EFE

El enigma de Brasil

Los errores de las encuestas se repitieron en todo Brasil

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09 de octubre de 2022 a las 05:10

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En las elecciones de 2018, Datafolha, una de las principales encuestadoras de Brasil, realizó sus habituales sondeos para la segunda vuelta. En ninguno de los escenarios posibles para Jair Bolsonaro –ya fuera frente a Fernando Haddad, frente a Ciro Gomes o a Gerardo Alckmin–, podía derrotar a su contrincante. Sin embargo, Bolsonaro derrotó con luz a Fernando Haddad del PT por 55% a 46%. Menuda sorpresa.
El pasado 2 de octubre ocurrió algo semejante. La gran mayoría de las encuestas (y en Brasil son muchas) daba una ventaja de 15 puntos porcentuales a favor de Luiz Inácio Lula da Silva. 

Sin embargo, contra todo pronóstico el resultado fue mucho más ajustado de los proyectado: 48 a 43. Y no vale hablar de los famosos “corrimientos de último momento” porque fueron encuestas realizadas el viernes 30 de setiembre y el sábado 1º de octubre. A menos que la gente se “haya corrido” el mismo domingo 2, cuando se dirigía a las urnas de votación, cosa poco probable. 

Incluso algunas de esas encuestas proyectaban un posible triunfo de Lula en primera vuelta, lo que generó que el resultado final cayera como un balde de agua fría en el cuartel general del PT. 

No solo no ganó en primera vuelta sino que el balotaje no será un paseo en el parque. Habrá que ganarlo a pulso. Tanto es así que The Economist, en su última edición de este jueves, le recomendaba a Lula correrse al centro y abandonar varias promesas económicas de corte populista y poco adecuadas para el Brasil de hoy que, gracias a las conducción de Paulo Guedes, se encuentra en bastante buena forma.
El tema de las encuestas ya no parece una cuestión de error casual. Pasó en 2018 y volvió a pasar ahora. O hay una marcada incompetencia o, preferimos no pensarlo, un sesgo ideológico. Pero si uno fuera el accionista de esta empresas –Datafolha o Ipec– haría bien en promover una reestructura de sus cuadros directivos.

El propio The Economist, en la edición previa a la elección, se había preguntado si la metodología de las encuestadoras era la adecuada. Si era adecuado, en una época de internet y celulares casi universal, seguir encuestando cara a cara en la vía pública. Claramente no lo es.

Porque los errores de las encuestas se repitieron en todo Brasil, en las ciudades y en las zonas rurales, en los estados poblados como San Pablo, Río de Janeiro y Río Grande del Sur y en zonas rurales. Incluso el Partido Liberal de Bolsonaro ganó gobernaciones importantes y mejoró sustancialmente su presencia en el Congreso. Eso nos lleva a algo más que el análisis meramente estadístico. Da la impresión de que no se estima bien lo que se llama el “voto vergonzante”, el que no se anima a declarar el voto por Bolsonaro. 

Pero eso no es todo. También hay una subestimación de los cambios culturales que han tenido lugar en Brasil, sobre todo en las grandes ciudades, donde ha surgido una clase emprendedora que no quiere ser protegida por el Estado. Más bien, quiere que el Estado no le impida emprender. 

En una entrevista concedida a Nexo Jornal, el cientista político Jairo Nicolau, de la Fundación Getúlio Vargas, dijo que él y sus colegas debían hacer una fuerte autocrítica por no haber sabido entender la evolución de Brasil en los últimos años. 

Según Nicolau, Brasil ha girado a la derecha pero no por reacción a la corrupción del PT, como ocurrió en 2018, sino que ahora hay una simbiosis a todo nivel. Aunque Bolsonaro sea una persona que, por un lado, genera antipatía por su forma de expresarse y algunas ideas extremas que proclama, mientras que, por otro, genera apoyos por su política económica.

Ya no se trata de un lobo solitario que levanta la bandera contra la corrupción del PT, sino que hay un programa más completo, con candidatos fuertes y que impulsan importantes reformas económicas y de la organización del Estado. 

Hoy, aunque el candidato del Partido Liberal es Bolsonaro, hay un movimiento mucho más amplio detrás. No es un “one man show”. Y eso es algo que, como dice Nicolau, los cientistas políticos no han percibido aún en su cabal dimensión. Y los encuestadores menos aún. 
De ahí, el misterio de este Brasil que tanto cuesta descifrar. Bolsonaro no cae bien en las elites europeas y americanas. No se alinea con Occidente en la invasión de Rusia a Ucrania.

Pero para los brasileños representa un camino de esperanza hacia un Brasil mejor, algo que desconcierta a propios y extraños porque está claro que no hay 50 millones de brasileños retrógrados. 

Esos votos a un candidato controversial tienen un significado que es bueno tratar de descifrar. Brasil es una gran potencia y lo que allí ocurra a nadie deja indiferente. Y a nosotros, menos.

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