Leonardo Carreño

El futuro de la asesoría parlamentaria en Uruguay

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15 de mayo de 2021 a las 05:02

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El corto plazo es tirano. Siempre, y mucho más en tiempos de emergencia como los que vivimos, es imprescindible prestarle máxima atención. Pero, como nos recordó recientemente Ricardo Pascale en su excelente libro Del freno al impulso, tenemos que pensar más y mejor en los desafíos del futuro. Una buena noticia de esta semana lleva agua hacia el mismo molino. Búsqueda informó que Beatriz Argimón, en su carácter de Presidenta de la Asamblea General, convocará a la Comisión de Futuro, prevista por la ley 19.509 de 2017.1 La creación del Día del Futuro (“último lunes de setiembre de cada año) y de una Comisión de Futuro en nuestro parlamento fue una iniciativa del entonces senador Jorge Larrañaga, y se inspiró en el “Committee for the Future” que funciona en Finlandia desde 1993.2 Le corresponderá a la Comisión de Futuro definir su agenda temática y su cronograma de trabajo. Deberán definir, también, cómo hacer para alimentar un trabajo tan delicado y complejo de buenos insumos técnicos. Esto conduce directamente a un asunto, que tiene mucho que ver con la construcción del Uruguay del futuro, y que el parlamento, en esta comisión o en otra, tarde o temprano, deberá discutir a fondo. Me refiero a la cuestión de cómo modernizar sus sistemas de asesoría parlamentaria.

Desde 1830 en adelante, por ensayo y error, pero siempre haciendo un enorme esfuerzo de ingeniería institucional, la elite política uruguaya fue buscando equilibrar la necesaria construcción de la autoridad presidencial con el igualmente imprescindible papel de los demás poderes del Estado, en especial, del Parlamento. Algunas constituciones, como la de 1918, buscaron limitar el poder presidencial y potenciar la labor parlamentaria.  Otras, como la de 1967, por el contrario, buscaron incrementar el poder de los presidentes. Desde entonces, el Poder Ejecutivo en Uruguay, además de reglas institucionales que le dan ventaja (como la iniciativa privativa en ciertas materias o el mecanismo de la declaración de “urgente consideración”), ha ganado mucho en capacidad técnica. Basta comparar el viejo y escuálido Ministerio de Hacienda de los años sesenta con el remozado Ministerio de Economía y Finanzas de las últimas dos o tres décadas. Pero el fortalecimiento técnico de los ministerios no ha tenido como correlato un proceso igualmente intenso en el Parlamento. Esto coloca a los legisladores en situación de asimetría.  

Hay buenos ejemplos de mecanismos de asesoría parlamentaria que podrían servirnos de inspiración, al menos como “ideas a tomar en cuenta”, para decirlo con Carlos Vaz Ferreira. La democracia norteamericana está lejos de ser perfecta. Pero, tenemos mucho para aprender de ella en el plano institucional. El mecanismo de asesoría parlamentaria (Congressional Research Service, dependiente de la Biblioteca del Congreso) es particularmente interesante por su poderío y sofisticación. El servicio de asesoría parlamentaria es el think tank del Congreso. Fue creado en 1914, en tiempos de la presidencia de Woodrow Wilson. En 1970, fue reorganizado y fortalecido. Su misión es “servir al Congreso con la más alta calidad de investigación, análisis, información y consulta confidencial para apoyar el ejercicio de sus funciones legislativas, representativas y de fiscalización en su rol de rama de gobierno equivalente”. 3

CRS está al servicio de los congresistas, de su staff, y de los comités del Congreso. Ofrece apoyo técnico a través de muy diferentes mecanismos. Por ejemplo, sus funcionarios atienden llamadas telefónicas, reciben a los congresistas o a sus asesores para evacuar consultas, elaboran infografías y resúmenes de leyes, preparan informes extensos sobre temas específicos, síntesis de dos páginas sobre temas complejos, y librillos con información clave para los legisladores que viajan hacia otros países. CRS también ofrece servicios multimedia. Durante el año 2019 fueron subidos a la página del Congreso 52 videos, se distribuyeron 45 grabaciones de seminarios y se continuó el desarrollo de podcasts en los que especialistas examinan temas muy variados, tanto internacionales como domésticos. Para desarrollar sus actividades CRS contó con 125 millones de dólares en fondos propios, y 627 mil dólares adicionales recibidos de fundaciones.4CRS tiene cerca de 600 empleados. Más de 400 son profesionales, entre ellos, expertos en políticas públicas y abogados. 

Como puede verse, la asesoría parlamentaria en EEUU es realmente potente. Esto, en buena medida, es consecuencia de un rasgo clave del diseño institucional norteamericano. El presidente de los EEUU no puede iniciar la legislación. Esto obliga a los congresistas, especialmente a los senadores (que duran seis años en su cargo) a tener un papel muy activo en los debates sobre políticas públicas. Para contrarrestar el poder del Congreso y de su “think tank”, para posibilitar que el presidente pueda ejercer su liderazgo en las políticas domésticas y cumplir con sus promesas electorales, la presidencia de los EEUU ha debido incrementar su poder y su capacidad técnica. En nuestra región la situación es exactamente la opuesta. El principal legislador es el Poder Ejecutivo. En Uruguay, por ejemplo, cerca de 2/3 de la legislación es iniciada por el presidente y sus ministros, y no por el parlamento. En EEUU, para corregir la asimetría entre los poderes, debió expandirse la influencia del centro presidencial. Para corregir la asimetría en Uruguay, ¿no debería aumentar de modo sensible la capacidad técnica del parlamento? En todo caso, es una buena discusión, de cara al futuro. 

 

1 Ver: https://www.impo.com.uy/bases/leyes/19509-2017

2 Ver: https://www.elobservador.com.uy/nota/otro-paso-hacia-el-futuro-201511112160

3 Ver: https://www.loc.gov/crsinfo/about/history.html

4  Ver: https://www.loc.gov/crsinfo/about/crs19_annrpt.pdf

 

 

Adolfo Garcé

Doctor en Ciencia Política, Docente e Investigador en el Instituto de Ciencia Política, Facultad de Ciencias Sociales, UdelaR

adolfogarce@gmail.com

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