El general Guido Manini Ríos es una realidad de la política uruguaya. Llegó para quedarse. En el Uruguay de hoy es evidente que no es políticamente correcto manifestar simpatía por el ex omandante en Jefe de Ejército sino todo lo contrario: hay que aborrecerlo, poner cara de espanto y sonreír con complicidad cuando se lo defenestra acusándolo de ser la cara de Adolf Hitler o el Jair Bolsonaro uruguayo.
Pero por más que las frases hechas y de espanto tranquilicen a los bien pensantes de nuestra sociedad se trata de un fenómeno político que merece mucha más atención de la que se le da. Se trata de algo complejo que tiene mucho más que ver con graves falencias del sistema político en su conjunto y horrores en la conducción de las Fuerzas Armadas tras quince años de gobiernos frenteamplistas.
Su altísima votación en las elecciones internas casi sin recursos no puede ser relativizada diciendo que lo votaron los milicos y ya está. El tema de fondo es que la perversa dictadura militar de los setenta y ochentas filtra los lentes de cualquier análisis que precisamente pretenda leer el fenómeno un poco más allá de la dictadura.
Manini además de militar es historiador. Conoce los vericuetos de la historia pasada y reciente y proviene de una familia de larga tradición política no castrense. Su discurso es nacionalista a más no poder -cualquier semejanza con el del MLN no es coincidencia- lo mismo que su impronta verticalista donde las palabras orden y respeto están siempre presentes.
Es larguísima la tradición de militares que se dedicaron a la política en Uruguay. Sin ir más lejos el venerado Líber Seregni también lo fue. Por eso estas líneas editoriales procuran intentar ver el fenómeno complejo intentando entenderlo. En la complejidad del análisis hay que reconocer que existen elementos antidemocráticos que apoyan a Cabildo Abierto -igual que en el Frente Amplio.
Mientras que el economista Ernesto Talvi y el expresidente Julio María Sanguinetti del Partido Colorado ya adelantaron su posición de negarse a acordar con Manini en un futuro gobierno de oposición, el candidato blanco Luis Lacalle Pou le tendió la mano.
Se trata de dos posturas ante el mismo fenómeno. Dos lecturas posibles ante la posibilidad de que el FA no retenga el poder durante un cuarto período. Pero a no ser que todas las encuestas estén erradas, Manini estará en el Senado de la República incidiendo con sus opiniones y votaciones.
El que si leyó bien a Manini es José Mujica quien sostuvo en Búsqueda: “No se dan cuenta de que como viene la cosa este señor general que se tiró a político va a cumplir su sueño del Partido Independiente. Si tiene un par de senadores y diputados, va a ser el que defina las votaciones de un lado y para el otro”.
Justamente por los lentes con que se lee a Manini es que el sistema liberal democrático y republicano debe asegurar que el general se mueva siempre dentro de las Instituciones y que sea con su desempeño político, en el Parlamento o en el Ejecutivo, que fortalezca la tan preciada democracia uruguaya. Cualquier señal contraria de Manini y su Cabildo Abierto sería una demostración del error de estas líneas y de que los militares nunca entendieron nada.
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