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El currículum importa

No todo es el currículo, pero sin su sustento, no hay transformación profunda en los contenidos educativos

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17 de junio de 2021 a las 05:00

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Como se mencionó en la columna anterior (2/06/21), la OECD ha emprendido una serie de seis estudios que permite profundizar en aspectos medulares relacionados a los procesos de enseñanza, aprendizaje y evaluación. Uno de dichos informes, publicado en el 2020, se denomina “Currículum sobrecargado. El camino hacia el futuro” (traducción al español del título original en inglés).

El documento es un claro y contundente recordatorio que las maneras en que concebimos y organizamos los contenidos de la formación, así como las maneras de enseñarlos, tienen fuerte incidencia en la generación y facilitación de oportunidades, procesos y resultados de aprendizajes relevantes y sostenibles. Veamos algunas de las implicancias del estudio a la luz de posicionar la discusión y el desarrollar curricular en los procesos de transformación educativa.

En primer lugar, el informe de la OECD comparte evidencia comparada internacional sobre la relevancia de repensar el currículum en su globalidad para formar a las nuevas generaciones en encares y modos de vida sostenibles, inclusivos y justos. El reposicionamiento del currículum en la coyuntura educativa mundial tiene esencialmente que ver con apreciar su incidencia en la formación integral del alumno como persona respondiendo a imaginarios y ideales de sociedad que resultan del involucramiento de diversidad de actores e instituciones en la La propuesta curricular tiene que ser clara, profunda y sucinta al compartir lo que se debe enseñar, aprender y evaluar.

No obstante, lo cual, debe tener la flexibilidad necesaria para empoderar al centro educativo a codesarrollar el currículum y, fundamentalmente, definir cómo transformar los objetivos y contenidos educativos en prácticas eficaces de enseñanza y aprendizaje. En efecto, el currículum desgrana las visiones sociales del mundo en una serie de conceptos, procesos y acciones para facilitar, a cada estudiante, una oportunidad efectiva personalizada de aprender. Asimismo, el mismo orienta, alinea y añade valor y coherencia a los planes y programas de estudio, así como establece una relación jerárquica y vinculante con los mismos (Jonnaert et.al, 2021).

En segundo lugar, la OECD comparte una serie de cuatro categorías que permite profundizar en el análisis curricular. Primeramente, se hace referencia a la expansión curricular que consiste en agregar nuevos contenidos a la propuesta curricular en respuestas a demandas que generalmente son una combinación y superposición de posicionamientos y demandas nacionales e internacionales, y sin que, asimismo, se realice una revisión del currículum existente. La agregación de contenidos se expresa generalmente en temas transversales a diferentes niveles educativos tales como inclusión, sostenibilidad y enfoque de género, así como en jerarquizar el desarrollo de competencias personales e interpersonales para responder a diversos desafíos que los estudiantes enfrentan a presente y a futuro. 

Asimismo, la expansión curricular sin brújula puede generar tres disfuncionalidades que la OECD identifica. Por un lado, la sobrecarga que implica una cantidad excesiva de contenidos enseñados en relación al tiempo disponible de instrucción, lo cual puede devenir en un currículum poco amigable para educadores y alumnos, y acarrear impactos potencialmente negativos en las maneras en que son enseñados los contenidos – por ejemplo, a través solamente de su transmisión magistral. 

Por otro lado, se menciona el currículum desbalanceado que ocurre cuando algunas disciplinas o materias son priorizadas en detrimento de otras, lo cual lleva a diferentes clasificaciones de conocimientos en “blandos y duros” o en “esenciales y accesorios”. El justo balance de un currículum tiene que ver con sopesar los diferentes elementos que hacen a la formación integral del alumno y lo que esto supone, en cuanto a facilitar diversidad de experiencias de aprendizaje a todos los alumnos por igual.

La cuarta categoría alude a la percepción de sobrecarga curricular por educadores y alumnos, lo cual es indicativo de lo que se conoce generalmente como el currículum experimentado. La sobrecarga puede reflejar una constelación de factores relacionados al número de temas y a los tiempos asignados para su desarrollo, la periodicidad de las evaluaciones, el tamaño de los documentos curriculares y/o la falta de preparación para desarrollar procesos de transformación. El abordaje de la dimensión vivencial del currículum nos puede dar pistas necesarias para entender los desfasajes entre la prescripción curricular y los resultados educativos. 

Si se considera a la vez, los efectos interactivos de currículums sobrecargados de contenidos, sesgados hacia un núcleo restringido de áreas de aprendizaje y disciplinas, con programas que se exige cumplir en tiempos de instrucción muy exiguos, y que en general alumnos y educadores se sienten sobre demandados y expresan malestar, es de esperar que impacten negativamente en las oportunidades, procesos y resultados de aprendizaje, y que penalicen más severamente a los grupos más vulnerables. Se llega a la conclusión que la ingeniería curricular importa a la hora de sustanciar y concretar aprendizajes. 

En tercer lugar, la revisión curricular propuesta a partir de las cuatro categorías mencionadas pone en el tapete la necesidad de dar un giro significativo en el punto de partida de los procesos de transformación curricular. En vez de empezar por discutir planes y programas de estudio, la OECD sugiere que el bienestar integral de alumnos y educadores sea el punto de partida de los procesos de diseño y desarrollo curricular. Bienestar es en relación a una concepción exigente de la educación que contribuya decididamente a formar en las competencias y conocimientos que las nuevas generaciones requieren para protagonizar sus vidas ejerciendo su autonomía de pensamiento y de acción en empatía con los demás. Asimismo, y de manera complementaria, el bienestar de los educadores implica sentirse apreciado, respaldado y estimulado a desempeñarse, tal cual señala la OECD, como diseñadores, co-creadores y facilitadores del currículum. 

En cuarto lugar, el informe de la OECD resalta la necesidad de conectar las diversas piezas del conocimiento incluidas en el currículum, esencialmente áreas de aprendizaje y disciplinas, para diversificar las oportunidades de aprendizaje y atender de manera personalizada las necesidades de todos los alumnos. La diversidad de contextos, circunstancias y perfiles de los alumnos son un activo para logras más y mejores aprendizajes, y que tendría que llevar a que los sistemas educativos reajusten modalidades, contenidos, estrategias y tiempos de instrucción en función del principio que todos los alumnos cuentan y cuentan por igual (UNESCO, 2017).

En quinto lugar, la OECD mapea una serie de propuestas que países y jurisdicciones están implementando, y que son indicativas de cambios significativos en el abordaje curricular. Primeramente, un recordatorio que la calidad de la instrucción escolar importa más que la extensión horaria per se, en cimentar el bienestar del alumno y lograr aprendizajes relevantes y sostenibles. En efecto calidad y tiempo de instrucción se complementan en el marco de una propuesta educativa potente.

La OECD señala con claridad que los países tienen que percatarse que un mayor tiempo de aprendizaje no lleva necesariamente a mejores resultados educativos. Más aun, teniendo en cuenta que las oportunidades y los tiempos de instrucción se amplían y se diversifican conforme se adoptan modos educativos híbridos donde se integran y complementan las formaciones presenciales y a distancia enmarcado en lo que se entiende como esencial que tiene que incluirse en el currículum. Se reafirma la idea que un currículum potente implica procesar, tomar y asumir decisiones y responsabilidades sobre cuáles ejes temáticos va a girar la formación de las nuevas generaciones evitando las tentaciones de “shopping list” para dejar al todo el mundo satisfecho y con su “tajada”.

Por otra parte, la OECD hace mención a temas o competencias transversales en el currículum, esto es, que se definen como comunes a diversos niveles educativos, así como a planes y programas de estudio. Los temas y las competencias transversales son maneras distintas, aunque complementarias, de avanzar hacía una visión más integral e interdisciplinar en la formación superando visiones y prácticas ancladas en silos disciplinares.

Por ejemplo, entre los países y las jurisdicciones analizadas por la OECD, los temas transversales más presentes en los currículums son educación ambiental y sostenibilidad (57% de los países), ciudadanía global y local, y paz (51%), y educación para la salud, bienestar y estilos de vida (51%). Estos temas reflejan la intencionalidad de mover el currículum hacia una visión que colocan temas ineludibles en forjar las bases de un futuro mejor al presente. 

Asimismo, respecto a las competencias transversales, las propiamente digitales son las mas mencionadas como contenido concentrado principalmente en las áreas de tecnologías, economía doméstica, lenguas nacionales, matemáticas y ciencias. Esto evidencia que se está aun lejos de tener una visión interdisciplinar de la dimensión digital que conecte ciencias, humanidades y ética.

La contracara de esta situación radica, por ejemplo, en que la competencia de ciudadanía global, que tienen una presencia sensiblemente menor a la digital, se concentra en las humanidades, las artes y las lenguas nacionales. En cierta media esto revela que las competencias corren el riesgo de ser fragmentadas por disciplinas, y perder su impronta transversal. Asimismo, uno de los mayores desafíos de los enfoques curriculares sustentados en temas y/o competencias transversales implica determinar en que medida cada asignatura como herramienta de pensamiento contribuye al desarrollo de las mismas. 

También la OECD alude a otras estrategias que van en la misma dirección de sustanciar el currículum a partir de los aprendizajes. Entre otras, la posibilidad de organizarlo en torno a entendimientos conceptuales o grandes ideas que dan contexto, sentido y relevancia a la diversidad de áreas y experiencias de aprendizaje que lo conforma. Asimismo, la unicidad curricular en torno a ideas y conceptos se refleja en progresiones más compactas y fluidas de los aprendizajes entre los niveles garantizando coherencia y continuidad en las maneras de abordar los temas, así como de enseñarlos por los educadores.

En definitiva, el currículo importa sobre manera a la hora de sustanciar una transformación educativa que asuma con decisión y capacidad de propuesta, desde el sistema educativo, una visión de la educación y de los aprendizajes que conecte a las nuevas generaciones con un futuro que les sea propio. Esta tamaña tarea requiere de un renovado consenso social (Labate, 2021) que, bajo un estado efectivamente garante del derecho a la educación como bien común, comprometa a instituciones y actores que reflejen la diversidad de sensibilidades y afiliaciones que anidan en la sociedad sin exclusión de naturaleza alguna.

No todo es el currículo, pero sin su sustento, no hay transformación profunda en los contenidos educativos, así como en las maneras de enseñar, aprender y evaluar. Sabemos que transitar anodinamente, sin agenda y con cambios en los marginales, vamos a estar privando a las nuevas generaciones de un futuro mejor y sostenible.

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