es el único habitante de la casa. Recorro con él las distintas habitaciones mientras me cuenta acerca de este nuevo proyecto de Pensión Cultural. "Esto para nosotros es algo muy nuevo, llegamos hace cuatro meses y ya estamos contentos de lo que pudimos recuperar en el lugar. Pintamos, hicimos la conexión de agua y de luz. Venimos intentando cuidar lo mejor posible este espacio".

Además de este grupo de percusión, Galería Marte, un colectivo de artistas plásticos, tiene sus talleres y exposiciones en el lugar. Proyecto Mecánica, un colectivo de diseño, trabaja con robótica, tecnología, luz y sonido. Llamale H, Asociación Civil por la Cultura y la Diversidad, también tuvo su sede en este lugar donde además se encuentra El Señor Estampador, un emprendimiento de diseño y serigrafía. "En todos los proyectos planteamos la idea de trabajar la inclusión con el barrio. A veces nos faltan herramientas o recursos para hacerlo. No solo por el hecho de pedir permiso si hacemos eventos, sino porque acá todos los colectivos queremos incluir humanamente al barrio", puntualiza Sergio.

Mientras seguimos recorriendo me pregunto cómo se siente volver a ocupar una casa tan cargada de historias y secretos. Me pregunto en cuál de los tres pisos se habrá quedado Onetti y en cuáles habitaciones habrán ocurrido tremendas historias de amor, de vida y de muerte.
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Para un look diferente

Tienda Rara es un particular local de diseño de indumentaria que integra a un colectivo de trabajo que se dedica a la producción, a la fotografía, al diseño y a la creación a partir de elementos reciclados o poco costosos. Llegaron hace pocos meses pero no son nuevos en el barrio, la mayoría de ellos vive en Ciudad Vieja. Es una tienda con un espíritu de conciencia, responsabilidad social y ambiental. Diego Clavijo, uno de los integrantes de este colectivo asegura que no puede ser ajeno a lo que sucede hoy en la sociedad. "No quiero mirar para otro lado. Vivimos en sociedades que están colapsando y que funcionan de una manera muy dispar. Nosotros trabajamos con lo que tenemos, con un espíritu y convicciones de consumo responsable; no usamos materiales que sean caros o que contaminen. Muchas veces sucede que vas a un lugar a ver ropa y esta es de baja calidad y hay 10 iguales. No es humano y no da ganas de ponérsela". En esta tienda se encuentran piezas únicas, hechas a mano, con creatividad y a medida.

Proyectos activos

Además de Casona Mauá, se encuentra la Pensión Cultural Milán, Casa Wang, Ensayo Abierto, CasaMario, FAC Laboratorio de Cine, Atómico, Valentina de Llano Demicouture, Ronda de Mujeres y Tienda Rara. A su vez, cada una de estas casas está integrada por varios grupos y artistas independientes.

Día del Patrimonio

En la fecha del Día del Patrimonio 2015 El Bajo abrió más puertas que nunca. Las 10 casas integradas al circuito cultural se presentaron con mucho color, música, teatro, diseño, serigrafía y actividades de todo tipo y para toda la familia. Se conmemoró al patrimonio de esta zona de la Ciudad Vieja como realmente se lo merece, recuperando sus paredes y con el barrio de fiesta.

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