En Uruguay se celebró un debate entre candidatos a presidente luego de 25 años y la ciudadanía agradece, en especial los indecisos.
En Uruguay se celebró un debate entre candidatos a presidente luego de 25 años y la ciudadanía agradece, en especial los indecisos.
Resulta una tarea muy compleja definir quién fue el ganador del debate del martes porque nadie está en los comandos de campaña para evaluar los objetivos planteados. Es de presumir que el posicionamiento y la táctica utilizada una vez que se disparó el debate fueron debidamente analizadas y estudiadas por el candidato y los asesores y son ellos los que sabrán si cumplieron con las expectativas previstas o no.
Sin embargo, en la opinión pública el debate presidencial se vivió como una final de la Copa Libertadores de América. En cada casa, bar, o desde los dispositivos móviles, la ciudadanía uruguaya vivió una de esas jornadas democráticas de la que se hablará durante décadas.
Luis Lacalle Pou y Daniel Martínez se presentaron a debatir cumpliendo con una demanda largamente solicitada por medios de comunicación y opinión pública. Torcieron la historia de negativas absurdas y soberbias de viejos liderazgos que abusando de posiciones de privilegio se negaron durante varios lustros a intercambiar puntos de vista sobre los programas y los planes para manejar el destino del país.
Las nuevas generaciones menores de 25 años que nunca habían visto un debate público entre candidatos a presidente de dos de los tres partidos históricos de Uruguay asistieron a un espectáculo que habla muy bien de la salud democrática del país.
Queda el sabor amargo de la ausencia de otros candidatos en el debate, cosa que debería corregirse para elecciones venideras. Por más que todo indicaría que los debatientes son los políticos que disputarán en noviembre por el premio mayor: ser el presidente de la República y quedar en la historia de Uruguay, deberían haber debatido todos lo que corren –o al menos los que superan determinadas intenciones de voto según el promedio de las encuestas–. En otros países sucede.
Finalmente, el ejercicio del debate en sí mismo requiere de una preparación que Uruguay y sus políticos habían perdido. Tal vez el formato y los tiempos elegidos para exponer condicionaron a los participantes, podrían ser revisados. Hay que destacar que ambos candidatos respetaron las reglas del juego y estuvieron a la altura de la circunstancia, sin embargo, con matices y momentos, ambos parecieron rígidos y en algunos casos apurados.
En las horas posdebate se inició un intercambio de artillería pesada en las redes sociales, donde unos y otros felicitaban a su candidato y le atribuían la victoria. Pero ojo, no es indicativo de nada: los indecisos, callados, esos que no escriben en redes y que observan el show político en silencio, son los que saben en su fuero íntimo si las dos visiones de país planteadas el martes lograron convencerlos: la del continuismo con retoques de Martínez o la de la alternancia multicolor de Lacalle Pou.
Es por eso que era necesario un debate como el que se celebró el martes en canal 4, todo aquel que pensaba lo contrario se debe haber dado cuenta de lo necesario que resulta este sano intercambio de ideas y visiones.
Ahora son los indecisos los que tienen la palabra y para saber qué harán habrá que esperar la voz sagrada de las urnas, recién ahí se podrá saber cuánto incidió el debate en su voto.